I
1947 fue el año del nacimiento, en Córdoba, de Malena La Serna; su muerte se produjo el 4 de enero de 2021 en Buenos Aires. Durante unas cuatro décadas, porfiadamente, pintó sus obras.
Tarea que hoy queda testimoniada en centenares de cuadros, todos ellos ponen de relieve el inagotable devenir de sus búsquedas. ¿Qué ocurre en el transcurso de una búsqueda? Que el objeto buscado rehúye las alternativas de hallarlo.
Lo que se busca tiende a esfumarse, adopta ramificaciones y derivas no menos evanescentes, emite señales contradictorias, se parece cada vez más a un enigma indescifrable… Y, por si fuera poco, lo que busca la pintora, es decir MLS, ¿pudo finalmente descubrirlo a través de las intuiciones fulgurantes que condujeron su mirada hacia un insistente leit motiv? Un pálpito, ya que tiene una infinitesimal duración, ya que se repliega no bien surge; dentro de sus cuadros logramos establecer su cromatismo específico: el azul. Contrario sensu, el azul existe con una antelación que le pertenece sólo a la mirada de MLS; ella se empeñó en adueñarse de ese color cada vez que volvía, compulsiva o sigilosamente, a trasladarlo a la tela haciendo con su pincel movimientos ora lentos, ora raudos.
II
El azul aparece, como un reguero, en los cuadros de MLS. Mejor dicho, puede desaparecer, pero no en detrimento de sí mismo. Porque su autosuficiencia le concede la cualidad de no negarse a ser reemplazado por otros colores. En síntesis, MLS puede desviarse del azul, soslayar su uso, aunque sin abandonarlo. Una energía inclaudicable alimenta su relación con los matices del azul y con los empleados por algunos pintores durante una larga historia.
La enumeración incluye azul egipcio, azul cobalto, azul de Prusia, azul índigo, azul Francia, azul de la tiza de los tacos de billar, azul de la túnica que cubre a la virgen de la Anunciación pintada a los 20 años por Leonardo Da Vinci, azul veneciano de Canaletto, azul de los mantos de las madonnas renacentistas, azul de los trajes de los ángeles arcabuceros de la escuela cuzqueña del siglo XVII, azul aturquesado del vestido de Charlotte Dubourg retratada en 1882 por Henri Fantin-Latour, azul espiralado y frenético del cielo de La noche estrellada de Van Gogh, azul de Desnudo azul de Picasso o Matisse, azul con seis tonos en dégradé de El sifón de Emilio Petorutti, azul convulsivo como fondo de Las bestias de aquel infierno de Carlos Alonso.
La vida artística, siendo fundamental para MLS, giró alrededor de la duradera acumulación del azul en sus cuadros: un color contemplado en tantos otros ejemplos imprescindibles, destinados acaso a crear una versión inconfundiblemente propia. Entrañablemente propia, dos palabras igual de pertinentes, los cuadros de MLS así lo proclaman.
III
El azul buscado por MLS no subyace en algún lugar recóndito de las opciones cromáticas; quitando la negación a la fórmula de Gilles Deleuze, puede afirmarse que el azul se encuentra en su lugar.
Sus condiciones de visibilidad son aquellas que los temas, géneros, técnicas o escenas ofrecen a través de mutaciones y aplazamientos, de vuelcos y continuidades. Una sensibilidad, la de MLS, no por abarcadora menos crucial, convoca la omnipresencia del azul. Incluso omitiéndolo, si este fuera el dispositivo susceptible de mostrar su testaruda presencia. A veces, insinuado con un casi imperceptible y discreto trazo. O tal vez obedece a una lógica secreta que lo impulsa desde un ángulo del cuadro a cubrir pausadamente la totalidad de la representación.
A los anteriores acercamientos no resultan ajenas algunas descripciones. Éstas son portadoras del azul propagándose cuadro a cuadro con diversos y discordantes registros: autorretratos de MLS, bañistas en una playa, mujer con indumentaria vintage bajando de un carruaje, automóvil en una ruta, caballos desbocados arrastrando un landó, jinete en un sendero de montaña, mujer en una hamaca, piscina con forma circular, cuerpo cayendo al cauce de la Cañada, cuerpo precipitándose al vacío desde un acantilado, aves de rapiña y bestias salvajes devorando una presa, carruaje atravesando una montaña bajo un cielo relampagueante, cauce de un río, lobo entrando furtivamente a un jardín, inundación arrastrando casas, mujer llevando sobre sus hombros un cántaro, niño exhausto durmiendo sobre el lecho de la Cañada… Los puntos suspensivos no interrumpen la mención de otras obras. Reiteran, en cambio, esta observación: en muchas pinturas el azul no fue utilizado, lo cual no significa que se debilita o se aquieta, tampoco se clausura. Siempre accederá a cuadros que vuelven a recibirlo con una espontaneidad que no oculta su imposibilidad de sustituirlo.