No es una conjetura, sino una seria posibilidad que Marine Le Pen pueda ganar las presidenciales en Francia en la primavera de 2022. La fundación de centro izquierda Jean Jaurés, en un informe sobre el tema basado en varios indicadores, la considera posible. Es una eventualidad para la que hay que prepararse, porque poco se puede hacer para impedirla. De hacerse realidad, puede cambiar el decurso de toda Europa, del proceso de integración, e impactar en la política de los Estados miembros, con consecuencias graves.
Las encuestas apuntan a que pasarán a la segunda vuelta de las presidenciales francesas el actual presidente, Emmanuel Macron, y la dirigente del Rassemblement National”, (el antiguo Frente Nacional), como ocurrió en 2017. Lejos queda el triunfo en segunda vuelta por un 82% de Jacques Chirac en 2002 frente al padre de la susodicha, Jean-Marie Le Pen (que eliminó al primer ministro socialista Lionel Jospin en la primera). Algunos sondeos apuntan a que en primera vuelta Marine Le Pen llegará en cabeza, y que, en la segunda, Macron tendría chances de ser reelegido presidente con el 52% de los votos frente al 45%, distancia demasiado escasa para la tranquilidad de muchos.
Le Pen, fenómeno no nuevo pero renovado, cabalga sobre una nueva ola europea y estadounidense: las clases más desfavorecidas votan más a las derechas. Le Pen se ve favorecida por el mal ambiente que reina en Francia con la firmeza de los confinamientos –que ha criticado duramente–, la lentitud en la vacunación o la banalización del terrorismo. Ejemplo de ello son las cartas abiertas de un grupo de ex generales contra el islamismo, la inmigración, el desmoronamiento” del país y lo que ven como un peligro de caída en una guerra civil”, manifiestos a cuya adhesión ha alentado Le Pen. Ella proclama que el país se ve sacudido por el caos” de la sanidad, la seguridad y la economía. Macron mismo reconoce los numerosos miedos” en la ciudadanía, desde el cambio climático, la inseguridad o las desigualdades, además de la pandemia: un 73% considera que la sociedad francesa se está desintegrando.
Macron crece en impopularidad, en parte por la situación, por su arrogancia y por el freno a sus reformas que ha supuesto la pandemia, con un partido liberal, La Republique en Marche (LRM) que no es realmente un partido; Los Republicanos (LR, derecha) perdidos y en descenso; y la izquierda dividida. Le Pen, en pleno proceso de desdiabolización”, tiene un discurso con el que sigue atrayendo a la clase obrera. También se dirige a los jóvenes, los más afectados en sus perspectivas vitales por la pandemia. Una proporción significativa de los de 18 a 24 años votó a Le Pen en 2017. Le Pen proclama una política masiva de apoyo a las familias jóvenes”. De momento, todo eso está provocando una derechización del discurso macroniano.
Le Pen se está transformando, en un intento de normalización” y de desintoxicación”, y es previsible que en los próximos meses siga avanzando por esa senda. Se ha alejado del antisemitismo de su padre. Ha abandonado la idea de que Francia se salga del euro. Y aunque ya no proclama la salida de Francia de la Unión Europea, hacia la que es muy crítica, exige recuperar soberanía económica para Francia. Se ha opuesto a los confinamientos estrictos planteados por Macron ante la pandemia. En el Parlamento Europeo su partido está integrado en el Grupo Identidad y Democracia, junto a la Liga Norte italiana y el FPÖ austriaco, y como asociado la Alternativa para Alemania (AfD). En conjunto, la ultraderecha representa ya un 22% de los escaños del Parlamento Europeo.
Europa no sabe bien cómo tratar el fenómeno de las ultraderechas, no hay una estrategia ordenada contra este tipo de neo-fascismo que ha crecido. En algunos países, como en Alemania, reina la idea de los cordones sanitarios” para excluirlas del poder.
Francia está en el corazón de la UE. El eje franco-alemán, que aún es necesario pero ya no suficiente, se vería seriamente afectado. Aunque, de hecho, pase lo que pase en París, este eje y la dinámica europea puede transformarse pues se anuncian cambios en Berlín en las elecciones de septiembre, con la salida de Angela Merkel y con, si los pronósticos se confirman, la entrada en el Gobierno de Los Verdes y su candidata, Annalena Baerbock.
En España, la llegada de Le Pen al frente de Francia sería muy contraproducente, pues está lejana a la idea de Europa que se tiene en este país, y tendría impacto en la política interna: la ultraderecha de Vox aprovecharía la situación para, a su vez, desdiabolizarse”.