Todo cambio inesperado es una sorpresa e implica rupturas que revelan la incomprensión política al interpretar el comportamiento de los votantes. Por lo que cabe buscar las variables más allá de las que ya se consideraron.
Las certezas son varias. Tal como anticipó la vicepresidenta Cristina Kirchner, las Paso fueron una elección de tres tercios, por lo que los tres frentes tienen posibilidades a futuro, tanto en las generales como en un eventual ballottage.
Sumar apoyos de dirigentes y aliados, como hizo Horacio Rodríguez Larreta, no es suficiente para ganar siquiera una interna, por lo que se ha convertido en el gran perdedor de la noche del domingo pasado –perdió su interna en CABA, la Provincia de Buenos Aires y Córdoba, entre las principales jurisdicciones- junto a los radicales –Lousteau y Morales-, aunque obtuvieron las minorías que le permiten intercalar sus candidatos a diputados en las generales.
Unión por la Patria también perdió votos, tanto por los pobres resultados económicos en términos de distribución de su actual gestión, que incluye al candidato Sergio Massa, que sólo fue salvado por el aporte de Grabois (21,5% de su frente).
La sorpresa, obviamente, fue La Libertad Avanza (LLA), tanto para extraños como propios, que previamente consideraban un buen resultado llegar al 20%.
Por lo que todos carecen de explicaciones sobre lo ocurrido, y deben desarrollarse otras hipótesis sobre las motivaciones del comportamiento electoral de sus votantes.
Las encuestas fueron inexactas, aunque los más prudentes eran conscientes de sus límites, basados tanto en el elevado rechazo de los encuestados –que sesgan los resultados- como por los “no sabe / no contesta”, más las respuestas engañosas de los encuestados que las rechazan.
Una primera explicación es que, por tratarse de una PASO, los votantes optaron por las alternativas más audaces –Grabois, Bullrich y Milei- aun cuando sus propuestas sean de difícil o imposible cumplimiento, contradictorias, destructivas o dañinas para quienes las eligieron, en especial de los dos últimos, que deberán ahora exponerse al escrutinio de sus propuestas, al menos en los dos debates obligatorios previos a las generales de octubre.
En ese caso, el mensaje es claro: si no se proponen cosas disruptivas, la decepción, frustración y enojo expondrá a los dos tercios restantes a resultados negativos.
Una segunda hipótesis surge de un análisis comparativo con las experiencias de otros países –Lula en Brasil, Abascal y Núñez Feijóo en España- y Horacio Rodríguez Larreta en Argentina, fueron ostensiblemente apoyados por medios masivos, que produjeron resultados menores a los anunciados por esos medios.
Mientras tanto, los candidatos desfavorecidos por esos medios en los últimos días de sus campañas –Bolsonaro, Sánchez y Milei- obtuvieron resultados mejores a los que se anunciaban. Si esta lectura es correcta, la conclusión es obvia: una buena parte de la población no le da a esos medios el derecho de vetar candidatos, y mucho menos imponerlos.
La tercera interpretación del comportamiento de los votantes decepcionados y enojados es histórica: en 2001 el “que se vayan todos” atomizó las propuestas electorales; en 2021 se transformó en la abstención al voto y en un incipiente Milei; ahora ese voto se volcó en su favor.
En 2003 los resultados favorecieron a Néstor Kirchner, con un exiguo 22%, en 2021 la ausencia de cuatro millones de votos peronistas que los habían votado en 2019, sin que Juntos por el Cambio aumentara los suyos, produjo una derrota en las legislativas y ahora esos votos -cinco millones de votantes peronistas-, más cuatro millones de Juntos por el Cambio no fueron a votar (un millón) o se volcaron a Milei (siete millones), que expresa esa bronca, mucho más que lo hace su ideología libertaria.
Así, las tres hipótesis –la audacia del voto en las PASO, la intervención de los medios en los últimos días o el progresivo rechazo a las gestiones ya fracasadas- que no son excluyentes entre sí, pueden explicar los resultados.
Habrá que ver en las generales cómo evoluciona, cómo las propuestas pueden entusiasmar más allá de sus núcleos duros, cómo resulta la confrontación de propuestas y, finalmente, cuánta incertidumbre o miedo les generan a los votantes.
De todas maneras, estamos, con seguridad, ante un escenario de ballotage, para el que faltan tres meses en el que las tres fuerzas tienen posibilidades de participar y ganar.