Durante muchos años, la ¿desvergonzada? Sociedad Argentina de Escritores postuló para el Nobel de Literatura al empresario farmacéutico Alejandro Roemmers, que publicó algunos libritos que nadie leyó pero, a falta de lectores y reconocimiento literario, se mandó fiestas opulentas por todo el mundo; fotos que, a diferencia de sus libros, todo el mundo conoce.
Roemmers aún no ganó el Nobel de Literatura. Y difícil que lo haga. Pero hace tres años, un grupo de hombres y mujeres de letras postuló a otro hombre, a un verdadero escritor, ensayista, crítico, poeta y notable pensador que, pese a su obra magnífica, fue siempre ajeno y esquivo al mercado masivo. Noé Jitrik fue un maestro con mayúsculas y en 2022 fue propuesto a la Academia sueca para ser considerado al máximo premio internacional de letras.
El autor tiene una trayectoria imposible de ser resumida. Su inabordable capacidad intelectual, su militancia temprana, su paso y desencanto por el frondizismo, su vecindad con un joven Fernando De la Rúa (que se pasaba el día y la noche estudiando en su pequeño departamento) y también su notable relación con Córdoba.
Jitrik no sólo pasó por Córdoba. Se enamoró de una cordobesa y conformaron, por años y años, la pareja de escritores e intelectuales argentinos más longeva y reconocida del suelo patrio: ella, la gran Tununa Mercado. ¿Cómo llega Jitrik, el Nobel que no fue, a Córdoba?
Después de su paso por el gobierno de Frondizi y desencantado de aquella experiencia (en donde, si bien no escribía, orientaba y corregía los discursos del presidente), Jitrik se refugió en la ciudad pozo -que somos nosotros- y consiguió trabajo en la Universidad más antigua de la Argentina -que es la nuestra-.
A partir de esto comenzó a entablar relaciones con el agitado mundo cultural y político de aquella Córdoba en ebullición, tan distinta a esta Córdoba que es meseta necrológica. Aquella Córdoba de los ‘60 permitía la posibilidad de pensar mundos distintos, soñar horizontes de justicia y también, noches eternas en donde se dormía poco y se brindaba por lo nuevo que se estaba pariendo.
En esas noches y días Noé conoció a Tununa Mercado. O Tununa conoció a Noé y el escritor porteño y la escritora cordobesa conservaron durante más de medio siglo la sociedad y el amor, que los trajo cada verano a las sierras de Córdoba.
Tununa, escritora multipremiada y reconocida, era hija de uno de los más destacados dirigentes del Partido Demócrata, el ‘Negro’ José Antonio Mercado, aquel diputado que en protesta al peronismo estrelló su banca contra el piso -después la bronca se le pasó y visitó al General en el exilio-. El ‘Negro’ Mercado, uno de los últimos cuadros del verdadero liberalismo argentino, les abrió a Noé y a Tununa las puertas del universo político de Córdoba. Que incluyó, por ejemplo, una cena con el ex gobernador mediterráneo Santiago H. Del Castillo, un radical que al momento del encuentro recién volvía de Cuba, enamorado de Fidel y del ‘Che’, que como niño había crecido en la provincia que gobernaba el propio Del Castillo. Sí, un radical convertido al castrismo. Igual, la cena se recuerda no tanto por las charlas sobre la Revolución Cubana sino por el pollo incomible y duro que sirvieron en casa de Noé y Tununa. El pobre Santiago no pudo comer ni una pata.
Las historias de la pareja de escritores se multiplican en estas tierras. Las noches con Paco Urondo y David Viñas, la amistad cordobesa con los Garzón Maceda y Gustavo Roca -el hijo de Deodoro-, la cada vez más importante militancia que después los llevó al exilio -compartido con Manuel Puig, entre tantos otros-. Pero antes de aquello, la pluma de Noé describió en uno de sus últimos libros la sensación que le generaba nuestra Córdoba de los ‘60:
Perduran algunos paseos por la sierra, en particular hasta un río escondido, llamado De las terneras atadas, en Ongamira, demorado en un cañadón por el que soplaba un viento que levantó mi ánimo y me hizo pensar, o creer, que todo tenía un sentido, un presente luminoso, un mundo de gente bella y alegre, una bondad sin reparos.