Ante una multitud, Lula dejó la prisión este viernes 8 de noviembre, luego que el jueves la Corte Suprema decidió que todos los presos sin sentencia firme deben esperar la resolución en libertad. Lo primero que hizo el ex mandatario fue brindar un discurso para agradecer a la militancia por haber acampado durante 19 meses frente a su celda de la sede de la Policía Federal en Curitiba, en el sureño estado de Paraná.
«Salgo de aquí sin odio, a los 74 años tengo espacio para el amor porque el amor va a vencer», dijo el ex presidente (2003-2010) condenado a ocho años y 10 meses de prisión en la Operación Lava Jato.
«Quisieron encarcelar una idea y las ideas no se encierran», subrayó.
Lula también acusó al fiscal Deltan Dallagnol, al ex juez Moro, que lo condenó y lo inhabilitó como candidato a la presidencial de 2018 y hoy es ministro de Justicia de Bolsonaro, de ser el «lado podrido» del Estado. «Criminalizaron al Partido de los Trabajadores (PT), criminalizaron a Lula», remarcó.
Y, dio también un recado político posicionándose en la trinchera de la oposición al ultraderechista Bolsonaro, colocándose como líder de la oposición a un Gobierno que no para de perder popularidad según las encuestas.
«Las puertas de Brasil estarán abiertas que que pueda recorrer el país», aseguró.
Acompañado por su novia, la socióloga Rosángela Silva, algunos de sus hijos y nietos y la plana mayor del PT y de partidos aliados, además del ex candidato presidencial Fernando Haddad, Lula se encargó de denunciar la prisión política pero también posicionarse contra el plan económico de Bolsonaro.
«Le han robado la elección a Haddad», denunció y afirmó que «el pueblo pasa más hambre, está desempleado, no tiene más trabajo fijo, trabaja en Uber, entrega pizzas en bicicleta, trabaja sin que le tengan respeto».
Asimismo, ante una multitud y decenas de medios de comunicación de Brasil y el mundo, Lula apuntó contra el plan «ultraliberal a la chilena» del asesor económico presidencial Paulo Guedes por «congelar el salario mínimo durante dos años» y pidió que Bolsonaro «deje de mentir por Twitter y le hable de frente al pueblo».
La jornada de salida del carismático ex presidente mantuvo a Brasil en vilo. El líder popular que dejó el gobierno con 90% de aprobación y en 2016 fue acusado de comandar la mayor red de corrupción de la historia brasileña con la estatal Petrobras dejó el edificio policial a las 17.40.
El juez de ejecución penal Danilo Pereira le otorgó la libertad pasadas las 16 y Lula tuvo tiempo para hacer las valijas y saludar uno a uno a sus carceleros y policías federales que lo custodiaban.
Lula fue condenado en tres instancias -son cuatro en Brasil- pero su objetivo primario ahora es la anulación de su sentencia debido a la supuesta parcialidad del juez Moro, hoy aliado de Bolsonaro.
Esta causa es por la condena por un soborno en forma de departamento en la playa de Guarujá, cerca de San Pablo. Ademas, tiene otra condena en primera instancia por poseer una casa residencial vinculada a Odebrecht.
Pese a la libertad provisoria, hasta que se termine de juzgar su caso, Lula no podría candidatearse hasta 2035 en virtud de la llamada Ley de la Ficha limpia.
Pero sus planes son los de liderar la oposición, que quedó malherida con la victoria de Bolsonaro y la división en torno a su figura y al tercero en la elección, el laborista Ciro Gomes.
Lula dejará Sao Bernardo do Campo y se mudará al nordeste, bastión del PT, informaron a medios locales fuentes de su entorno.
En Sao Bernardo, donde forjó su vida sindical y política, ofrecerá mañana un discurso en el Sindicato de Metalúrgicos en el cual profundizará los rumbos del espacio opositor, que lo tiene como líder natural pero no como candidato.
Moldear nuevas figuras contra Bolsonaro y sus hijos será la tarea primaria en el área política y seducir a quienes se fueron con la ultraderecha, sobre todo a los pobres evangélicos que priorizan lo conservador en las costumbres.
Pero más allá de fortalecer su figura e influencia en el plano local, el ex mandatario pretende fortalecer la unidad del progresismo en la región.
Como dijo el jefe del bloque del PT, el diputado Paulo Pimenta, a Télam, Lula «quiere ir el 10 de diciembre a Argentina» a la asunción de Alberto Fernández si la Justicia se lo permite. Analistas locales destacaron que ese sería un gesto más que simbólico para diferenciarse como líder del ex capitán Bolsonaro, con el cual se vislumbra un panorama de polarización nacional.