Mi vida es un tetris. Debo acomodar no solo horarios, sino ocupaciones y encuentros. No me gusta que se mezclen mis diferentes vidas. Disfrutar de las pequeños placeres de la vida, con tranquilidad, es un arte.
De día traje ceñido. Maletín.
Conservar un semblante luminoso para realizar las visitas a los diferentes consultorios médicos. Transmitir una imagen atractiva ante las secretarias, me otorga el privilegio de esperar lo menos posible. Tener un presente a mano, que ellas saben agradecer, alguna crema cosmética anti-age o un chocolate, son infalibles.
De noche, saco sport, más informal sin perder la elegancia. Con las manos libres, exhibiendo el rolex como un cebo infalible, recorriendo bares, buscando la sonrisa que pretenda una noche generosa. Que sea amante del disfrute y se deje llevar. Hay que observar, desarrollar el instinto de supervivencia, para captar la que mayor resistencia presente. Todas llevan escondido dentro, en lo más íntimo de su ser, el cuentito de la cenicienta, todas quieren esperan ser salvadas y rescatadas del infierno de la mediocridad.
Pero sea de día o de noche, pulcro, estilizado, como Richard Gere.
Es de noche, encaro para el Kythum. Es cuestión de esperar. La paciencia es un don que se conquista con el tiempo y de aprender a dominar las pasiones. La noche puede ser generosa o convertirse en una trampa. Eso me gusta. Por un poco de pastillas y alcohol las pendejas hacen cualquier cosa. Son presas de una noche.
Salió una petisa bastante bonita. Pelo castaño, vestido blanco pegado al cuerpo y corto. Se dirigió en dirección al quiosco de la otra cuadra. Volvió con un agua mineral y fumando. Por su postura y actitud me da la impresión que espera a alguien.
Le pregunto al trapito y me dice que aguarda un uber. Me acerco con el auto, pero ni me registra, así que sigo de largo. Fui a Two Night, a unas cuadras, para ver si encontró otra cenicienta. No hay un nivel aceptable. Muchas cascarudas. Me dan la impresión que salieron de una comparsa.
Cuando regreso para Kythum la flaca es otra, se encuentran afectada por alguna substancia. No había pasado ni media hora. Esta vez me miró. Me detuve y se subió al auto. Tenía la nariz con imperceptibles partículas blancas. Ni bien se sentó se puso a llorar.
Me doy cuenta que está montando una escena, eso me reconforta. Le pregunto qué le pasa y ella mirando hacia afuera dice:
— Por favor ayudame, me hicieron algo feo.
Me empieza a contar que su mejor amiga, se encamó con su prometido. Que el maldito la dejó hace un mes. Además me dice, que la traidora le hizo un gualicho para hacerla sufrir. Me pidió merca, no tenía. Le ofrecí pastillas. Se tomó dos. Nos fuimos al Sheraton. No soporto la mugre de los telos, necesito un lugar con distinción e higiene. El servicio del Sheraton o del Garden que quedan frente del Parque 9 de Julio, son los que más disfruto.
Después de coger, mientras fumábamos, me contó que una noche la quisieron subir a un auto. Le miré los brazos, a la altura donde se flexionan, tenía algunas marcas, pequeños moretones violáceos. Cuando le contó a su novio no le creyó. Y cuando fue a la policía la trataron como una prostituta. Había sido hace mucho, cuanto tenía 15, pero la seguía afectando. No volvió a llorar. Solo me pidió que la hiciera sentir algo fuerte. La di vuelta, le puse una almohada en la cabeza y se la medí fuerte por atrás. Se la bancó.
Cuando sentí su último suspiro me tiré con todo mi peso encima suyo. Sus piernas se movían atolondradas y sus manos simulaban alas queriendo volar. Fue cuestión de segundos hasta que dejó de moverse.
Me quedé unos segundos encima de ella. Luego me fui a bañarme. Desde el espejo de la ducha podía ver su cuerpo descansando entre las sábanas. Me pedí a la habitación unas ostras y un champagne. Necesitaba comer algo antes de limpiar, me esperaban unas horas largas.
El martes siguiente, por la noche, cuando volví al Kythum, se me acercó el trapito. Me miró como se mira a los patrones, inalcanzables, y me preguntó qué había pasado con la chica, haciéndose el boludo. Yo también me hice el boludo.
— Nada que te importe, le respondí, seguí piola con lo tuyo.
Federico M. Soler
(San Miguel de Tucumán, 1976). Psicoanalista distópico y escritor.
Recibió premios y distinciones por sus poemas y relatos en Tucumán, Mendoza y Buenos Aires.
Colaboró con artículos en las revistas virtuales Paco, Polvo (Buenos Aires) y el Ganso Negro (Tucumán).
Sus poemas y cuentos fueron publicados en antologías de nuestra provincia y de Buenos Aires. De reciente aparición, podemos destacar la antología virtual ¿De qué se ríe?, por editorial Bucarest (Buenos Aires, 2023), donde se encuentran algunos de sus relatos.
Tiene publicados los libros: Cuerpo liminal (El Ingenio Edita. Tucumán. 2017) de poesía y Las chupilas (Lago Editora. Córdoba. 2020) de relatos.
En Mugre, Federico Soler nos presenta una especie de asesino serial a través de una historia brevísima y sórdida con final retorcido e impactante.