Con reflexiones sobre la literatura como un arte pero también como un trabajo para solventar la vida, los vínculos, el amor convencional y la enfermedad, los «Diarios» de Katherine Mansfield -recuperados y traducidos por Chai Editora en una edición cuidada y pensada para potenciar el texto- recuperan la voz, la sensibilidad y el mundo interior de una autora que edificó su obra hace más de un siglo, pero que tiene potencia y lucidez contemporánea.
Mansfield (1888-1923), a quien Virginia Woolf no dudó en calificar como «dueña de una inteligencia extremadamente sensible», nació a finales del siglo XIX en el seno de una familia acomodada de Nueva Zelanda, pero sedienta de un mundo cultural que no encontraba en la colonia, logró que sus padres la enviaran a estudiar a Londres, donde conoció la música, los círculos literarios de la época y la introspección. Tras regresar a su país natal de forma involuntaria, se instaló definitivamente en Europa y construyó una obra de novelas cortas y cuentos en los que va desde la exterioridad sociológica de la época hasta una interioridad refinada de la sensibilidad femenina.
Apuntes (algunos crípticos), cuentos, fragmentos del devenir diario, cartas no enviadas y breves confesiones son el material del diario -el «pequeño libro de notas», como lo imaginó ella- que empieza en 1910 y que tiene una última entrada en 1914.
«Por mi forma de ser, en cuanto estoy con alguien más, automáticamente le doy consideración a su opinión y sus deseos, cuando en realidad no valen ni la mitad de la consideración que merecen los míos», se define en una entrada de febrero de 1915 y asegura que «vivida con otros, la vida pierde sus contornos».
«Es un libro que pensamos hace mucho tiempo. Siempre tuve ganas de publicarlo, pero por momentos sentía que no tenía mucha relación con nuestro catálogo, dedicado a autores contemporáneos que nosotros traducimos. Después de pensarlo mucho, me pareció que es un libro que sí interpela a la subjetividad contemporánea», cuenta Soledad Urquía, creadora junto a Santiago La Rosa del sello Chai.
Para dejar una marca de cómo llegó aquel libro fundamental a sus manos, Urquía le pidió a Fanti la introducción que acompaña la edición, un texto que es además una lectura profunda y personal de obra de Mansfield y sobre la vida de la autora «breve, intensa, caprichosa y riquísima».
Fanti también recupera en la introducción a la obra un fragmento de «Una inteligencia terriblemente sensible» en el que Virginia Wolf destaca la obra de Mansfield: «Pocas han sentido con mayor seriedad que ella la importancia de escribir. En todas las páginas de su diario, por instintivas y rápidas que sean, su actitud hacia su trabajo es admirable, sensata, corrosiva y austera. No hay cotilleo literario; nada de vanidad ni de celos».
La tercera mujer involucrada en el proyecto fue la traductora Florencia Parodi, quien ya había trabajado con Chai en su versión de «Insomnio» de Marina Benjamin. «Florencia tradujo la edición de 1927 de los Diarios y tuvimos mucho ida y vuelta. Como me sé parte de los `Diarios´ de memoria, había fragmentos que recordaba un poco distinto, pero ella es muy precisa y en todo tenía razón. Siento que hizo un trabajo muy coherente con la voz de Mansfield. Los diarios son una entrada a su psiquismo y dar con ese tono era complejo», cuenta Urquía.
Los «Diarios» también incluyen un texto inicial de John Middelton Murry, el viudo de Mansfield, quien recopiló las entradas del original que finalmente vieron la luz en la edición de 1927. «Para alguien como yo, que trabajé con ella la mayor parte de su carrera como escritora, que pasé a máquina, revisé la puntuación y critiqué sus cuentos mientras los componía, no decir nada acerca de un elemento de su naturaleza que, desde mi punto de vista, es una parte esencial de esa característica particular de su obra. Esta particularidad solo puedo describirla como pureza», la describe Murry y acota: «Como si la lente a través de la cual miraba la vida fuera de una nitidez total».