Según Aristóteles La Política –así con mayúsculas- está formada por “la política” (con minúscula), que es lucha por el poder, la ética y la economía. En el frente gobernante la economía es un debate central. Mientras que “la política” es el tema central de la alianza opositora JXC. Igual, pero al revés, fue en 2017. Es que las coaliciones electorales de gobierno no pueden eludir el debate sobre la economía, mientras que los opositores solo discuten la mejor manera (y con quien) obtener el poder.
Sin una supremacía clara en cada uno de los frentes, que permita garantizar el éxito en 2023, es casi obvio que así ocurra. Aunque, las consecuencias de la ausencia de los debates opositores sobre la economía, genera que se traslade a sus gestiones de gobierno.
Esas indefiniciones las paga la población, vaciando además los debates electorales en la medida que los opositores no los tienen resueltos, optando por marketing electoral y promesas incumplibles; y los oficialistas terminan defendiendo lo hecho, aunque no todos estén de acuerdo.
En 2015-2019, JxC, con un liderazgo excluyente del PRO (y de Macri, en especial) terminó ignorando, excluyendo y persiguiendo a propios y extraños, dio resultados negativos que fueron condenados electoralmente.
En este gobierno del FdT, la coalición que se pretendió de gobierno unió sectores muy diversos, que obtuvieron el éxito electoral, pero sólo para mostrar sus diferencias –luego de la pandemia y la cuarentena- respecto de “la economía”.
Así, es claro que las coaliciones necesitan resolver, sintetizándolas, sus diferencias en la economía, y por qué no, en la ética, habida cuenta de las evidencias de inteligencia ilegal contra propios en JxC, y las descalificaciones mutuas del FdT, cuando así no se hace.
Prioridades
En el FdT, el debate en el Gobierno que comparten está centrado en dos temas. La distribución del ingreso en el corto plazo, donde el Poder Ejecutivo destaca el crecimiento y las políticas públicas para ayudar sectores pobres –Plan Alimentar, Más Trabajo, aumento del salario mínimo vital y móvil, bonos, IFE-; medios –paritarias anticipadas, aumento del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias-; y generales –AUH, medicamentos gratuitos para jubilados, subsidios al consumo. Y los otros, en el Frente, marcan estas prioridades como insuficientes tras el crecimiento de la inflación.
Y las formas de relación con los sectores más poderosos –grandes empresas, medios concentrados- que el Poder Ejecutivo pretende seducir con diálogo y algunos favores (entregando dólares para cancelar deudas privadas externas sospechadas de auto préstamos, no aplicando leyes de defensa de la competencia, pautas publicitarias oficiales), que el Cristinismo quisiera enfrentar con más energía.
En JxC, la discusión es sobre todo por posicionamientos por candidaturas, mientras que, como otras veces, se posterga el debate ético –es seguro que los espiados por la AFI no están cómodos- y económico, que aunque no se puede ver claramente, se puede suponer que pasan por un mayor o menor federalismo y una mayor o menor presencia del Estado en algunas políticas públicas, entre otras.
El problema es que, con la agresividad de las redes, aún entre los seguidores de posibles aliados, el exceso de marketing y promesas de campaña incumplibles, no será muy fácil lograr consensos mínimos que permitan una oferta electoral comprensible, razonable y verosímil.
Es claro que los debates electorales son necesarios –los presidenciales son obligatorios-, y aunque de ellos no es esperable que surja un ganador, sí pueden definir perdedores, en especial en la primera y segunda vuelta. Pero en las PASO, en medio de un debate sobre la boleta única de papel, son inaplicables.
Lo que implicará no resolver los debates internos si no se resuelven los problemas del sistema de partidos que generan sellos de goma sin representación, que aprovechan el financiamiento del Estado en las elecciones, o negocian lugares en las listas en donde sólo son visibles los que las encabezan.
Demasiados intereses diversos para alcanzar un acuerdo que mire al largo plazo, en un contexto donde predominan iniciativas oportunistas, respuestas de conveniencia y cuestiones personales. Aunque, justo es decirlo, no han sido muchos ni determinantes los problemas del sistema electoral a la hora de definir los cargos electivos.
La democracia es, sin dudas, un concepto utópico en permanente construcción, con una clara tendencia desde las democracias representativas hasta las más participativas; aunque demasiadas experiencias se muestran exitosas –al menos económicamente- en el mundo, bajo sistemas de partido único (China), bipartidistas (EE.UU.) o dominadas por los poderes fácticos.
Así, algunos dudan de su eficacia, y sólo bajo esa perspectiva desprecian la importancia de “la voz del pueblo”, y mucho más la participación ciudadana, que delega su representación y luego critica a quienes eligen.