El ex juez federal Ricardo Bustos Fierro protagonizó la semana pasada un episodio inédito que ruidosamente sacudió la modorra veraniega y que volvió a poner en evidencia cuales son los pasatiempos preferidos de algunos magistrados interesados en cuestiones que poco y nada tienen que ver con una Justicia respetable y, más aún, a ya cuarenta años de recuperada la Democracia. Tras haber obtenido una prórroga de cinco años en su cargo durante el gobierno de Cambiemos junto a su par María Servini de Cubría, el pasado 24 de enero se cumplió finalmente su mandato y, finalmente, a los 87 años Bustos Fierro pasó al bando de los jubilados. Sin embargo, y para sorpresa de muchos, el 1º de febrero el ex juez concurrió a su despacho como si nada hubiera cambiado y como lo hizo durante casi tres décadas, con la excusa de que el presidente Alberto Fernández no había firmado su renuncia ni la había publicado en el Boletín Oficial. Según se supo, la intención era seguir hasta el 10 de diciembre.
Rápidamente se generó un desagradable culebrón, ya que el argumento era inválido y Bustos Fierro estaba cometiendo un delito al violar el artículo 246 del Código Penal, que prevé una condena de un mes a un año de prisión para el funcionario que continue ejerciendo un cargo tras haberse confirmado su cesantía. Además, desde el Gobierno nacional, confirmaron que nunca hubo ningún pedido del ex magistrado para continuar hasta fin de año. Como si fuera poco, cuando regresó a su ex oficina del Juzgado Federal 1 para firmar y resolver, ya estaba el juez de Bell Ville Sergio Pinto, designado por la Cámara Federal como subrogante, salvo en el caso de las cuestiones electorales que estarán a cargo del juez federal dos Alejandro Sanchez Freytes. Así las cosas, hasta el viernes, cuando le quitaron la firma digital, este juzgado tenía tres jueces.
Por supuesto, lo ocurrido tuvo derivaciones varias y en el anecdotario quedará como un berrinche narcisista incomprensible e inadmisible, pero también una actuación muy dubitativa y zigzagueante de la Presidenta de la Cámara Federal, Graciela Montesi, quien se demoró demasiado en ordenar tanto desatino.
En definitiva, lo sucedido está muy lejos de la Justicia que nuestro país merece y necesita, y por la que trabajan muchos funcionarios honestos y capaces. Para quienes apuestan al conventillo, en cambio, fue un machucón más…fue otro bochorno.