Hay profesiones y oficios de todo tipo, muchos de los cuales todos hemos visitado al menos una vez en la vida: un electricista para reparar un cortocircuito, un ceramista para comprar una pieza única, un zapatero para reparar esos zapatos que tanto usamos, o un parquizador para mantener el jardín en orden. Sin embargo, hay oficios que, aunque fascinantes, son mucho menos frecuentes en nuestra rutina cotidiana. En este reducido grupo se encuentran los luthiers, los maestros artesanos que se dedican a la construcción y reparación de instrumentos musicales de cuerdas.
A diferencia de otros oficios, el trabajo de un luthier no solo involucra la técnica y el conocimiento, sino también una profunda conexión con la música. Su habilidad para transformar madera y otros materiales en un instrumento capaz de emitir sonidos que tocan el alma es un arte que pocos comprenden en su totalidad. En este sentido, los luthiers no solo crean objetos, sino que también brindan la posibilidad de vivir experiencias sonoras únicas.
La profesión de luthier proviene del término francés “luth” (laúd), que hace referencia al antiguo instrumento de cuerda. Un luthier es un artesano especializado en la construcción, reparación y mantenimiento de instrumentos musicales de cuerdas, como guitarras, violines, violonchelos, mandolinas y otros. Hoy en día asociamos este término principalmente con instrumentos de cuerdas y percusión, aunque en sus orígenes un luthier podía trabajar con una gran variedad de instrumentos.
El luthier es tanto un técnico como un artista, ya que su trabajo no solo requiere conocimientos precisos sobre la mecánica del instrumento, sino también un sentido estético profundo, ya que cada instrumento tiene su propia sonoridad y puede ser modificado para alcanzar un sonido único.
En el mundo moderno, los luthiers siguen siendo esenciales, ya que muchos músicos, aún los más consagrados, prefieren instrumentos hechos a mano por expertos debido a la calidad, personalización y características sonoras únicas que pueden ofrecer. Además, el trabajo de los luthiers no solo abarca la construcción de instrumentos nuevos, sino también la restauración de instrumentos antiguos o dañados, lo que requiere un gran conocimiento histórico y una gran atención al detalle.
El oficio en Córdoba
Gerardo Roasso es un luthier cordobés de percusión y músico que recibió en su taller a Hoy Día Córdoba para hablar de este oficio que para muchos mortales es mágico y misterioso.
“Comencé a fabricar instrumentos por una tarea que me daba mi profe de batería, algo que me interesó muchísimo y empecé a perfeccionar con el paso del tiempo. Desde chico tuve docentes de los que atesoro sus enseñanzas al día de hoy. Marcaron mi vida de una forma muy especial. Con algunos nos seguimos viendo y somos amigos de los de verdad. Personas muy sensibles y comprometidas con la gente y el arte. En este rubro conocés gente increíble. Estudié música en el conservatorio provincial. Al ingresar me hacía falta un xilófono y no había algo al alcance de un estudiante, entonces averigüé cómo era el proceso de afinación y nos mandamos con unos amigos a afinarlo. Me ayudaron muchos colegas de otros instrumentos con afinadores y herramientas específicas. Después de eso comenzó un pedido tras otro y fui perfeccionando todo, el mueble, las placas, los tubos de resonancia y demás piezas necesarias”, cuenta entusiasmado Gerardo.

En medio de ese proceso de aprendizaje a Gerardo se le presentó una oportunidad única y desafiante: Pasó un tiempo y algunos colegas plantearon la necesidad de timbales sinfónicos. Hubo varios que se animaron a fabricar instrumentos de placas como xilófono, vibráfono, marimba, pero ninguno se animaba a los timbales, entonces me puse con eso. Trabajé con metales mucho tiempo y me permitió conocer grandes talleres que siempre dijeron “si, lo vamos a hacer, probamos lo que vos digas”. Con los timbales se abrió otro plano, nos empezamos a mover por todo el país. Los primeros fueron a Jujuy. Después fue una catarata de pedidos, muchos en Buenos Aires obviamente, pero hay timbales Gross (su marca) en Ushuaia, Río Negro, Chubut, La Rioja, Tucumán, Mendoza, Salta, Misiones, Chaco y seguro me olvido de alguna provincia. Aparte de las orquestas de escuelas, se sumaron orquestas privadas, universidades, conservatorios, teatros, empresas que alquilan, que ese es otro servicio que brindamos, además de reparación y restauración.
“Es difícil sostenerse, tenemos muchísimos inconvenientes con materiales y piezas. Los parches son importados, a veces no llegan, los pedidos son grandes y caros. En un momento vinieron los timbales chinos, por suerte no sonaban bien, jajajaja. Mi mercado es pequeño y exclusivo, no masivo como buscan las grandes empresas. Ojalá pudiéramos vivir solo de la luthería. Yo complemento con muchas actividades paralelas, como restauración, alquiler, accesorios como estuches, fundas, repuestos, desarrollo de piezas especiales y específicas”, explica Gerardo.
“A esta profesión entras por la música. Primero escuchas y estudias instrumentos. Si no hubiera estudiado en el conservatorio no hubiese fabricado percusión orquestal, a pesar de que me gusta más el rock. Es muy lindo compartir con profesionales y amigos todo esto, nos nutrimos y aprendemos de las necesidades del profesional. Hay detalles que solo el músico te dice y uno debe aplicar al instrumento, resolver las necesidades del instrumentista”, agrega Gerardo a modo de síntesis.
Otra voz, otros instrumentos
Hernán Rojo es luthier de cuerdas (guitarra contemporánea, eléctrica, viola, violín y violoncello) y desde el año pasado presidente de la Asociación Argentina de Luthiers.
A él le preguntamos – ¿qué es ser luthier?
“Es una pregunta demasiado amplia. Porque es ser artesano, medio relojero, medio urbanista, medio músico, medio psicólogo de los músicos. Hay que cumplir con un montón de cosas. Como todos los oficios, no es un trabajo, yo no lo vería como un trabajo. Los que estamos en el ámbito del arte y de la artesanía, así también como los músicos y otras expresiones artísticas, tenemos el gran beneficio de que hacemos lo que nos gusta. Entonces, estamos todo el día haciendo eso y no nos parece un trabajo. El cobro o el beneficio monetario que uno puede encontrar es consecuencia de lo que hace, es justamente eso, una consecuencia. Si bien vivimos de esto, hoy es una actividad como otras, donde se cumple un horario, en mi caso yo no vivo en el taller, entonces voy al taller, hago un horario en el taller. También doy clases de luthería, entonces combino la construcción de instrumentos, la reparación de instrumentos con las clases y entre todo eso uno se va haciendo de la economía en estos tiempos difíciles donde hay que arreglárselas. Hoy no tenemos tantos pedidos como teníamos en una época, donde uno estaba tranquilo haciendo un instrumento porque sabía que después de ese tenía pedido dos o tres más. Entonces uno iba haciendo, entregando y se dedicaba solo a construir. Esas épocas ya no son así, o por lo menos no en mi caso”, se explaya Hernán sobre la actualidad del oficio.
“Si tuviera que definir la luthería desde mi óptica -sigue Rojo-, diría que es ser una persona que tiene un oficio en el cual entran un montón de conocimientos técnicos de distintas áreas. Hay que saber técnicas de carpintería y de ebanistería. Hay que saber de acústica, hay que saber de física para saber cómo se comportan los materiales, cuáles son sus resistencias, qué materiales resuenan más que otros. Poder elegirlos, poder cortarlos de manera adecuada. Después hay una cuestión de sonoridad, de volumen, de afinación, de transmisión del sonido, de proyección de eso que también es toda una búsqueda que se va haciendo y que no se termina nunca. Yo empecé con luthería clásica, con la construcción de violines, cellos, contrabajos y justamente es clásica porque se repiten casi exactamente modelos históricos de instrumentos, en general de principios de 1.700”.
“Yo empecé por una nota que leí con un luthier (Franco Ponzo). En ese momento yo vivía en Buenos Aires y estaba esperando un turno, no me acuerdo si en el odontólogo, y en una revista vi una nota a un napolitano que había venido acá en los años 50 y que en ese momento se dedicaba a la construcción de violines y enseñaba el oficio. Fui a verlo de inmediato. A los dos días estaba estudiando con él y nunca paré. Mi formación siempre fue media por el lado artístico y técnico. Hice la secundaria en una ENET, que eran en ese momento las escuelas técnicas, pero dedicadas a las artes gráficas, donde había imprenta, fotografía, dibujo, técnicas de representación y ese tipo de cosas. Y después hice la carrera de diseñador gráfico. Trabajé un tiempito de eso hasta que me encontré con la luthería y ahí empecé con la construcción. Primero estudiando con Ponzo, después siendo un poco su ayudante en las clases y después ya fue una cuestión más autodidacta de seguir evolucionando, de conocer colegas que hacían cosas, de intercambiar información y eso”, cuenta Rojo sobre sus inicios en la luthería.
– ¿Cómo se compite con los instrumentos chinos?
– «Yo no pondría en el mismo lugar a la luthería con los instrumentos de fabricación en serie. Los instrumentos de fabricación en serie vienen a cumplir una necesidad que no está mal, porque que vos puedas comprar una guitarra o un violín que cumple con los requisitos básicos, no de calidad sonora, pero sí de tamaño y de afinación permite que mucha gente, muchos chicos principalmente, tengan el acceso a un instrumento para poder iniciarse en la música. Entonces como elemento de iniciación, los instrumentos chinos cumplen una muy buena función que nosotros no podríamos cumplir porque nunca podríamos hacer un violín o una guitarra por el costo que vale un instrumento chino. Para que tengas una idea, comprar una buena madera de calidad para hacer un violín cuesta 10 veces más que un violín chino con arco y estuche. Eso es una referencia directa a la calidad que puede tener ese instrumento. Entonces ese instrumento está muy bien porque permite que mucha gente tenga acceso a iniciarse en la música. Y después, si le gusta, si sigue y ese instrumento le empieza a quedar chico porque el músico supera el instrumento y el instrumento ya no le da lo que necesita pasa ahí a un instrumento mejor y en su tercer o cuarto instrumento llega el luthier a buscar el instrumento que va a ser para toda su vida. Entonces cada cosa cumple su etapa. Está bien, yo creo que no nos viene a sacar trabajo, viene a complementar una parte que nosotros no podríamos cubrir y no molesta.»
Los últimos acordes
En conclusión, la luthería, como oficio y arte, sigue siendo un campo fascinante y esencial para el mundo de la música. Aunque la producción masiva de instrumentos ha facilitado el acceso a muchos, la creación artesanal de estos sigue siendo invaluable, ya que permite a los músicos obtener instrumentos con sonoridades únicas y una conexión personal con su instrumento. La habilidad de los luthiers, que no solo dominan técnicas de carpintería, sino también acústica y física, les permite ofrecer piezas excepcionales que cumplen con las necesidades específicas de los músicos.
A pesar de los desafíos que enfrentan, como la competencia de instrumentos importados y los altos costos de materiales, los luthiers continúan siendo piezas clave en el panorama musical. Ya sea a través de la construcción de nuevos instrumentos o la restauración de piezas históricas, su trabajo sigue siendo fundamental para mantener la calidad y la tradición en la música. La luthería, por su parte, también está evolucionando, adaptándose a los tiempos modernos, pero siempre manteniendo su esencia de personalización y maestría artesanal. Sin duda, este oficio continuará siendo una fuente de innovación y pasión para quienes se dedican a él.
«¿Querés compartir tu experiencia o punto de vista? Envianos tu carta a redaccion@hoydiacordoba.info con tu nombre completo y DNI. Publicamos las voces de nuestra comunidad en la sección Hoy Comunidad.«