Si los partidos tradicionales argentinos demostraron límites para afrontar las crisis económicas; si los escándalos gubernamentales nacionales o provinciales alejaron a los representantes de los representados; si las demandas sociales permanentes no fueron contenidas (al menos en tramos significativos); si los nuevos requerimientos, al compás de cambios sociales, no fueron comprendidos por oficinas creadas para fracasar; si las redes y plataformas digitales comunican de otra manera a líderes y audiencia, movilizando sentimientos y comportamientos electorales; no es motivo de asombro, que la oferta política nacional se encuentre gravemente disociada.
No debe sorprendernos que el bipartidismo argentino del siglo XX, o el bi-coalicionismo del siglo XXI, dieran paso, en 2023, a un movimiento “aluvional” como La Libertad Avanza, debutante en elecciones apenas dos años antes. Por la decepción popular, sus propuestas calaron rápidamente y sus referentes, en particular Javier Milei, alcanzaron inéditos registros de empatía con la sociedad.
Los movimientos, corrientes o partidos políticos de perfil “aluvional” se caracterizan por su emergencia rápida, su movilización masiva (y emocional), su falta de estructura política y un significativo peso, en su marcha, del liderazgo carismático de pocos referentes (o uno). La visibilidad se alcanza por discursos simples, rupturistas. También por el rechazo a la política tradicional, ofreciendo al elector protestar, mientras se manifiesta (sea en la calle o en las redes) e incluso se vota.
El siglo XXI muestra interesantes ejemplos de corrientes políticas “aluvionales”. En Italia, el Movimiento 5 Estrellas, liderado por el actor Giusseppe Piero (Beppe) Grillo, partió de los “Vaffanculo Days” en 2007, hasta alcanzar relevantes resultados en las legislativas nacionales de 2013 (primera minoría) y europeas de 2014, fue afirmándose sobre un ambiguo principio de “democracia digital”, con cuestionamientos imprecisos a los partidos, la inmigración y el europeísmo. Aunque alcanzaron el gobierno, sus graves conflictos internos y la falta de definiciones en momentos cruciales, determinaron su descenso en la preferencia.
En España, un movimiento antipolítico denominado “Indignados”, gestado como consecuencia de la grave crisis económica de 2008, irrumpiendo en 2011 con significativas manifestaciones populares, fue la factoría de Podemos. Conducida inicialmente por profesores vinculados a la ciencia política, entre ellos el líder, Pablo Iglesias, debutó en las parlamentarias europeas de 2014, impactando de lleno en las generales de 2015. La retracción del socialismo y la Izquierda Unida le abrió un espacio nítido en el campo progresista, con una propuesta sincrética entre el planteo tradicional socialdemócrata y los cuestionamientos a la clase política fundantes de su aparición. Se acercó al PSOE en 2019 (desgastantes negociaciones) formando un cogobierno que la diluyó como oferta innovadora. Tras participar de la coalición Sumar (2023), hoy está fuera del gobierno.
En Grecia, la Coalición de Izquierda Radical (Syriza) apreció como una amalgama de políticos independientes, referentes sociales y partidarios, articulados como coalición en 2004, con participación en sucesivas elecciones, hasta afirmarse en las generales de 2012, mientras el país se hundía por una deuda pública impagable. Lograrán su primer “número uno” en las parlamentarias europeas de 2014, alcanzando el gobierno en 2015 (tras un trabajoso acuerdo parlamentario). Liderado por Alexis Tsipras, Syriza se afirmó dificultosamente como oficialismo, atravesando la crisis económica y alcanzando un acuerdo con la Unión Europea (finalmente más parecido a las demandas de Bruselas que a sus propuestas de campaña), siendo derrotada en 2019.
Si bien la propuesta de “libertaria” dista, en lo ideológico e instrumental, a la de los movimientos analizados, alcanzó el gobierno siendo hija -como aquellas- de una delicadísima situación social-económica-política, manejándose en la práctica con instrumentos análogos: salirse del orden partidario convencional, encontrar a su audiencia en espacios diferentes, propuestas disruptivas con el orden instituido.
Dificultades
Una vez en el poder, estos movimientos “aluvionales” presentan causas parecidas de desgaste. Asumen con oficialismos/oposiciones precedentes muy disminuidos en su prestigio y por tanto no hay inicialmente tensión oficialismo-oposición. Esta circunstancia no hace sino aflorar la inexperiencia en la función política y de gobierno de los nuevos líderes.
Por la precariedad estructural no existen reglas para ordenar impulsos, opiniones y propuestas, en los referentes ejecutivos y legislativos.
Aparecen rápido las discrepancias ideológicas en el elenco gobernante, las luchas por la influencia y el control del poder, los egos personales, la presión externa y la reacción crispada frente a la crítica de medios. La movilización emocional no es sencilla de mantener en el mediano o largo plazo sin apelar a forzamientos. En Podemos, fue determinante el enfrentamiento entre Iglesias y muchos dirigentes con peso propio, como Iñigo Errejón, y la falta de reflejos del líder cuando debió afrontar su vinculación al socialista Sánchez. En el Movimiento 5 Estrellas, más temprano que tarde Beppe Grillo, fue acusado por funcional a las reglas políticas convencionales, presionado hasta ceder el liderazgo. En Syriza, fueron constantes los enfrentamientos entre rupturistas y moderados.
Las consecuencias fueron similares: debilitamiento de la fuerza política (como oficialismo y como partido), al fracasar la gestión de los conflictos internos (los líderes o sus delegados no son tan eficientes para esta función, sin entrenamiento en disciplina partidaria); disminución del apoyo popular; fragmentación y división ante la hetereogeneidad de perfiles dirigenciales; complicaciones para gobernar; pérdida de identidad.
Lecciones que, en Argentina, estamos a tiempo de aprender. Falta un año para las legislativas de 2025, y tres para la presidencial de 2027. Quizá, algunos rumbos, si hay inteligencia, se puedan corregir.