El gabinete de guerra de Israel delineó sus próximas acciones contra Irán con una frase de impacto: «responderemos en la forma y en el momento que elijamos». Esta declaración de Benny Gantz, líder de la oposición convertido en parte del gabinete tras los ataques de Hamás en octubre, subraya la unidad entre Israel y sus aliados occidentales. Gantz enfatizó la solidaridad internacional: «Israel contra Irán, el mundo contra Irán. Éste es el resultado. Es un logro estratégico que debemos aprovechar para la seguridad de Israel». Sus palabras no descartaron la posibilidad de nuevos ataques contra objetivos iraníes, incluyendo la opción de un primer ataque abierto dentro del territorio de Irán, una táctica que Israel utilizó previamente en su confrontación con el programa nuclear iraní mediante ataques cibernéticos y la eliminación selectiva de funcionarios y científicos.
No obstante, por lo pronto, esto está descartado por expreso pedido de Joe Biden. Sin embargo, Israel, el martes posterior a los ataques, eliminó a tres altos comandantes de Hezbollah.
Esta reciente escalada de la guerra en Medio Oriente viene desde el ataque israelí contra el complejo de la embajada de Irán en Damasco. El bombardeo del 1 de abril resultó en la muerte de un general de alto rango, su segundo al mando y varios asistentes. La decisión de llevar a cabo este ataque no fue coordinada con los estadounidenses, lo que sugiere que Israel consideraba que eliminar a altos comandantes de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán (CGRI) justificaba el riesgo.
Aunque Israel afirmó que la presencia de altos oficiales militares en una instalación diplomática justificaba el ataque, Irán interpretó el bombardeo como un ataque dentro de su propio territorio. A pesar de las advertencias recibidas por Israel, Estados Unidos y sus aliados, Irán optó por iniciar el contraataque utilizando drones de baja velocidad en lugar de misiles balísticos supersónicos, manteniéndolos en las pantallas de radar durante horas mientras se dirigían hacia sus objetivos.
El sistema mundial actual se encuentra en un estado de falta de orden, caracterizado por el declive del sistema liberal que surgió después de la segunda Guerra Mundial y se consolidó tras la caída del Muro de Berlín. En este caos incipiente, surge una pregunta crucial: ¿cuál será el próximo paso? En Oriente Medio, las tensiones entre Irán e Israel representan una de las mayores amenazas para la estabilidad regional, con posibles consecuencias catastróficas. La historia de ambos países está marcada por conflictos y diferencias profundas, tanto ideológicas como religiosas. Desde la Revolución Islámica de 1979 Irán se convirtió en una república teocrática, mayoritariamente chiita, mientras que Israel se presenta como una democracia judía. Estas discrepancias fundamentales alimentan percepciones negativas y tensan las relaciones bilaterales.
Irán e Israel han desempeñado roles cruciales en diversos conflictos regionales, incluyendo la guerra civil siria y el conflicto israelí-palestino. Sus acciones y políticas en estas crisis tienen importantes implicaciones para la estabilidad y seguridad en Oriente Medio. Las diferencias ideológicas y religiosas entre ambos contribuyen a estas tensiones, con Irán considerando a Israel como un estado ilegítimo, y a Israel percibiendo a Irán como una amenaza existencial debido a su respaldo a grupos militantes anti israelíes en la región.
Estas tensiones determinan las alianzas regionales: Israel estableció relaciones con Estados árabes suníes, en parte como respuesta a la influencia de Irán y sus aliados, como Hezbollah en Líbano y el régimen de Assad en Siria. Por otro lado, Irán fortaleció sus lazos con movimientos y grupos islámicos radicales que comparten su hostilidad hacia Israel, como Hezbollah y Hamas.
Israel considera a Irán, con su programa nuclear y su respaldo a grupos militantes anti israelíes, como una de las principales amenazas para su seguridad; lo que llevó a Israel a adoptar una política de confrontación y contención, incluyendo ataques selectivos en territorio sirio para evitar la transferencia de armas avanzadas a Hezbollah.
Irán, por su parte, ve a Israel como un obstáculo para sus ambiciones regionales, y expresó su apoyo a la resistencia palestina y grupos anti israelíes.
Ante este panorama tenso y complejo, un enfrentamiento armado directo entre Irán e Israel tendría consecuencias desastrosas para toda la región de Oriente Medio. Además de causar un sufrimiento humano incalculable y una destrucción generalizada, tal conflicto desestabilizaría aún más la región, exacerbando las tensiones sectarias y alimentando el extremismo. Más allá de las diferencias religiosas, es importante recordar que condenar moralmente a los seguidores de toda una religión por las acciones de un Estado es ignorante como malintencionado. Esta reflexión es aplicable tanto a Irán en el contexto del Islam, como a Israel en relación con el judaísmo, así como a cualquier país occidental que haya cometido atrocidades en nombre del catolicismo u otra fe oficial.
La islamofobia y el antisemitismo, al igual que cualquier forma de prejuicio religioso o cultural, no sólo son injustos, sino que también desvían la atención de las verdaderas causas de los conflictos. Las guerras suelen ser impulsadas por intereses económicos y geopolíticos, no por diferencias religiosas o culturales.
La comunidad internacional debe tomar medidas urgentes para evitar un conflicto armado directo entre Irán e Israel. La diplomacia, el diálogo y la búsqueda de soluciones pacíficas son fundamentales para evitar una escalada que podría tener repercusiones globales. La estabilidad y la seguridad en Oriente Medio dependen de la capacidad de todas las partes involucradas para resolver sus diferencias de manera pacífica y constructiva. En la actualidad, ni Estados Unidos, ni China ni Rusia se beneficiarían de otro foco de conflicto en Medio Oriente. Queda por ver si Tel Aviv y Teherán también lo reconocen así.