El discurso pronunciado por el presidente de los Estados Unidos ante su Congreso siempre es analizado con atención, pero la alocución del presidente Joseph Robinette Biden del pasado 28 de abril despierta especial consideración, por los momentos de conflicto y desorden mundiales y los acontecimientos de incertidumbre vividos en ocasión de la presidencia de su antecesor, Donald Trump.
Wall Street habrá sentido en su miocardio de codicia una sensación, sino de pánico, al menos de preocupación, aunque el sesgo progresista de las primeras medidas ya anunciaba la orientación del nuevo gobierno. Allí hay buena gente, pero la grandeza de los EEUU fue construida por la clase media y los trabajadores” dijo Biden, refiriéndose a la capital del poder financiero. Agregó: el Estado es el único capaz de desarrollar inversiones y asistencia para hacer grande la Nación, particularmente en tiempos de crisis. La pandemia ha agravado la desigualdad económica y es hora de que los ricos paguen lo justo, dejen de fugar divisas a los paraísos fiscales y evadir impuestos. Debe aplicarse un impuesto a las empresas y a los ricos. Está demostrado que la economía del derrame es un fracaso, es hora de que la economía surja desde el fondo a la clase media.
Aún dijo más. Hay que poner dinero directamente en el bolsillo de quienes lo necesitan, como rescate inmediato de la pobreza, especialmente a los niños. Se impulsará el plan de empleo más importante desde la segunda Guerra Mundial; obra pública; modernización de la infraestructura; apelación a la capacidad de los trabajadores; fin de la guerra a los inmigrantes; política de compre nacional; promover la sindicalización; salario mínimo por encima de la línea de pobreza; igualdad de salario para las mujeres; incremento de becas y subsidios a la educación (que alcanzará a los 16 años de estudio para todos) y asistencia para el cuidado de menores y familiares que lo necesiten; el cuidado de la salud es un derecho y no un privilegio.
Indudablemente estos enunciados (y muchos otros, en su exposición de alrededor de una hora) constituyen un programa frente al que, especialmente en nuestro país, algunos economistas han quedad horrorizados. Pero debe tomarse en cuenta que muchos de esos conceptos, particularmente los referidos a la desmesura del mundo de las finanzas, ya se vienen planteando en los últimos años en el Foro Económico Mundial de Davos, que no es precisamente un foro progresista”.
En EEUU, muchas de estas medidas ya habían sido expuestas por el economista James K. Galbraith en El Fin de la Normalidad. La gran crisis y el futuro del crecimiento”, de 2018; más aún, se ajustan a lo expuesto en Capitalismo progresista”. La respuesta a la era del malestar de Joseph Stiglitz (de 2020, que en la traducción literal del inglés hubiera sido Pueblo, poder y ganancias. Capitalismo progresista para una era de descontento”). Y el descontento es lo que recoge el Presidente en su discurso. También, en el año 2015, el Roosevelt Institute, dirigido por el propio Stiglitz, produjo un informe, Reescribiendo las reglas de la economía americana”, cuyo índice parece haber seguido el Presidente en su alocución.
Esta impronta permitiría afirmar que hay una ruptura axial con las políticas económicas neoliberales, si no fuese que se reafirma el orden político neoliberal, y que se está frente a un proceso de transformaciones de la magnitud de las implementadas en el New Deal con que el propio F. D. Roosevelt enfrentó a la Gran Depresión de la década del 30, en el que la intervención estatal fue la herramienta principal.
Bernie Sanders, a quién se lo vio efusivo tras el discurso de Biden, proclamó durante la campaña las mismas ideas que hoy adopta como proyecto doctrinario el Presidente.
El juego de la memoria permitiría dar una vuelta más a la rosca y traer al recuerdo aquella célebre reunión de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales, en el Vaticano, que congregó, entre otros a Stiglitz y a Sanders, con motivo del 25 aniversario de la encíclica Centesimus Annus”, de Juan Pablo II, y sus encuentros con el papa Francisco. No faltarán los devotos de las teorías conspirativas que podrán sumar detalles, y crear fantasías de maniobras para dar por sentado que se está plasmando la economía de Francisco”. Hay sólo algunas coincidencias en aspectos económicos, pues en otros ámbitos del progresismo de Biden se están planteando conflictos con la Conferencia Episcopal de los EEUU, que analiza, en su condición de católico, la falta de apego de este a la Doctrina de la Fe, particularmente en la guerra cultural global por los valores.
Otros aspectos del discurso se refieren a si lo que EEUU proclama para sí lo considera válido para las otras naciones, y si su particular concepción de la democracia y su sistema político pueda perdurar y expandirse, pero esto será motivo de la próxima nota.