Tras sólo cinco años, se rompió la formación política española Podemos, surgida al calor de las protestas del movimiento de los indignados en 2011. Sus dos líderes, Pablo Iglesias e Iñigo Errejon, no pudieron evitar frenar el alejamiento que se venía produciendo desde las internas de 2017. Ambos mantenían una larga amistad que data de sus años como estudiantes universitarios. Errejon, cuyas diferencias con el liderazgo de Iglesias ya no eran secretas, renunció a su banca de diputado el pasado lunes. Si bien, aún no anunció que vaya a dejar sus cargos en el partido, pareciera el próximo paso lógico a seguir. Por lo pronto, la portavoz del PSOE en el Congreso, Adriana Lastra, “abrió las puertas” a un hipotético ingreso del dirigente de izquierda. A pesar de que varias voces internas han pedido que Errejon abandone su asiento partidario, él se ha negado públicamente a hacerlo.
Sin embargo, lo que había desatado un terremoto político en Podemos, fue el anuncio de Errejon de participar en las elecciones autonómicas de la capital española junto a la actual alcaldesa, Manuela Carmena, de la formación independiente Más Madrid. Este partido competirá contra el PSOE, el PP, Vox, Ciudadanos, y según parece, también contra Podemos. Si ninguno resultare con mayoría absoluta, el escenario más probable sería un acuerdo entre las fuerzas de derecha, es decir: Vox, Ciudadanos y el PP. A día de hoy, la mayoría de las encuestas dan como ganador al Partido Popular. Errejon declaró que seguirá intentando, hasta el último minuto, concretar una alianza entre Podemos y Más Madrid, la cual podría servir para que Carmela mantenga la alcaldía de la ciudad. La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, también declaró su apoyo tanto a Carmena como a Errejon, al mismo tiempo que dejó fuera de sus listas para las próximas elecciones a dirigentes cercanos a Iglesias.
Si bien lo de estos días es un capítulo más del conflicto, deja entrever dos formas diferentes de entender la praxis política. Cuando Pablo Iglesias decidió confrontar abiertamente con el PSOE y descartar todo tipo de alianzas con otros partidos que no comulguen en un cien por ciento con la ideología de Podemos, Errejon comenzó con sus cuestionamientos. Mientras que uno parece ver a la política como una especie de todo o nada; el otro cree en un pragmatismo que nunca estuvo bien visto dentro del ámbito académico que dio origen a la formación. El ya ex diputado podría tener, en su manera de analizar el escenario político, muchas más coincidencias con la tradición nacional popular de algunos países de América latina, que con la extrema izquierda que representa el sector de Pablo Iglesias. Su popularidad como “número dos” del partido también venía generando fricciones entre ellos.
Pedro Sánchez, quien es Presidente del gobierno desde junio del año pasado, necesita de por lo menos un sector de la izquierda ajena al PSOE para llevar adelante su agenda de reformas. Fueron muchos los guiños que el mandatario le dedicó a Podemos desde el inicio de su mandato. El PSOE es minoría parlamentaria, por lo que, desde el comienzo del gobierno, buscó al partido de izquierda como aliado principal. Sin embargo, en los últimos días, los liderados por Iglesias se opusieron en el Congreso, junto al PP y Ciudadanos a una batería de medidas urgentes en materia de viviendas que quería implementar el oficialismo. Esto fue un duro golpe para Sánchez debido a su necesidad de recuperar la iniciativa política antes de negociar los presupuestos con los secesionistas catalanes, pieza clave para la estabilidad de la coalición gobernante.
A su vez, se vienen sucediendo protestas similares a las de los “chalecos amarillos” franceses en Madrid y Barcelona. Los taxistas se encuentran en huelga, exigiendo que se endurezcan las regulaciones implementadas a los conductores de aplicaciones como Uber. Al mismo tiempo que las protestas se radicalizan –incluso amenazando con bloquear la frontera con Francia-, Sánchez se preocupa de que su gobierno empiece a correr la misma suerte que el de su colega Macron. Mientras que Iglesias se entusiasma con ser capaz de capitalizar el descontento de los manifestantes. Lo cierto es que España no es ajena a la uberización de la economía del resto de Europa (también en América latina). Estará por verse cuales serán las respuestas de la clase política.
Mientras la izquierda española continua un proceso de fragmentación y se sigue enfrentando entre sí, la extrema derecha de Vox ya ha dado muestras de participar junto al Partido Popular en las elecciones presidenciales del año próximo. Si ello se diera así, la derecha tiene todas las posibilidades de destronar a Pedro Sánchez y retornar al poder tras la salida de Rajoy. Por primera vez desde el franquismo, la extrema derecha logró colocar representantes parlamentarios a finales de 2018. Lo hizo en Andalucía, un bastión socialista desde hacía tres décadas. Gran parte del progresismo español no parece terminar de entender qué está pasando, pero Vox supo darle cauce a un amplio abanico de reclamos que no estaban siendo atendidos.
Podemos ver a la extrema derecha española, tanto como Podemos, como emergentes de la desconfianza en la política tradicional que entró en crisis en 2011. Por ahora, mientras el sector progresista se sigue dividiendo: Podemos, solo, no puede. Al parecer, Sánchez tampoco.