El desarrollo sostenible es una de las prioridades políticas del presente siglo. Las personas, los hábitats y los sistemas económicos están interrelacionados. Considerar únicamente uno de ellos a la vez genera errores de juicio y resultados «insostenibles». El consumidor del siglo XXI demanda señales claras sobre los alimentos los que pretende sean saludables. El consumo cada vez más responsable exige lo propio en los actores de la producción e industrialización.
Para el empresariado de alimentos la visión estratégica de unir la alimentación saludable y la prevención de enfermedades crónicas con la protección del medio ambiente, llevados de la mano de la innovación, el desarrollo y la incorporación de tecnologías no reduccionistas, es de fundamental importancia. En este contexto los productos orgánicos no son una moda pasajera, cada día ganan más adeptos en el afán de cuidar su salud.
Definir orgánico es hablar de un producto que proviene de una agricultura ecológica, que respeta la naturaleza y el medio ambiente, que tiene estrictas normas sobre el uso de herbicidas, pesticidas y fertilizantes, con la finalidad de que el producto sea lo más natural y sano posible.
Argentina es el segundo país del mundo en lo que refiere a extensión territorial para la producción orgánica, en número de hectáreas ya implantadas, detrás de Australia; y posee 3,6 millones de hectáreas certificadas (un 7% más que en 2017). En este marco, se puede ganar mayor competitividad en la producción de alimentos orgánicos, pero, para ello, es necesario fortalecer la calidad, la certificación de los productos y mejorar la logística de distribución.
Nuestro país es un exportador importante en el contexto mundial. Tiene una legislación (con competencia del SENASA como ente fiscalizador) que regula y resguarda la concepción de lo orgánico, a la vez que la producción está extendida a lo largo y ancho del país, con una enorme diversidad de productos. Los productores se encuentran agrupados en MAPO (Movimiento Argentino para la Producción Orgánica), quienes integran la Mesa Asesora para la Producción Orgánica del ministerio de Agricultura de la Nación, junto a los gobiernos provinciales, instituciones del conocimiento, científicas y tecnológicas a fin de viabilizar sus necesidades, recientemente plasmadas en un plan estratégico propio.
El INTI, el organismo dependiente del ministerio de Desarrollo Productivo, ocupa un lugar preponderante en lo que al valor agregado a esta producción refiere. El programa «Diversificación de la Producción Orgánica» orienta sus esfuerzos a definir proyectos tecnológicos que logren un diferencial en los productos que actualmente elabora o produce el sector, de la mano de una asistencia técnica que luego permita concretar tal iniciativa.
Es nuestra misión optimizar los procesos productivos en sintonía con los objetivos de desarrollo sostenible suscritos que implican que la tecnología, las reglamentaciones y los sistemas posibiliten adaptaciones, crecimiento y nuevos desarrollos con la misma agilidad que lo exige la demanda a nivel mundial y la urgencia que reclama el cuidado de nuestro planeta. Los productos orgánicos claramente no son moda, son una forma de consumo que refleja un estilo de vida. Por ello y teniendo en cuenta estas líneas de acción, desde este mes de diciembre se puede acceder (a través del hashtag #DPOVIRTUAL) a un encuentro virtual que realiza el INTI con el sector orgánico, a fin de compartir algunas experiencias en el marco del programa mencionado y estrechar vínculos con los diferentes productores y operadores de la producción orgánica, validar las necesidades relevadas por el Instituto en cada región, y articular acciones con el objetivo de agregar valor y diversificar la producción orgánica de alimentos.
Programa Diversificación de la Producción Orgánica del INTI