En un discurso inédito, tanto por sus características y contexto como por su contenido, Ángela Merkel anunció nuevas restricciones de circulación en Alemania debido a la pandemia del coronavirus.
La conferencia de prensa se realizó muy pasadas las 03:00 horas de la mañana, fue la primera vez que la Canciller alemana anunció algo a la Nación en ese horario, extremadamente inusual para cualquier tipo de comunicación política u oficial. La mandataria, incluso se refirió a una nueva pandemia”, al hablar de las cepas y mutaciones del virus que vienen surgiendo en los últimos meses, especialmente en Gran Bretaña y Brasil. Justamente la variante británica, más contagiosa y letal, se ha convertido en la predominante en Alemania, y desde entonces, los casos han subido sin freno. La cifra diaria de contagios en el país ya supera, en proporción, a la de los EEUU. También inédito: por la abrupta reacción económica, al otro día Merkel se retractó y pidió disculpas.
El contexto político de la Unión Europea es cada vez más complejo, cuyos países se han visto obligados a dictar confinamientos nuevamente; y particularmente difícil en Alemania: el 26 de septiembre de este año habrá comicios que renovarán los 706 escaños de los integrantes del Bundestag. Ellos serán, a su vez, quienes deberán elegir al próximo Canciller, que gobernará el país desde 2021 a 2026. Desde hace meses, es un hecho que Ángela Merkel se retirará de la política activa, por lo que, por primera vez desde 2005, habrá un nuevo liderazgo político en Alemania.
Todavía no está claro quién podrá sucederla al frente de la potencia más importante de la UE. Armin Laschet ya la sucedió en el liderazgo de su partido, la Unión Cristiano Demócrata (CDU). Se trata de un perfil centrista y moderado, que no termina de entusiasmar a la sociedad alemana. Laschet representa la continuidad, tiene gran experiencia (lleva años presidiendo la región de Renania del Norte-Westfalia, una de las más grandes e importantes del país); no obstante, su semblante excesivamente mesurado viene representando más un obstáculo que un activo a la hora de las mediciones electorales.
La sociedad alemana no es una excepción: los movimientos extremistas y populistas de derecha, como Vox, en España, o la Agrupación Nacional, en Francia, tienen su propia versión teutona: Alternative Für Deutchsland (Alternativa por Alemania). El partido ultra tiene representatividad en el Bundestag y, si bien está lejos de tener posibilidades de formar gobierno, está escalando rápidamente en la mayoría de los sondeos.
Un importante signo de este crecimiento es lo sucedido recientemente en la región de Turingia. En las elecciones regionales de 2019 el vencedor había sido el partido de izquierda Die Linke, pero quedó lejos de poder formar un gobierno, mientras AfD se posicionó en el segundo lugar, con un sorprendente 24% y 22 diputados.
El líder de la formación extremista en Turingia es uno de los elementos más radicales del partido, Björn Höcke. Con un discurso explícitamente xenófobo, racista y contrario a cualquier tipo de inmigración, Höcke ya es uno de los políticos de derecha más conocidos en el país. Luego de meses de negociaciones, en febrero de 2020, Thomas Kemmermich, del Partido Liberal, fue finalmente electo jefe regional de Turingia, gracias a los votos de la CDU y de AfD. Esto provocó un cisma político en Alemania, ya que rompió con el pacto tácito” que existe en el sistema de partidos tradicionales: jamás pactar con la ultraderecha.
Inclusive Merkel criticó de manera muy dura esta decisión de un hombre de su propio partido. A causa del escándalo político desatado, Kemmermich debió renunciar, y la región se sumió nuevamente en la inestabilidad.
Por primera vez, AfD tuvo la capacidad de influir en la formación de un gobierno ejecutivo, aunque sea regional. Esto hace que el resto del sistema político alemán ya no los vea como unos simples marginales que, como mucho, podían aspirar a algunos escaños en el Bundestag, desde donde disparar sus furiosas consignas.
Esto fue funcional al ascenso de la facción más centrista en la CDU, ya que la entonces líder del partido, Annegret Kramp-Karrenbauer, ministra de Defensa, renunció a todos sus cargos al no haber podido explicar por qué su partido votó en conjunto con la ultraderecha, contrario a las órdenes de toda su dirigencia nacional.
Es en este atribulado contexto que Merkel se vio obligada a las medidas más duras desde que comenzó su mandato, para luego tener que dar marcha atrás. La histórica mandataria se enfrenta no sólo a la incertidumbre del virus, sino también a la oposición, cada día más radicalizada hacia la derecha, contraria a cualquier medida que intente contener el avance del coronavirus. La alemana piensa desde hace tiempo en cuál será el legado que dejará tras su retiro; jamás habrá pensado dejar el poder en la peor pandemia y ante la derecha extremista con mayor potencial electoral desde los tiempos de los nazis.