Sr. Director:
Habiendo leído la carta de lectores firmada por Carlos H. Peludero sobre mi publicación del 1 de abril, quiero expresar lo siguiente.
Agradezco su respetuosa opinión. Coincido en muchas de sus apreciaciones, solo que en esta incursión de opinar acerca de tan sensible fecha, es que busqué correrme del eje predominante” de las opiniones, hoy llamadas políticamente correctas”. En ningún caso busco menoscabar la gravedad de aquel hecho, ni llevar el tema a una discusión estéril, como bien dice sobre cifras que más que números, importan los hechos, parecer que no se comparte en la opinión oficial”, ya que hoy es un objeto de culto. Es más, busco evidenciar más aún los hechos del Proceso” sobre las penas y acusaciones dictadas hasta la fecha. He buscado cambiar la perspectiva y ver el hecho histórico, no desde un sector particular, sino desde el interés nacional, intereses que se vienen traicionando desde antes de 1943 con diferentes excusas y con actores ligados a diferentes sectores sociales, la iglesia, los empresarios, los militares, los estudiantes, la prensa y medios de comunicación, los partidos políticos, el poder financiero, etc.
De una u otra forma están involucrados, en 1930, 1943, 1955, 1962, 1966 y 1976, los primeros apadrinados por su graciosa majestad, y los siguientes por el Departamento de Estado.
Desde la incomodidad de este cambio de perspectiva es que busco alertar sobre este vicio inconducente de ver al prójimo como el enemigo”, práctica nefasta, suicida y garante del estancamiento reinante. Sobran presidentes, faltan estadistas. Estadistas que nos saquen de lo doméstico para recuperar la visión de nuestros prohombres, como Rosas, Perón, Mosconi, Savio, Belgrano, San Martín, ya que los otros solo pueden sostenerse gracias a la discordia del pueblo. Lo que vivimos fue una trampa; y sepamos que vendrán más, más crueles o más sutiles, a través de la propaganda o de las balas.
Lo que no comparto de la carta del lector aludida es la falta de empatía con aquellos que sufrieron no siendo de la izquierda, que son también argentinos, recomendándoles que vayan a llorar a donde les corresponda”. No hay sanación posible así.
Seamos libres, lo demás no importa (San Martín); Los hermanos sean unidos, esa es la ley primera (José Hernández); Argentinos, ¡a las cosas! (Ortega y Gasset); El año 2000 nos encontrará unidos o dominados (Juan D. Perón).
Lo saludo atentamente.
Daniel Etchemendy