En este, por ahora el último libro de este prolífico autor que sabe desenvolverse muy bien en cualquier género, sean el ensayo, la narración, la novela, el comentario cultural, la nota de opinión política, el reportaje o la traducción; y luego de presentar “Algo que arde”, antología comprensiva de los 10 poemarios de su producción desde 1999 a 2020 y que editara la Universidad Nacional de Córdoba, nos entrega ahora, uno nuevo, al que titula “La lengua en el lugar del corazón”, publicado por Ediciones del Callejón.
Con razón
A través de 25 poemas, el corazón y su lenguaje, la manera de decirlo y de contextualizarlo, se metamorfosea y alcanza a consolidar un corpus que permite avanzar hacia múltiples sentidos, aunque podría pensarse, también, moldeado alrededor de una columna que vertebra lo esencial de uno mismo, sístole y diástole del ser; dado que desde las primeras estrofas se expone: “Adentro del corazón un relámpago/ agita la oscuridad, la transforma/ y suenan las cuchillas de la luz”.
A partir de allí, se enuncian distintos escenarios donde se despliegan variadas formas de nombrarlo y describirlo. Por ejemplo, un corazón dentro de un agua estancada, el corazón como morada o resultado, conclusión de sequedad y luna, un corazón que no sabe de silencios, otro, en medio del mar, otro, en un país de sal que atraviesa humedales y dolor, otro en el fondo de un río o en el medio de la selva o de la guerra. Igualmente, un corazón de cara al vino, un corazón en cruz atravesado, un corazón adentro de un teléfono celular.
Como en el devenir oscilante individual y universal, la escritura se contornea entre lumbres y sombras que retumban y bombean desde esa “recámara del odio y del amor”. Porque su latir y su herida no saben de silencios y “se busca una palabra pequeñita… Una palabra breve sin sonido/ una palabra muda sin vocales.”
Artesano riguroso, Calle talla palabras y sentires desde donde asoman delicadas pinceladas de belleza: “Un corazón no viaja/ es un muelle donde los camalotes/ ahogan toda posibilidad/ de aterrizaje o de naufragio”.
Aparecen sentencias acertadas y se dice: “Un corazón adentro de la música/ se conmueve con el ritmo del mundo”. “Es triste saber que la sed se termina cuando el desierto avanza sobre los huesos/ y la sequía agosta toda fuente”.
En la contratapa, Ricardo Di Mario señala que “el poeta muestra el hueco vacío de la ausencia y el reemplazo que parece imposible”. Subrayo otros versos en esa dirección: “Ella ya no te quiere corazón”. “Un corazón en medio del dolor…/ Infarto de la luz el dolor roto”.
Además hay párrafos de los se puede inferir una apuesta esperanzada hacia un nuevo inicio, libre y entregado a un comienzo posible, porque la sangre persiste y “Dar vuelta la página significa/ estrenar el corazón. Algo muere/ algo resucita. Algas del mar/ limpian la cara de la luna muerta”.
Un abismo donde caben la nostalgia y el quizás
El corazón es el primer órgano que se forma y el último en morir. Blaise Pascal dice que los grandes pensamientos surgen de allí, y René Guénon agrega que la intuición y la revelación brillan en su caverna. Los estudios simbólicos y las doctrinas esotéricas lo presentan como el trono del espíritu y la sabiduría del mundo.
Por su parte, la lengua es el “logos”, la clave de la comunicación, lo que facilitará la apertura de portales hacia los distintos sitios elegidos en donde aquél desarrollará sus facetas y moldeará sus discursos.
Lúcidamente, Calle afirma: “Bebe del fulgor que dejan los moretones en la carne blanca de la conciencia”. Se advierte que en su poesía nada se descuida ni sobra, no hay juego o proeza cerebral, sino lucidez y sobriedad detallista en cada vivencia que trasmite. Activa en su deseo, la lengua puja por manifestarse contundente: “Sumergido en la envidia, un corazón/ cuenta las sinalefas con desdén/ hurga sobre la rata muerta toda suerte de felicidad…”
Concisa y extremada, se vuelve un palpitar, un ir trabajando con la musicalidad de imágenes e ideas compaginadas prolijas y vivas en su sensibilidad: “Cuando no haya más sed, será la muerte/ una esponja de pavor en la lengua/ y la palabra un fleco de la nada”.
Pasando las hojas pueden distinguirse profundos conceptos, proposiciones que enaltecen la dicción: “En el sueño, el corazón es un sueño/ porción de niebla y de silencio. Llama en donde se consume la mañana”. El artífice se maneja con solvencia y con un bagaje cultural que lo respalda. Hay en sus composiciones, momentos logradísimos. Una alquimia equilibrada de ritmos, lirismo, pensamientos y metáforas que conforman su estilo armónico y perspicaz; notas distintivas del conjunto: “Un corazón en medio del dolor/ puede doler como un espejo frente a la maldición. Moneda herrumbrada/ adentro del cerebro que carcome/ sin apuro los vientos de la muerte…”
A puro cielo
En una de las líneas más virtuosas del libro, se lee: “Un corazón en cruz atravesado por la lanza y la espalda de los hombres” / “Todos somos Jesús alguna vez”. Entonces pienso al pastor de Galilea como un arquetipo en su condición de haber sido torturado, traicionado por los que reclamaban su crucifixión. Esa instancia se complementa con versos minuciosos: “Los dados multiplican el designio./ Hay juanes y marías que sollozan/ y lágrimas de judas que traicionan…/ Colgados de la incertidumbre, vemos cómo el amor sucumbe en las orillas”.
Por último, resalto una escena cargada de erotismo donde se perfila un horizonte magnífico que describe: “Las olas con sus lenguas en la playa/ lamen el borde ahíto de silencio/ como yo lamo el agua de tus piernas/ para sentir que tu sexo y mi lengua/ son el latido de la eternidad”. La voz de Leandro es una de las más notables, visibles y comprometidas de nuestro tiempo.
En el final del libro se dispara una pregunta que interpela a los lectores: “¿La lengua en el lugar del corazón”?