Inversores, empresarios, políticos y ciudadanos deben involucrarse en la construcción de un sistema científico abierto y accesible; en el fragmentado entorno científico y político de la región todavía falta una comprensión global de este significado, visualizando las oportunidades y los retos que este movimiento trae de la mano
En el contexto de los apremiantes desafíos planetarios y socioeconómicos, las soluciones sostenibles e innovadoras requieren un esfuerzo científico eficiente, transparente y vibrante, no solo procedente de la comunidad científica, sino de toda la sociedad. La reciente respuesta de la comunidad científica a la pandemia del Covid-19 durante 2020 ha demostrado muy bien cómo la ciencia abierta puede acelerar la consecución de soluciones científicas para un desafío global.
Pero asegurar que la ciencia beneficia realmente a las personas en el planeta sin excluir a nadie exige una transformación necesaria en todo el proceso científico. La ciencia abierta es, justamente, un movimiento que pretende dar vuelta esta situación. Construir una ciencia accesible, eficiente, transparente y beneficiosa para todas las comunidades del mundo.
Impulsada por los avances sin precedentes en el entorno digital, la transición hacia este revolucionario modelo permite que la información y los datos de los productos científicos sean más accesibles y más fácilmente compartidos, con la participación activa de todas las partes involucradas. La ciencia abierta puede marcar un punto de inflexión en la respuesta a los desafíos sociales y económicos, y contribuir a reducir las brechas de ciencia, tecnología e innovación que existen tanto entre los países como al interior de ellos.
Afortunadamente, cada vez es mayor el consenso global en torno a la necesidad de modificar la actividad científica hacia un esquema más abierto, lo que trae aparejada la necesidad de generar infraestructuras interoperables: espacios que permitan realmente que la producción científica y la evaluación de la producción no sea meramente la publicación.
El movimiento de la Ciencia Abierta ha surgido de la comunidad científica y se ha extendido rápidamente por todas las naciones, pidiendo que se abran las puertas del conocimiento. Inversores, empresarios, responsables políticos y ciudadanos se están sumando a esta convocatoria. Sin embargo, en el fragmentado entorno científico y político, todavía falta una comprensión global y profunda de este significado, visualizando las oportunidades y los retos que este movimiento trae de la mano. Es por eso que Unesco, en un proceso que inició hace dos años atrás, busca aprobar en su Conferencia General en estos días una Recomendación Mundial sobre Ciencia Abierta.
Un aporte histórico en la temática que cuenta con el consenso de todo el mundo. Se ha nutrido de contribuciones de todas las regiones del planeta, donde América Latina tuvo un rol destacado.
La idea que subyace a la Ciencia Abierta recogida por la Recomendación es permitir que la información, los datos y los resultados científicos sean más accesibles (Acceso Abierto) y se aprovechen de forma más fiable (Datos Abiertos) con la participación activa de todas las partes interesadas (Abierto a la Sociedad).
Al fomentar que la ciencia esté más conectada con las necesidades de la sociedad y al promover la igualdad de oportunidades para todos y todas, la Ciencia Abierta puede ser un verdadero factor de cambio para reducir las diferencias en materia de ciencia, tecnología e innovación entre los países y contribuir al ejercicio del derecho humano a la ciencia, para que todas las personas se beneficien por igual del progreso y los beneficios de la ciencia.
Responsable del Programa de Política Científica, Tecnológica y de Innovación de la Unesco para América Latina y el Caribe