El verano llega con una invitación a leer. Por alguna razón, las vacaciones (para quienes pueden disfrutarlas en esta época, pero también para quienes siguen con su rutina) generan la ilusión de que disponemos de más tiempo libre. Entonces, ahora podemos, ¿qué hay para leer?
El precio de un libro equivale, más o menos, a un par de kilos de carne. Y aunque la comparación no sea la más feliz en el marco de una cultura que pondera el asado por encima de otros placeres, puede servir para cuestionar la idea de que los libros están caros. En definitiva, la idea es curiosear en el mundo de las letras, apostar por la lectura a la sombra de un árbol, bajo la sombrilla, con los pies en el río, el mar o una palangana. Acá, algunas opciones.
Made in Córdoba
Casa rodante, la primera novela de Gustavo Oña, es un experimento literario fascinante. La historia se concentra en el vínculo del protagonista con su padre que, después de un accidente doméstico y asolado por la vejez, es llevado a un geriátrico. Con dosis de melancolía y dolor frente a la inminencia de la muerte, pero también con un sutil sentido del humor, los personajes se embarcan en un viaje imposible en el que se recuperan escenas de la infancia con los roles invertidos.
Ahora bien, la novela intercala entre capítulos pequeños anexos, pausas que interrumpen el relato para exhibir las distintas preocupaciones que atraviesan el proceso de escritura. La memoria se hace presente con una fuerza incontrolable, resignifica lo narrado; si no es el recuerdo, lo que aparece es la rutina, el presente, que propone interrogantes que interpelan al lector.
Entre la autoficción y el ensayo, Casa rodante propone distintos recorridos textuales y nos invita a repensar los relatos que van definiendo nuestra identidad. “escribí que la historia de uno es una construcción, que uno es un mediador, que a veces escribir es el ejercicio para aprender a gritar sin hacer ruido, que estamos atravesados de historias y que somos, a veces, el discreto sector que podeos contar de eso”.
Otra opción es La oportunidad perfecta de Augusto Porporato. Este policial distópico explora una ciudad en proceso de reconstrucción y atravesada por una ola de suicidios. Poco se sabe de los pormenores que llevaron al nuevo orden, pero lo cierto es que el gobierno de la Organización ha desplegado un sinfín de estrategias para eliminar a todos aquellos sujetos que, bajo el concepto de Indeseables, no tienen lugar en la sociedad.
El problema surge porque nadie sabe a ciencia cierta quién integra las listas. Al principio de la novela, y con claras referencias a novelas de Bioy Casares y Antonio Di Benedetto, pareciera que el colectivo que se persigue son los ancianos. De allí que, quienes acaben con su propia vida, sean mayores. Sin embargo, Porporato especula que, en un Estado paranoico, que detenta el control casi absoluto de los recursos tecnológicos y humanos, cualquiera puede ser el enemigo: homosexuales, padres primerizos, ancianos, estudiantes de humanidades.
En este marco, un periodista de la sección Policiales deberá averiguar los pormenores de la muerte de Argos, un profesor de Letras. ¿Se trata de un asesinato o de un suicidio? El miedo y la sospecha acompañan cada tramo de una investigación en esta novela breve y cargada de interrogantes.
La última de Magnus
En Continuidad de Emma Z., Ariel Magnus hace un recorrido por la obra de Borges para desglosarla, problematizarla, tensionarla. ¿Y si la Emma Zunz hubiese existido en la vida real? ¿Y si su historia, tal como está escrita, fuese apenas el principio de un relato mayor y desconocido hasta el momento?
La novela juega en varios niveles intertextuales, de manera que la realidad y la ficción se funden en un mismo relato. Recorren sus páginas distintos autores de la literatura argentina (desde Roberto Arlt a Martín Kohan) transformados en personajes singulares. El propio Borges se revela diferente a lo que resuena en el imaginario colectivo cuando, por ejemplo, guiona diálogos de fútbol para la película Días de odio de Torre Nilsson (basada en el cuento “Emma Zunz”). Como dice el director:
“[A Borges] Le encanta el fútbol. Pasa que como es un deporte peronista, jamás lo va a admitir en público. Fijate, sin ir más lejos, en El Aleph, que es redondo como una pelota, y contiene todo el universo.
Con el delirio necesario para reescribir un relato icónico, Magnus hace gala de la irreverencia borgeana. Dato de color: la publicación de la novela debió esperar a que la desaparición física de la viuda del autor, quien, al parecer, no estuvo de acuerdo con su edición.
Y para entender estos tiempos
La piedra de la locura de Benjamín Labatut es un ensayo breve y contundente acerca de las coordenadas que rigen el presente. El autor de Maniac reflexiona acerca de la falta de certezas que acompañan nuestras prácticas. En un mundo saturado de avances tecnológicos, con realidades virtuales que impactan en nuestras prácticas reales y donde la información se vuelve incierta, crece la sensación de que nada tiene sentido.
Apelando a la aterradora literatura de Lovecraft y la ciencia ficción más oscura de Phillip Dick, el autor habla de los peligros que acarrea la falta de certezas. Si las ciencias duras, la física y la matemática, no pueden negar lo impredecible; si irremediablemente, como humanidad, hay cuestiones que escapan de nuestro control, el caos se revela en toda su naturaleza.
Sin dios y sin ciencia, habitamos un momento bisagra. “Una deidad trágica que ostenta el poder absoluto pero que carece de comprensión en eso nos hemos convertido los seres humanos en el siglo XXI. Y si ese es nuestro Dios, explicaría por qué el caos y la irracionalidad se han transformado, de súbito, en caminos para adentrarnos en el mundo. También explicaría por qué peligrosos lunáticos han vuelto a encumbrarse como nuestros líderes.”
El libro de Labatut es una invitación a pensar alternativas para recuperar los lazos sociales, opacados por el vértigo individualista. Pero si las altas temperaturas no nos predisponen a estos asuntos, las opciones anteriores pueden resultar atractivas.