Sr. Director:
En la reciente conmemoración del 1º de mayo, del día internacional de los trabajadores, en Córdoba y en todas las provincias del país, quedó evidenciado el estado de decadencia y postración en la que se encuentran los gremios.
El planteo que uno se hace es que la clase trabajadora en su conjunto, a través de sus organizaciones, debiera ser la que convoque a la marcha, concentración, actos, asambleas, etc. para recordar esta fecha tan cara para su historia. ¿Fue así en Córdoba? ¡Nada que ver!: los llamamientos fueron hechos por los principales partidos políticos tradicionales, poniendo el énfasis en el locro y la fiesta, aprovechando el momento feriado para manifestar su propósito de solucionar los graves problemas que aquejan al país, si los votan para llegar al gobierno, que es su principal objetivo.
¿Cómo nos explicamos esta postración? El rosario es largo, pero sin duda la respuesta es una sola: a la cabeza de las organizaciones sindicales se encaramaron personajes que, con muy pocas excepciones, son funcionales al sistema; muchos de ellos empresarios y otros con actitudes y procedimientos rayanos en la delincuencia. La mentira, la estafa, el soborno son los métodos comunes que emplean en el manejo de la organización de los trabajadores. Este tipo de personaje es protegido por los partidos políticos, y también por la legislación laboral hecha a su medida.
Pruebas al canto. En los 90, en el parlamento fue votada con el beneplácito de la burocracia sindical la ley de “Flexibilización laboral”, enterrando el más genuino de los derechos de los trabajadores; la democracia sindical. Se fraguó uno de los hechos más graves y condenables, en perjuicio de los trabajadores y el pueblo trabajador, como fue la enajenación de los recursos naturales (bienes comunes) y de las empresas de servicio que eran del Estado; la destrucción de la industria nacional y la ciencia propia; la destrucción del ferrocarril, ejecutados por un gobierno peronista, cuando en la década del cuarenta los había nacionalizado.
Tengamos en claro: nada de ello hubiera sido posible sin contar con el apoyo y el “dejar hacer” de quienes se habían adueñado de las direcciones sindicales, de la herramienta de los trabajadores.
Al perverso sistema capitalista imperante le es útil para ejecutar sus planes de dominación y sometimiento, no al azar sobrevivieron y fueron inmunes a las dictaduras más feroces, mientras que los luchadores eran perseguidos, exterminados, y en muchas ocasiones, delatados, vendidos por ellos mismos, en connivencia con las patronales.
En los 60 y 70 muchas organizaciones gremiales tenían a su frente dirigentes genuinos, alineados en el camino de la liberación. ¿A quienes atacaron los dueños del poder, de las sucesivas dictaduras para borrarlos del mapa? A estos valiosos compañeros y compañeras que osaban luchar contra la injusticia. Dejaron caer su saña asesina en dirigentes y activistas de Luz y Fuerza de Córdoba; SMATA; Sitrac-Sitram; Perkins; UTA; Caucho; Lecheros; Docentes; etc. En el plano nacional eran numerosas las organizaciones gremiales que comulgaban por construir una sociedad más justa. En ese clima nació la histórica CGT, de los Argentinos, con su programa de enorme trascendencia. Algo inconcebible para los dueños de la manija, de ahí que disponen medidas de obrar con todo rigor.
Debía ser destruido todo ello, y así lo hicieron. Muertos, desaparecidos, gremios intervenidos, y una vez sembrado el terror, quedó libre el camino para que en las direcciones de las organizaciones gremiales se perpetúen estos forúnculos dañinos que atan y amordazan a los trabajadores.
Así se explica la orfandad en que está inmersa la clase trabajadora y la sumisión de su herramienta de defensa; en tanto, los que coparon esa trinchera sean quienes, cobardemente, coadyuvaron en la generación de la postración.
Este siniestro socio menor ha superado con creces sus exámenes como súbdito de los regenteadores del poder, cuyo principal propósito es utilizarlos para impedir las movilizaciones, frenar las protestas, traduciendo los reclamos justos, en una disputa y competencia entre los mismo trabajadores.
Se explica sobradamente que la organización de los trabajadores se haya desmoronado, haya sucumbido a causa, principalmente, de este virus que ha carcomido sus entrañas. Pero la clase trabajadora tiene en su cuerpo los antídotos suficientes para reponerse de cualquier corrosión, de cualquier ataque, por artero que éste fuera.
Así lo demostró en el curso de su historia, en los tiempos que sus metas se centraban en peticionar un día de descanso semanal, la duración de la jornada diaria de trabajo, siendo su organización clandestina, soportando la persecución y represión letal de que era objeto.
Ya lo sentenciaba el legendario compañero Agustín Tosco: para la continuidad de la lucha precisamos tener, por lo menos, dos condiciones: organización y conciencia, factores que, aunque los hayamos perdido de manera parcial merced a la invasión de este cáncer, disponemos de suficientes reservas y capacidad para reponernos.
La meta continúa siendo la misma: combatir la injusticia. Que el pueblo sea el dueño, el depositario de las riquezas que produce, y no de apropiación individual, egoísta e inhumana como lo fue ayer, y lo es hoy. Sanaremos, nos curaremos y eliminaremos a estos parásitos responsables de tamaña postración, para continuar el camino de redención, de una vida más justa en unidad de acción. La consigna es: La lucha debe continuar.
Taurino Atencio