La música resuena en este libro de poemas de Julio Castellanos, es Gardel y Le Pera con su tango “Volvió una noche” que dice: “Y con una mueca de mujer vencida/ me dijo es la vida y no la vi más”, texto que figura como epígrafe de uno de los poemas y, de allí el título que anuncia el desasosiego del poeta, expresa el vacío de la soledad ante la ausencia de la amada que: “Me dijo es la vida”
El escriba se disgrega en cada verso y el yo del poeta es el poema, que emerge con profunda convicción, extrañamiento y testimonio existencial. Pero el lector se pregunta: ¿quién es la que enuncia el título? y descubrimos en los poemas que es ella, pero: “una de la otra y otra de la una y de sí misma”. Es entonces, la figura ausente que cobra cuerpo en el dolor y en el vacío de lo ido, pero que, sin embargo, vuelve y su presencia se entrelaza en las palabras de cada poema: “Se fue un día y volvió una noche” dice el poeta. En el dolor de lo que no está, en la nostalgia, la poesía revive en el ser que se consume y renace en cada verso, donde, como un pintor, Julio Castellanos dibuja el cuerpo de la ausencia del amor y la solidez de la materia en el inmaterial cuerpo de la poesía.
El poemario centra la mirada en una realidad cambiante, que, como dice el poema, “nace y se deshace” y la ambigüedad es el eje por donde se mira el mundo, o es el mundo que en su ambigüedad lo desconcierta. Allí, la mujer, como en otros inolvidables poemarios de Julio Castellanos, es el caleidoscopio que admite diversas miradas e interpretaciones, y es el motivo del dolor y la incertidumbre.
Es allí donde la palabra entra en combustión, como una hoguera en “esa furia elemental y dionisíaca, esa danza de pasión” y el poema dice: “verla como rápido desliz/ del yéndose de un tango que ya nadie toca/ pero que ella/ radiante y, sin embargo, baila/suspendida entre crecientes lejanías”.
El poemario se divide en tres apartados, en “Ambigüedad de la mirada” el poeta busca en su interior, descubre el rictus de la soledad y el silencio, el abandono del sueño por él soñado. Ahonda la búsqueda de una realidad construida de “imágenes que son y no son al mismo tiempo”, y agrega en el poema titulado Barba: “Cuando la previsible ilusión/ de aquel adiós se disolvió/ por las calles del adiós, como dice el tango”. El poeta se lamenta que, a pesar de su ausencia y su pedido, ya no se deja crecer la barba, pero dice: “por las hostiles arrugas que no cesan/ Ojalá me hubiera/ pedido no envejecer, me digo”. El humor o cierta ironía refuerza el sentimiento del tiempo inexorable, y la vejez.
En el segundo apartado “De la ambigüedad de lo mirado”, el poeta sale de su yo intimo y abre los ojos hacia una realidad que en sí misma es adversa, donde le otro es ella, diferente al ser soñado imaginado y señala: “el acusativo en realidad acusaba lo todo por no ser/ el objeto de lo que no es, ni será, ni habrá sido”.
Finalmente, en el tercer apartado, “De la solidez de la materia”, el poeta vuelve al génesis de su realidad, donde la vida transcurre con la presencia de los seres amados en el hogar, donde la madre, y expresa: “Debiéramos saber/ que la vida es, simplemente,/ un olvido momentáneo de la muerte”, y el padre como un espejo de sí mismo “cuelga aún de mis paredes”, un anuncio de la finitud, donde sólo queda el doliente vacío.
Y el poeta concluye este transitar entre palabras y agrega: “Materia que se evade y nos escribe/ con grafía casi incomprensible/ en la hondura de lo propio,/ ese hondor del ser, su declinante/ infernal belleza sin sosiego”.
“Me dijo es la vida” es un libro de poesías que conmueve, por el profundo contenido existencial y el significado filosófico que trasmiten cada uno de los versos, donde la mirada es la perspectiva, el lugar del ojo que contempla y vive y sobrevive a los avatares del amor y de la soledad: “del ser en el no ser, sonido ahuecado que fuimos,/ menciones inexactas, epitafio ronco”
El conflicto que plantea la realidad se materializa según la ambigüedad de la mirada porque “Lo que llamamos real/ sólo parece/ ser producto de un roce una fricción que nace y se deshace”, dice el poema “Propósito”, y agrega “Ficciones que quedan adheridas/ al azar de los cuerpos/ atravesados de nubes/ ausentes de razón, inciertos de sentido // Solidez de la materia hecha escritura”.
Como en toda la vasta obra de Julio Castellanos, la construcción poética es de exquisita perfección, las formas escapan a oscuridades innecesarias, se iluminan en recursos donde la metáfora adquiere lucidez y el uso de la repetición reafirma los sentidos. Este poemario, nos ofrece el asombro y la belleza. El autor, envuelve en bulto bello “la nostalgia de lo ido y un destino que en el aire fija y el aire mismo desvanece”.