Los Tolosa Paz son una familia bien, de La Plata. Chica de prosapia, Victoria encaró su trayectoria en el peronismo como técnica. Contadora, trabajó por largo tiempo en oficinas de desarrollo social”; desde estas plataformas, que combinan tecnocracia y asistencialismo, se proyectó a la conducción del Consejo Nacional de Políticas Sociales.
La dama del dije prominente, también concejal en su ciudad, fue prohijada por Alberto Fernández. Tiene el perfil: aunque de otra vertiente, en algo se parece a figuras que siguieron al Presidente en su” grupo Callao. Profesionales medianos, algunos con actividad universitaria, que eligieron el atril para explicar su receta al llegar al Gobierno. Hasta escribieron un libro titulado Hablemos de ideas. Nuevas generaciones piensan cómo gobernar una Argentina que cambió”, repartido por despachos públicos (y escritorios de periodistas amigos) en los inicios de esta gestión. ¿Inocentes o inconscientes?, era la duda de muchos de los destinatarios de aquellos liminares discursos verbales o escritos.
En tanto, la procesión iba por dentro para los accionistas mayoritarios de aquella aventura. Muchos de ellos sometidos a diversos grados de presión en los cuatro años de la presidencia Macri, y quizá con expectativas de reparación histórica. Conocedores del Estado, tomaron posiciones clave, procurando acrecentar su base de sustentación. Sin feeling” con el albertismo”, es decir, personal que solo pudo llegar a la gestión presidencial por su amistad con Alberto Fernández pero que no puede declararse miembro de una línea interna que tenga a aquél por jefe, se dedicaron a desgastarlo. Por cierto: con una significativa ayuda por parte de la improvisada pléyade de nuevos funcionarios en la que sobraron los errores no forzados.
Pero la sangre no llegaba al río. Reprimendas diversas (incluso en actos públicos); pedidos de renuncia exigidos en ciertas áreas; reclamos por vía subterránea; pero la sociedad seguía firme.
Hasta que llegó la campaña, cuya primera ronda electoral acaba de concluir.
Sacudones
Es probable que la unción de Tolosa Paz como candidata haya implicado un intento de refrescar el mensaje y la imagen del peronismo bonaerense. También puede leerse como la miopía de aquél que, prematuramente, ha dejado de ver el bosque concentrándose en el árbol, como parece confirmarlo la sucesión de metidas de pata que desplomó la imagen presidencial: los puños de una Victoria no victoriosa, nadando en el vacío al querer encontrarse infructuosamente con los de la Vicepresidenta, el pasado domingo, son reflejos de un desencuentro mayor que, probablemente, arrastre profundos atavismos.
La justicialista fue una contradictoria oferta a la sociedad. Se expusieron, desde la confección de la lista, las muchas diferencias de los cada vez más heterogéneos sectores del Frente de Todos: La Cámpora; los intendentes del conurbano; el peronismo más tradicional; el gremialismo; más el albertismo” que, desde Olivos, ungió una candidata sin detener el mar de fondo.
Del otro lado de la grieta, Juntos por el cambio, más preocupado por sí que por su adversario en varios tramos de la campaña, sinceró sus desencuentros en varias listas, que trasuntan internas que aún no han concluido.
En esa máxima dilatación de la tensión generada en la contienda cambiemita, poniendo en la mesa las diferencias entre sus actores principales, y la perjudicial retracción del conflicto que intentó el Frente de Todos con sus rencores bajo la alfombra, el oficialismo corrió con desventaja. Por una parte, el público no se sintió seducido por una propuesta sin dirección, con picos de superficialidad inusitados. Por otra, la maquinaria electoral funcionó a medias, y eso está claro cuando se analizan resultados de muchos distritos.
Las discusiones de esta semana, todavía sin alcanzar su punto de ebullición, son parte del mismo problema. Una contradicción fundamental con envase de secreto a voces.
Frente al conflicto, el kirchnerismo duro parece haber encontrado algunos límites. Como en aquellas turbulentas pulseadas del 73 o 74, donde no todos son los que están, ni están todos los que son. Es cierto que cuatro o cinco personas que ocupan posiciones importantes hicieron ruido; pero nadie renunció de modo indeclinable. Por otra parte, cuando se analiza nombre por nombre, es lamentable que estructuras poderosas como La Cámpora apenas puedan cubrir ciertas posiciones con mujeres y hombres que, aún con trayectorias largas, no han sobresalido. Tal como ocurre, también, con los mentados integrantes del grupo Callao.
Y sorprende la virulencia cuando apenas transcurrió la primera ronda, donde los posicionamientos de la ciudadanía tienden a expresarse más emocionalmente y aún queda un gran trecho de campaña por delante. Mientras tanto, el país observa. Los dirigentes de las provincias de todos los partidos (la mayoría lejos del teatro de operaciones, dada su concentración porteño-metropolitana) toman posicionamiento. Algunos, inclusive opositores, no dudaron en respaldar a Alberto. En el peronismo, muchos ya eran partícipes del albertismo”: es probable que el efecto más importante de esta intemperancia camporista sea finalmente parir esa línea interna.
Lejos del calor de los acontecimientos, recogidos en diversos homenajes a José Manuel de la Sota -el cuadro que lamentablemente se perdió esta etapa de la historia- los peronistas cordobeses apenas murmuraron en off”: cautela, algunos proyectando a la mezquindad y otros a la envidia. Pasan demasiadas cosas afuera de casa, y ello, a veces, en un Panal dominado por el silencio, genera indisimulable frustración.