¿Otro perejil?
El perejil es una aromática tan noble, rica y sana que puede acompañar a casi todas las comidas. Originario del sur europeo y del Mediterráneo, es un símbolo de humildad y cercanía, tanto que en la mayoría de las verdulerías se regala como un gesto fraterno. Sin embargo, en la jerga judicial y policial, un «perejil» es un inocente acusado arteramente en un delito para tapar a los verdaderos culpables.
Por estos días, en Río Cuarto, se lleva adelante el juicio por el crimen de Nora Dalmasso, con el viudo Marcelo Macarrón como sospechoso de haber pagado a un sicario no identificado para consumar el hecho. Sin embargo, en algún momento se lo involucró al pintor Gastón Zárate, quien vivió un calvario de cuatro años hasta que la vehemencia del reclamo popular logró salvarlo de las garras de quienes pretendían condenarlo por un crimen que no había cometido, y así darle impunidad a los verdaderos autores del asesinato.
También por estos días, en los tribunales de Cruz del Eje, se vuelve a plantear una historia que puede ser parecida. Lucas Bustos es un albañil sindicado como el abusador y asesino de Cecilia Basaldúa. A la investigación la hizo la fiscal de Cosquín Paula Kelm y según los familiares de la víctima y los querellantes, Bustos no tiene nada que ver con el aberrante hecho. Insisten en que los criminales son otros y que la investigación se debe hacer de nuevo. Tratándose de un juicio con jurados populares, será clave lo que puedan resolver estos representantes del pueblo. También será fundamental saber si el fiscal acusador Sergio Cuello sostendrá o no la acusación, que por abuso y homicidio criminis causae prevé la única condena posible de prisión perpetua. Lo cierto es que hasta que todo esto se aclare la pregunta está abierta: …Lucas Bustos… ¿es otro perejil?
El sistema
El lunes terminó en la Cámara Quinta del Crimen el juicio por el suicidio de Nicolás Fernando Peralta, de 16 años, en el Complejo Esperanza, el 1 de mayo del 2015. Cinco guardias y tres autoridades fueron juzgados por homicidio culposo y omisión de deberes de oficio, acusados de castigar al menor que ya tenía intentos de suicidio recluyéndolo en una sala de reflexión, en la que con una sábana Nicolás consumó su muerte. El reproche era básicamente no haber tomado los recaudos necesarios para evitar el fatal desenlace de la situación, que de algún modo era previsible.
La mayor condena fue para el responsable de gestión del Nuevo Sol, Fabián Mendoza, de 2 años y 6 meses de prisión en suspenso. Otros 5 guardias fueron condenados a pagar una multa y a una inhabilitación de 10 meses para trabajar con menores en conflicto con la ley penal. Finalmente, los otros dos jerárquicos imputados fueron absueltos. El Tribunal nada resolvió sobre algunos pedidos hechos durante los alegatos sobre la responsabilidad de la Senaf (Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia) o de la jueza de menores Nora Giraudo, quien se habría demorado en ordenar una liberación de prueba de Peralta.
Sin dudas, trabajar con niños y jóvenes -y más en estos tiempos de tanta marginalidad- no es nada sencillo. La sociedad y los medios de información miran para otro lado y sólo se ocupan cuando algo malo sucede. La verdad es que los distintos eslabones de la cadena de contención y ayuda muchas veces flaquean por distintos motivos. Para la familia de Nicolás, su muerte era evitable y el abogado querellante Mauro Ompre fue categórico al respecto. En este caso no hubo negligencia sino desidia y falta de interés en cuidar al menor en riesgo. Según afirmó, el adolescente murió no sólo por desatenciones de los guardias, también por culpa del sistema.