La caída del régimen de Bashar al-Assad ha sido un escenario largamente anticipado en la guerra civil siria, pero su materialización, aunque significativa, no necesariamente promete un futuro más brillante para los sirios. Si bien la aparente derrota de Assad ha sido un objetivo para muchos grupos de oposición y potencias internacionales, la historia reciente del Medio Oriente nos enseña que, cuando un dictador cae en manos de rebeldes, no siempre surge una solución más democrática o menos represiva. De hecho, la transición podría ser mucho más compleja y peligrosa que lo vivido hasta ahora.
Uno de los actores más prominentes en la actual fase del conflicto es Abu Mohammed al-Jawlani, líder del grupo islamista radical Hayat Tahrir al-Sham (HTS). Este grupo, que se originó como Jabhat al-Nusra en 2011 como una filial de al-Qaeda, ha sido un jugador crucial en el avance hacia un posible futuro post-Assad. La ofensiva repentina y devastadora de HTS, que comenzó en su bastión de la provincia de Idlib y se extendió hacia las importantes ciudades de Alepo, Hama y Homs, ha sido fundamental para desencadenar los eventos que han sacudido el país en las últimas semanas. Sin este empuje, la caída del régimen de Assad probablemente no habría ocurrido de la misma forma.
Sin embargo, HTS no es el único actor involucrado en este cambio. Otros grupos rebeldes, muchos de los cuales habían permanecido inactivos durante años, también han resurgido con fuerza. Algunos de estos grupos operaban bajo el nombre del Ejército Libre de Siria (ELS) y su aparición en la escena en este momento ha sido determinante para crear una sensación de unidad entre los opositores al régimen. La combinación de varios frentes de resistencia contribuyó al colapso del gobierno de Assad.
Mientras tanto, otros actores regionales y locales están desempeñando un papel crucial en la reconfiguración de Siria. En el este del país, las fuerzas kurdas han logrado aprovechar el colapso del ejército sirio para tomar el control de Deir el-Zur, un importante centro económico y estratégico. Por otro lado, en el vasto desierto sirio, los remanentes del Estado Islámico (ISIS) podrían intentar recobrar poder y territorio, sumando aún más incertidumbre al panorama.
En el norte, a lo largo de la frontera con Turquía, el Ejército Nacional Sirio, apoyado por Ankara, ha adquirido relevancia como una de las fuerzas más influyentes en este nuevo escenario. Su intervención podría ser decisiva en la futura organización del país, especialmente en la reconstrucción de áreas de mayoría árabe y turcomana, que han estado bajo el control de diferentes facciones durante años.
Uno de los giros más importantes en la narrativa de HTS es su intento de transformarse de un grupo islamista radical a una alternativa pragmática al régimen de Assad. Tras su ruptura con al-Qaeda en 2016, al-Jawlani disolvió Jabhat al-Nusra y creó Hayat Tahrir al-Sham, que posteriormente se fusionó con otros grupos rebeldes. Si bien algunos analistas dudan de que HTS haya roto completamente con al-Qaeda, el grupo ha adoptado un discurso más inclusivo y ha rechazado públicamente la violencia y la venganza, intentando presentarse como una opción viable para los sirios en el futuro.
El objetivo de HTS parece ser lograr un mayor grado de aceptación dentro de la sociedad siria, especialmente en un contexto donde la búsqueda de una alternativa al régimen de Assad se ha intensificado. Sin embargo, las tensiones internas dentro de Siria siguen siendo profundas. Los grupos opositores, aunque unidos momentáneamente en su lucha contra Assad, podrían reavivar sus conflictos y rivalidades, lo que podría hacer más difícil la creación de un frente único y estable.
A pesar de la caída de Assad, las potencias internacionales siguen jugando un papel crucial en la política siria. Irán y Rusia, que han sido aliados clave del régimen de Assad, ahora deben replantear su estrategia en un contexto de incertidumbre. Turquía, que ha respaldado a los grupos rebeldes, también se encuentra ante un dilema sobre su papel en la Siria post-Assad, especialmente considerando sus intereses en el norte y su rivalidad con las fuerzas kurdas.
Estados Unidos, aunque ha reducido su presencia militar en la región, sigue teniendo influencia, particularmente en el este de Siria, donde mantiene tropas en áreas controladas por los kurdos. Los intereses de estas potencias en Siria, tanto en términos de seguridad regional como en sus alianzas geopolíticas, continuarán siendo un factor determinante en el futuro del país.
El futuro de Siria, tras la caída del régimen de Assad, es incierto y está lleno de riesgos. Si bien la desaparición de un régimen dictatorial es un hito, no garantiza que el país avance hacia un sistema más democrático o pacífico. Al contrario, en muchos casos de la región, la caída de un dictador ha dado paso a nuevas formas de autoritarismo, incluso más extremas. La experiencia en Libia, Irak y Yemen muestra que los vacíos de poder pueden ser fácilmente llenados por facciones extremistas o por nuevas dictaduras que perpetúan el ciclo de violencia.
El camino hacia una Siria estable y representativa será largo y complicado, y dependerá de la capacidad de los diversos actores, tanto internos como externos, para negociar y llegar a un acuerdo sobre el futuro del país. Las tensiones sectarias, la competencia entre grupos rebeldes y la intervención de potencias extranjeras seguirán complicando cualquier intento de lograr una paz duradera.
Si bien la caída de Bashar al-Assad marca el fin de una era de tiranía, no garantiza que los sirios vean la luz al final del túnel. De hecho, los próximos capítulos podrían ser aún más oscuros, dependiendo de cómo se resuelvan las luchas de poder internas y las presiones externas en este país devastado por la guerra.