La vejez, a menudo percibida como una etapa de declive, puede ser un periodo de reinvención y actividad, gracias a la flexibilidad, tanto física como mental. Graciela Zarebski, reconocida gerontóloga y pionera en Latinoamérica en la reflexión sobre los procesos de envejecimiento, ha dedicado su carrera a explorar cómo mantener una vejez activa, digna y saludable. Su enfoque se centra en la importancia de la flexibilidad, entendida no solo como la capacidad física de adaptarse a los cambios, sino también como una actitud ante la vida.

Graciela Zarebski visitó nuestra ciudad la semana pasada en el marco de la Diplomatura Universitaria en Políticas Públicas en Gerontología Comunitaria que se realizó el jueves 10 de octubre en el Salón de Actos del Pabellón Argentina. Dicho encuentro, titulado “Mi Envejecer: ¿cómo prepararnos para la travesía de la vida?”, contó con la presencia de numerosas personas, muchas de ellas amigas de El Club de la Porota. Graciela, con extrema generosidad, nos dedicó parte de su tiempo a responder algunas preguntas acerca de algunos de los conceptos centrales de su trabajo.

Porota: ¿Cuáles suelen ser las principales barreras que limitan la flexibilidad en los adultos mayores?

Graciela: Las principales barreras las vemos en los casos de personas que están aferradas a determinada posición que no pueden soltar, y dan cuenta así de una identidad rígida, que no se renueva. Enumero tres de ellos:

1. Toda una vida sin sentido: quienes se dejan llevar en la vida por lo que otros le hacen ser: su familia, la sociedad, los mandatos incorporados, o se excusan con el destino, la genética, que los hizo así. Nunca tuvieron las riendas de su vida. Sienten que, al envejecer, cada vez va a ser peor: tendrán menos autonomía, menos libertad de elección: “iré al geriátrico”, “mis hijos me van a manejar”. Viven la vejez como una caída. Y efectivamente muchos viven cayéndose. Desisten (aunque en realidad siempre desistieron) de sus deseos. No podemos esperar que renueven el sentido. Sienten que “ya no…”.

2. El sentido prestado por otro: pasa por la presencia de alguien o algo que le da sentido: Típico de: “ser la esposa de…”. Alguien que la enorgullece y decae de ese pedestal por algún avatar del envejecer. O también: ser miembro de alguna institución prestigiosa, algo idealizado, que decae. Entonces, también decaen de ese pedestal sostenido en otro. Y también desisten de sus deseos. No renuevan sus metas, el sentido.

3. Sentido único: en este caso, personas que sí le han dado un sentido a sus vidas, pero un sentido único, lo que denomino: apoyar la vida en un único bastón, que al envejecer lo pierden y se derrumban. Generalmente pasa por el tener: juventud, imagen joven (Dorian Gray), dinero, determinado rol familiar o laboral, cierto desempeño físico o intelectual, los valores del pasado. Lo que les da brillo y que sienten que al envejecer se va a opacar. Lo que les da garantía (ilusoria) de completud. No acepto cambios ni pérdidas, no me renuevo. Si lo pierdo, pierdo el sentido. Entonces avasallo las limitaciones.

En todos los casos, ese estar aferrado es lo que los hace rígidos, no flexibles ni permeables a lo nuevo. No se renuevan. No logran el equilibrio entre los deseos y los límites: los 2 primeros, desisten de sus deseos (de los cuales nunca se adueñaron). El tercer grupo avasalla las limitaciones con sus deseos.

P: Me gustó algo que leí en el que decías que «tenemos que seguir sorprendiéndonos como niños» ¿Cómo hace una persona que toda la vida fue de una manera para permitirse ser de otra?

G: Se trata de ser un niño/a más sabio/a cada vez. Conservar la capacidad de asombro y de aventura del niño, así como el joven seductor, la madre/padre protector, el adulto productivo. Es que los llamados ciclos vitales, que plantean que uno supuestamente pasa a otra etapa y deja de ser lo que fue, internamente no existen. Hoy en día, el paradigma vigente en las ciencias del envejecimiento, el Curso de la Vida, como vida fluida, implica seguir construyéndome, mejorando desde el hoy lo que fui y lo que quiero seguir siendo, a través de los cambios, dándole así continuidad a mi identidad. Conservar la capacidad de asombro y de seguir preguntándome, abrirnos a lo nuevo: nuevos conocimientos, nuevas vivencias, nuevas sensaciones. Asombrarme y seguir abriendo preguntas da cuenta de un desafío esencial: reconocer humildemente que no lo sé todo, que no lo logré todo, que ´no me la creo´. Y reconocerlo es lo que me impulsa a seguir en la búsqueda, nuevos caminos, nuevos estímulos, nuevos desafíos.

P: Estas propuestas/consejos que proponés ¿están orientados a las personas mayores de hoy o a las que están en proceso de serlo?

G: Están orientados hacia personas de toda edad, tienen que ver con todo el curso de la vida, desde jóvenes a mayores, ya que las personas mayores también están en proceso de envejecimiento y tienen un futuro por delante que implica cambios a los cuales adaptarse. Al igual que niños y jóvenes, debemos aprender a lograr un equilibrio entre los deseos y metas que nos proponemos y las limitaciones y cambios que nos van atravesando a cualquier edad. Ese equilibrio deberá promover que transformemos nuestras metas y deseos, adecuándolos a nuestras posibilidades. La creatividad para re-inventarnos dará cuenta de nuestra flexibilidad, la cual nos otorgará la resiliencia necesaria para superar adversidades.

¡Muchas gracias Graciela por tu tiempo y tu generosidad!

¿Quién soy?

Mi nombre es Graciela Zarebski. Soy Doctora en Psicología por la Universidad de Buenos Aires. Fui Directora en la Universidad Maimónides de las carreras de: Licenciatura en Gerontología, Especialización y Maestría en Psicogerontología, Doctorado en Investigación Gerontológica. Actualmente soy Directora del Instituto Iberoamericano de Ciencias del Envejecimiento. (Inicien.com) Directora de la Especialización y Maestría en Psicogerontología. Universidad Atlántida Argentina. Y de la Diplomatura en Cs. de la Longevidad en la Universidad del Salvador. Soy autora de libros y publicaciones en la especialidad.

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