Para algunos, una época de encuentros y festejos; para otros, días que complican seriamente la vida del compañero de cuatro patas y la familia.
Al escuchar petardos, muchos perros, sin importar la raza, edad y el sexo, sienten un miedo intenso que los lleva a buscar, sin resultado, un lugar donde refugiarse.
El excesivo temor les impide realizar su actividad normal. Hace que se sientan mal, permanezcan muchos horas del día escondidos, coman y duerman poco, no deseen pasear o jugar.
Es importante diferenciar miedo y fobia
El miedo es una respuesta normal y puntual que se presenta frente a situaciones desconocidas. El individuo desconfía, actúa cautelosamente, toma distancia, pero si observa que lo que lo asusta no representa peligro para él deja de temer y retoma su actividad habitual.
En cambio, la fobia es una respuesta de miedo excesiva, exagerada, desproporcionada, que se prolonga en el tiempo, y lo lleva a intentar escapar desenfrenadamente. Le impide evaluar si el evento es realmente peligroso o no, y las consecuencias de sus actos.
La excesiva reacción de miedo que presentan algunos perros al oír truenos o petardos se debe a una enfermedad de conducta, y en consecuencia debe brindárseles el tratamiento adecuado.
En presencia de fobia (por diferentes causas) el perro está muy atento a todo lo que sucede a su alrededor y puede orinar o defecar en lugares inadecuados. Busca permanecer junto a su dueño, está intranquilo, inquieto, jadea, tiembla, babea.
Además, atropella muebles, puerta, busca refugio en lugares impensados, por ejemplo adentro de la heladera, el ropero o la bañadera, en el minúsculo espacio detrás de la mesa de luz. Pero, como no se siente seguro en ningún lugar, continúa buscando, sin hallarlo, ese espacio que le posibilite protegerse y calmarse.
El miedo intenso y su afán por huir del estímulo que lo aterra, lo lleva a destruir cosas a su paso, arremeter contra puertas cerradas, atravesar rejas sin importarle el tamaño pudiendo quedar atrapado entre ellas, traspasar ventanales de vidrio, arrojarse al vacío desde pisos altos. Muchas veces se lesiona severamente.
Puede escapar y alejarse del hogar hasta perder el camino de regreso, e incluso manifestar agresión hacia el propietario cuando intenta sacarlo del lugar adonde se refugió.
Por otro lado, el estado del perro angustia mucho a su dueño que desconoce cómo ayudarlo. A veces lo acaricia para calmarlo, otras lo reprende, lo ata, lo encierra, le grita o lo castiga.
La tensión crece como una bola de nieve que se hace cada vez mayor, agravando el problema más y más a medida que empeora el estado del animal.
Con el correr del tiempo y sin tratamiento esta enfermedad comportamental progresa, y se suman otras situaciones en las que el miedo es exagerado en cualquier época del año.
No sólo con petardos y tormentas
Muchos otros estímulos lo aterran. El sonido del viento, la aspiradora, los globos, el secador del pelo, ruidos de canchas de fútbol o de la calle, sonidos de cosas que caen al suelo, bultos, elementos en movimiento, reflejos. A veces no puede identificarse qué causa la reacción del animal.
Los signos conductuales pueden exacerbarse si está solo, o durante la noche cuando los sonidos parecen aumentar por el silencio reinante alrededor (el perro despierta al propietario saltando descontrolado sobre la cama cuando busca protección).
Entonces, el miedo es normal, puntual y transitorio pero la fobia no lo es.
Si el perro es muy asustadizo es importante realizar la consulta etológica para diagnosticar que está realmente sucediendo.
Las fobias generalmente empeoran con el correr del tiempo y le impiden al animal preservar su bienestar y tener buena calidad de vida. Tienen tratamiento, y éste le posibilitará al compañero de 4 patas sentirse bien, y a la familia disfrutar de su compañía los 365 días del año.