A pesar de lo que pueda parecer, la pandemia todavía no terminó. En Europa se está viendo, durante los últimos días, un gran rebrote de covid-19 y sus variantes, lo que conlleva, a su vez, nuevas restricciones, muy resistidas por la población. Ante la llegada del invierno, dentro de muy pocas semanas, el continente atraviesa una situación crítica. Austria en confinamiento estricto nuevamente, Alemania tiene récord de casos. Italia implementa restricciones, mientras que Rumania cuenta con más de 600 muertos por día, una cifra 17 veces mayor a la de Alemania. En este contexto, prácticamente todos los miembros de la Unión Europea están utilizando el pasaporte sanitario de manera obligatoria para poder asistir a conciertos, salir a cenar, o viajar en transporte público. Más allá de la cuestión sanitaria, el gran problema, especialmente, es social.
La pandemia vuelve a atacar de forma furibunda por culpa de los movimientos antivacunas. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), durante el invierno europeo morirían medio millón de personas si la situación no se revierte.
En países como Italia, especialmente en regiones donde la extrema derecha tiene particular inserción popular, florecen los movimientos contrarios a la vacunación, que consideran como una cuestión de “libertad”. Algo similar sucede en países ex comunistas de Europa del Este, como Rumania, Polonia, o la misma Rusia, donde existe una gran desconfianza de los ciudadanos hacia el Estado.
Todos los fines de semana hay protestas, muchas veces violentas, en ciudades italianas como Milán y Roma. El escenario es particularmente grave en regiones como Trieste, al norte del país: allí hubo una fuerte oposición al uso del pasaporte sanitario, alegando que violaba el “derecho al trabajo” de los italianos. Por estas horas, la región está viviendo un rebrote de proporciones: hay más de 1.000 infectados diarios y todos los centros de salud se encuentran colapsados. Si bien el virus en mayor medida afecta a los no vacunados, es suficiente para inutilizar todos los hospitales. Por ello, la situación preocupa a toda la población.
El pasado fin de semana, se produjeron protestas masivas en Rotterdam, a partir de nuevas medidas que iban en la dirección de un cierre parcial. El gobierno de Países Bajos había anunciado el 12 de noviembre nuevas restricciones, entre ellas el cierre del país a partir de las 20:00 horas, además de exigir en más cantidad de lugares el pase sanitario. Además, Mark Rutte, el primer ministro, anunció la implementación de la medida 2G, que ya se utiliza en Alemania. Esto significa que únicamente las personas que estén vacunadas o que hayan superado la enfermedad pueden ingresar a eventos públicos como festivales, conciertos, o espectáculos deportivos. Además, solo se puede acceder a cines, gimnasios, o teatros teniendo el pase covid, lo que es muy resistido por sectores de la población.
Al igual que en Italia o Alemania, en los Países Bajos son cada vez más los jóvenes que realizan encuentros masivos para contagiarse y evitar vacunarse para utilizar el pasaporte sanitario.
Alemania también está viviendo una situación dramática, con nuevas restricciones, y Angela Merkel en sus últimas semanas como Canciller. De acuerdo con el ministro de Salud alemán, Jens Spahn, la actual ola “no es como las anteriores, no es masiva, afecta principalmente a los no vacunados”. Spahn también aseguró que para el final del invierno “todos los alemanes estarán vacunados, muertos o recuperados”. En Alemania, al igual que el resto de Europa, el problema no es la falta de vacunas, sino los grupos contrarios a utilizarlas y su influencia en distintos sectores de la población, especialmente en las regiones donde la extrema derecha tiene mayor aprobación y éxito electoral. Además, una Merkel que se encuentra en retirada contribuye a que el poder político no sea capaz de implementar medidas más duras y efectivizar su cumplimiento.
La libertad es un concepto mal entendido cuando se utiliza para perjudicar al resto de la sociedad. El discurso que esgrime la extrema derecha, junto a los movimientos antivacunas y también algunas expresiones marginales de izquierda contrarias al Estado, están causando cientos de muertos diarios en un continente que nuevamente vuelve a ser el centro de la pandemia. Lo que sucede en Europa debe servir de ejemplo al resto del mundo, especialmente donde hay sectores contrarios a la vacunación.
A diferencia de las primeras olas, cuando no había manera de prevenir ni erradicar la enfermedad, esta vez los rebrotes suceden por “elección” de los mismos infectados. Los discursos populistas de extrema derecha que llevan al odio en su centralidad, a la “libertad” llevada al paroxismo y el anti cientificismo como bandera están provocando una tragedia humanitaria donde no se avizora muy bien el final. Los gobiernos deberán hacer todo lo que esté a su alcance para evitar que esta problemática se siga extendiendo. En caso contrario, toda la humanidad seguirá sufriendo los efectos de las dos peores pandemias de los últimos cien años: la del covid y la de la desinformación.