Los tarjeteros
Hace algunos días, desde la Fiscalía del Cibercrimen alertaron sobre el robo de información sensible del home banking de gente desprevenida, que es contactada vía mail por estafadores que envían mensajes falsos con membretes de bancos oficiales. Por supuesto, con diferentes excusas, piden datos personales, códigos y claves que inmediatamente usan para «ordeñar» las cuentas de los damnificados.
En realidad, estos fraudes son el resultado del ingenio delictivo en tiempos de pandemia. Claro que antes del coronavirus estas maniobras (remakes del cuento del tío”) se hacían por teléfono, o consiguiendo la información con la complicidad de trabajadores infieles de algunos comercios.
Ahora en la Cámara Décima del Crimen se harán los alegatos en un juicio a una banda integrada por 16 familiares y conocidos, una especie de Pyme de amigos. Los presuntos cabecillas son Jonhatan Borisonik, su hermana Georgina, pareja al mismo tiempo de Walter Achaval, y Hector Bernardi. Según la acusación, cometieron 48 estafas, la mayoría con compras on line de clientes del Banco de Córdoba. Las defraudaciones, por miles de pesos, fueron cometidas mayormente durante el año 2018. En Tribunales, esta causa judicial es conocida como la de «los tarjeteros».
Más allá de la sangre
El antiquísimo dicho «la sangre tira» es una marca cultural, que denota la importancia que siempre han tenido en nuestra sociedad las relaciones de parentesco genético, gusten o no. Bien lo contaba el querido Luis Landriscina: «Los amigos se eligen, a lo parientes te los pone Dios y te dice: ahí están, son suyos».
En la Cámara Octava del Crimen harán próximamente un juicio que puede marcar una bisagra en la jurisprudencia argentina. Se trata de un parricidio ocurrido el 16 de mayo del 2019, en Alto Alberdi.
Según la acusación, Lucas Ribotta mató a su padre adoptivo, Víctor Ribotta, de 65 años, a quien le debía dinero y con quién mantenía una tensa relación.
Tras apuñalarlo varias veces en el pecho, ensayó una coartada cuasi infantil, que apenas llegó a confundir a los vecinos e investigadores. Salió a la esquina de las calles Espora y Félix Ferreyra, gritando que un desconocido había asesinado a su padre. Todo esto, mientras en el interior de la vivienda se registraba un incendio, provocado por él mismo, evidenciando una mínima planificación de su obra macabra.
Sin embargo, la discusión jurídica que se planteará en el proceso es sobre la condena que eventualmente impondrán a este muchacho, de 36 años. Ocurre que la legislación sostiene que solo se puede condenar con cadena perpetua si la relación es sanguínea; mientras que, cuando es adoptiva, solo se puede aplicar el homicidio simple, que tiene un máximo de 25 años de prisión.
De todos modos, y a la luz de los últimos cambios en el Código Civil, el fiscal Hugo Almirón pedirá que se equipare esta relación adoptiva a una sanguínea, y que Lucas Ribotta reciba la máxima condena.
Si así lo consideraran los jueces, sería la primera vez en Argentina que se produzca esta novedad judicial en un fallo que, sin dudas, será revisado por el Superior Tribunal.
Aunque a veces las leyes parezcan frías y duras como una piedra, las interpretaciones también cambian y se modernizan. En este caso, para ir más allá de la sangre.