La honestidad circula en un solo sentido, y todo lo que va en contra fue, es y será falsedad, corrupción, mentira, fraude, estafa o como se lo quiera llamar. Además, concluida la niñez nadie se puede hacer el tonto, y mucho menos en ámbitos en los que se jura por la Constitución, dios y la patria. En los últimos años, la Justicia Federal comenzó a investigar casos de intermediaciones financieras no autorizadas por el Banco Central y por ende ilegales; con la discusión jurídica sobre si los imputados configuran o no asociaciones ilícitas para concretar jugosos negocios que van desde préstamos, depósitos, cambios de cheques, lavado de activos, compraventa de dólares y transferencias al exterior entre otras operaciones.
A principios del año 2020, una investigación encabezada por el ex fiscal Vidal Lazcano y el juez Alejandro Sánchez Freytes desenmascaró una famosa financiera trucha en Villa Belgrano manejada fundamentalmente por Diego Sánchez y Martín Azar, pero con varios familiares directos implicados como el juez Miguel Ángel “Mili” Azar y su esposa María Isabel “Marily” Valoni, ex funcionaria de la Afip. La noticia en sí sorprendió a medias porque muchos conocían sobre ese vergel monetario al que concurrían tantos clientes como animales a un oasis en un desierto. Hace algunos días, la Cámara Federal ha pedido que la investigación vaya más allá de los imputados y acusados de atender “el mostrador”, y sean identificados quienes aportaban los flujos para fondear el emprendimiento. Si bien es verdad que algunas averiguaciones son complejas y lentas, también se sabe que algunos relojes parecieran tener agujas de plomo.
Cuestiones al margen, y más allá de la noble tarea de varios funcionarios, algunos sabiondos de la dinámica del Parque Sarmiento aseguran que olores fétidos aparentemente entumecen esta causa judicial, con miles de razones para taparse la nariz y seguir mirando al más allá como si todo fuera prístino y transparente. Es lo que cardiólogos llamarían, irrigación colateral.