Ante la obligación de trabajar en remoto” que ha impuesto la lucha contra la pandemia del coronavirus, muchas de las empresas, grandes y pequeñas, de no sólo han enviado a sus empleados a hacerlo desde sus casas, sino que han anunciado que esta situación podría mantenerse en forma permanente, una vez superada la crisis viral. Inclusive en la cresta de la ola de la avanzada tecnológica, en Silicon Valley, California, donde tienen sus sedes las principales marcas de la nueva era industrial. Puede llevar a un cambio cultural, en el que ese ecosistema central en el mundo de hoy se puede transformar y perder parte de su ser, o de su manera de ser (aunque, de hecho, era una tendencia que ya estaba en curso). Una vez más, la pandemia sirve de acelerador, con lecciones para todos.
Microsoft anticipa el teletrabajo hasta octubre, por lo menos, mientras Google alarga esta visión hasta principios de 2021. Twitter anunció a sus empleados que podrían seguir trabajando desde casa. A Twitter, Square, Coinbase, Box y Shopify, entre otros, se le ha añadido Facebook, anunciando un cambio hacia más trabajo en remoto, que ven como positivo, aunque se requerirá nuevas herramientas y técnicas para gestionarlo. Empiezan, por otra parte, a multiplicarse las start-ups” cuyos socios piden que no monten siquiera oficinas, y que los emprendedores se alejen de Silicon Valley para abaratar costos. Todo un cambio de mentalidad, cuando hace unos años era imposible conseguir financiación sin instalaciones en la zona, sin ir por los despachos de la famosa Sand Hill Road, el Wall Street de Silicon Valley.
En buena parte, todo esto es posible porque algunas de estas empresas inventaron los instrumentos que han hecho viable el trabajo en remoto, y lo harán aún más. No solo la Internet de alta capacidad, sino la computación en la nube”, esencial para poder hacer lo que se está haciendo. Amazon –y luego otros– cambió la realidad al alquilar sus servidores, permitiendo a cualquier persona o empresa en el mundo, con muchos menos recursos, lanzar un servicio web de calidad y estable. Como los sistemas de videoconferencias que se han vuelto indispensables en el confinamiento. Muchas empresas les han pagado un extra a sus empleados para comprarse un escritorio, un asiento ergonómico desde el que trabajar, y suplementos para mejorar la capacidad de su conexión por móvil y a Internet en sus casas. Son gestos para no cargar en los empleados los gastos de oficina.
Pero, en remoto –total, no parcial como ya se hacía en muchas empresas del mundo–, ¿mantendría el Silicon Valley su creatividad y consecuente innovación? En la historia, la ciencia a menudo ha progresado a distancia, con publicaciones y cartas que se intercambiaban los científicos. Y son cada vez más y mejores las empresas que se dedican al diseño en red. Pero, como señala Lynda Gratton, la innovación proviene de ‘combinaciones novedosas’, cuya base son encuentros fortuitos”. Es la creatividad aleatoria. Estamos experimentando que una llamada o conferencia por Zoom u otro sistema no es lo mismo que una conversación o una tormenta de ideas presencial. Falta algo (aunque se ahorra en viajes y tiempos). Algunas empresas piensan que esta falta de contacto físico se puede compensar con la organización regular de eventos para empleados.
Mucha creatividad en diseño y en datos se puede hacer y se hace ahora en red entre investigadores dispersos por el mundo. Y este problema de la creatividad en remoto no se plantea solo para Silicon Valley –un ecosistema único en el mundo pero que ya se estaba descentralizando– sino para otros más reducidos, llámense Berlín, París, Londres, o Córdoba.
También hay grandes diferencias en Europa. En Finlandia, según un estudio de Eurofound, casi un 60% ya está firme en el teletrabajo; en España, uno de los casos más bajos, algo más de un 30%.
Cuando, hace unos años, empezó lo del trabajo en casa, Yahoo envío a muchos de sus empleados al remoto. Pero en 2013, al notar una caída en la creatividad tecnológica, los hizo volver a la planta. IBM insistió a partir de 2017 en el trabajo codo con codo”. Apple –muy centrada en el diseño y experimentación de hardware que solo con mucha dificultad se puede hacer en remoto, y famosa por su secretismo– quiere reabrir cuanto antes su sede. Nadie sabe cuándo ni cómo volverán a abrir estos centros, en una nueva normalidad que tendrá mucho de híbrido. Pero muchos de los que se han puesto a trabajar en sus casas se preguntan ahora si no podrían ir a vivir a lugares más alejados, con alquileres más baratos, emplear menos tiempo en desplazamientos, y con mejores calidades de vida. Ahora bien, si los empleados pueden pagar alquileres más bajos, ¿se reducirán proporcionalmente los salarios? Zuckerberg apunta en esa dirección. En remoto, qué más da estar ahí o trabajar para esas empresas otras latitudes, con salarios más bajos que los que se pagan en las áreas centrales (Sillicon Valley concentra unos de los salarios más altos del mundo). Estas tendencias son buenas para la democratización de la financiación y la tecnología. El coronavirus puede dar paso a un Silicon Valley (y muchos otros a partir de él) más descentralizado. En todo caso, muchas empresas, algunas gigantes, han crecido aún más en alcance, actividades y valor bursátil por el cambio de vida personal y profesional que está suponiendo la pandemia. Descentralización y centralización.