Transcurridos cuarenta años de continuidad ininterrumpida de las instituciones democráticas, a primera vista es paradójico que el candidato con más posibilidades de ganar la Presidencia de la Nación sea un tal Javier Milei.
Aparentemente, el fundador, líder y figura excluyente de un novel partido político llamado “La Libertad Avanza” se encamina a la Casa Rosada. Algunos encuestadores arriesgan que ganará en primera vuelta. Otros, más cautos, opinan que lo en un hipotético ballottage.
Después de la feroz y sanguinaria dictadura militar que azoló al país entre el 24 de marzo de 1976 y el 10 de diciembre de 1983, los argentinos recuperamos la democracia formal. Tras mucho sufrimiento, volvimos a ganar los derechos y las garantías consagrados en la Constitución Nacional, recuperamos la posibilidad de elegir a nuestros gobernantes. No es poco y todos, más allá de partidos o sectores, deberíamos valorarlo como una conquista colectiva.
Durante estas cuatro décadas, elegimos a siete presidentes. Vale la pena recordarlos. Cada uno de ellos fue una oportunidad, penosamente perdida, de encontrar consensos a mediano y largo plazo. En 1983, elegimos al radical Raúl Alfonsín; en 1989 y 1995 al peronista Carlos Menem; en 1999 al radical Fernando de la Rúa; en 2003 al peronista Néstor Kirchner; en 2007 y 2011 a la peronista Cristina Fernández; en 2015 al liberal Mauricio Macri; y en 2019 al peronista Alberto Fernández.
Todos los presidentes del peronismo pudieron cumplir sus mandatos. Dos de ellos pudieron ser reelegidos: Menem y Fernández de Kirchner.
Ningún radical pudo concluir su mandato: Alfonsín se fue en medio de la hiperinflación de 1989; y De la Rúa se fue en medio de la crisis de 2001. El único presidente no radical ni peronista, Macri, puedo concluir su mandato, pero perdió su reelección. Finalmente, Fernández transita con pena y sin gloria los últimos meses de una gestión mediocre.
Si se analiza la historia de estos cuarenta años, pude advertirse una constante. El menemismo fue la consecuencia de la desilusión del alfonsinismo. La Alianza, que hace presidente a Fernando de la Rúa, es la consecuencia del desengaño de la década menemista. El kirchnerismo es la consecuencia de la fenomenal crisis del 2001. Macri llega a la Casa Rosada por la ofuscada segunda presidencia de Cristina Fernández; y ella vuelve (con Alberto como mascarón de proa) gracias al desengaño de Macri.
¿Qué pasaría si ganara?
Así las cosas, no es tan raro que alguien como Javier Milei tenga muchas posibilidades de ser el futuro presidente de los argentinos. A pesar de ser un economista de medio pelo que repite eslóganes sin ton ni son, se ha convertido en la respuesta emocional de una parte destacada de una sociedad asqueada, fastidiada y embroncada frente al agotamiento de un sistema político conducido por una dirigencia sin respuestas frente a demandas insatisfechas, salvando honrosas excepciones.
Los principales expositores de la grieta política que tantísimo mal nos ha hecho, Cristina Kirchner y Mauricio Macri, ni siquiera pudieron presentarse como candidatos a la presidencia o a la vicepresidencia. Por primera vez, después del 2007, hace 16 años, ni él ni ella estarán en las boletas de las elecciones presidenciales. Ella estuvo en 2007, 2011 y 2019 (esta última vez, como candidata a vicepresidenta), y él estuvo en 2015 y 2019. Ya no están, muestra de sus colapsos.
Llegamos a este 2023 después de las decepciones del kirchnerismo y del macrismo. Las promesas de Macri en 2015 no se cumplieron. Las promesas de los Fernández en 2019, tampoco. Sus candidatos de hoy, Sergio Massa y Patricia Bullrich, son los herederos de esos desencantos. Para colmo, ambos suman sus propios currículos: el presente de Massa como ministro de Economía de Alberto Fernández, y el pasado de Bullrich como la funcionaria estrella de la estrellada gestión de Fernando de la Rúa.
Lamentablemente, los otros dos candidatos no tienen chances de ganar. El gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, representa una propuesta federal; a su vez, Myriam Bregman presenta una propuesta de izquierda diferente al resto de todas las otras propuestas. Sin embargo, no han logrado trascender sus autoimpuestos límites geográficos e ideológicos, respectivamente.
En conclusión, la llegada de Milei a la Presidencia no es algo tan raro.
La pregunta es: ¿qué pasaría si ganara?
Con dos tercios del Congreso en contra, los gremialistas peronistas; los piqueteros kirchneristas a la caza de las prebendas que perderían; la ingobernabilidad sería una hipótesis concreta.
Salvo que… no haga lo que promete. Y genere consensos con los contrincantes que hoy vilipendia. O sea, que muestre una cordura de la que, hasta ahora, no ha dado muestras. Eso sí sería rarísimo.