Los Campanelli fue un exitosísimo programa televisivo que seguramente nuestros abuelos disfrutaron allá por los 70, y que quedó en el recuerdo entre otras cosas por una canción que resaltaba que «no había nada más lindo que la familia unita». Algo de esto aparentemente sigue sucediendo en la Justicia Federal de Córdoba, en la que hijos, sobrinos y parientes cercanos -y no tanto- de funcionarios importantes e influyentes, consiguen trabajos muy bien remunerados con una extraordinaria facilidad. Al parecer, los contactos y las relaciones siguen funcionando muy aceitadamente.
Dentro de algunos días, el próximo viernes 10, comenzará a funcionar el flamante Tribunal Oral Federal 3, después de varios contratiempos y demoras por diferentes circunstancias. Sin embargo, para sorpresa de muchos, uno de los tres jueces designados ya presentó la renuncia ante la presidenta de la Cámara Federal, Graciela Montesi. Se trata del actual juez provincial de los tribunales de Cruz del Eje, Ángel Francisco Andreu, quien adujo «cuestiones personales». Por lo tanto, el TOF 3 debutará rengo con la integración de los jueces Facundo Zapiola y Cristina Edith Giordano; y habrá que ver cuándo la Cámara de Casación Penal designará a algún subrogante para completarlo. El nuevo tribunal funcionará en un edificio en barrio Cofico, a diferencia del TOF 1 que está en la Torre el Parque Sarmiento, y del TOF 2 que se ubica en el viejo edificio cercano a la Plaza España.
Sin embargo, la conformación de la planta de personal del Tribunal 3 se ha convertido por estas horas en la «comidilla de los pasillos» porque entre los catorce empleados, habría por lo menos tres o cuatro muy cercanos a los actuales magistrados federales. Es entendible que todos los padres y madres busquemos lo mejor para nuestros seres queridos, pero lo que es difícil de aceptar –y explicar- es que haya privilegios a la hora de conseguir estos lugares con muy buenos sueldos y condiciones laborales.
Bienaventurados los suertudos y afortunados, pero con los cargos públicos en algún momento se deberían replantear los nombramientos «a dedo». Hasta tanto, seguiremos hablando de la Sagrada Familia.