La Libertad Avanza, el espacio político liderado por el diputado nacional y precandidato presidencial Javier Milei, acaba de presentar formalmente su plataforma para la provincia de Corrientes, y según información que dejó trascender la propia Justicia electoral, la misma contiene algunos detalles insólitos y copias textuales de otro programa de gobierno, que se corresponde con el frente “Viva la Libertad” (Lista 506), de la provincia de Córdoba. En efecto, Milei y sus aliados correntinos se proponen “implementar un modelo de desarrollo en materia vitivinícola, agroindustrial, ganadería y frutihorticultura”. Lo llamativo y hasta sorprendente del modelo productivo propuesto, en materia vitivinícola, es que se trata de una actividad que no existe en Corrientes, por cuestiones geográficas y climatológicas.
Es cierto que, en estos últimos años, el mapa vitivinícola en nuestro país se ha ampliado considerablemente y hoy atraviesa su mejor momento. De hecho, Argentina es uno de los productores de vino más importantes del mundo (el 5to). Sus regiones vitivinícolas se desarrollan entre los 22 y los 45 grados de latitud sur, y en la actualidad comprenden a la mayor parte de las provincias… pero no a todas.
Además de Cuyo, donde este sector ha logrado un desarrollo exponencial (sólo en Mendoza se produce el 78% de los vinos argentinos), con bodegas que figuran entre las de mayor reputación a nivel global (es el caso de “Catena Zapata”, que fue elegida como la mejor bodega del mundo en el prestigioso ranking World’s Best Vineyards); la vid se cultiva en las provincias de Noroeste, especialmente en Salta (que nos brinda uno de los más exquisitos vinos blancos de producción nacional, el Torrontés, una de la cepas nativas de Argentina, típica de los valles Calchaquíes), pero también en Catamarca, La Rioja, Tucumán y Jujuy, aunque en menor medida.
En Santiago del Estero no se destaca esta actividad, a pesar de haber sido la primera provincia en donde los españoles plantaron viñas. En cambio, en Córdoba está hoy en franco crecimiento, siendo un sector que registra una larga tradición, que se remonta a los jesuitas, cuando en el siglo XVII plantaron las primeras variedades en la estancia de Jesús María. Luego, hacia fines del siglo XIX, los inmigrantes friulanos en Colonia Caroya las mejoraron. Cuentan que el primer vino argentino, el “lagrimilla” (un vino blanco bien dulce) fue elaborado por los jesuitas y llegó a ser degustado por el Rey Felipe V de España.
En la actualidad se producen excelentes vinos en la Patagonia argentina, especialmente en Neuquén, Río Negro y Chubut. A su vez, La Pampa cuenta ya con tres regiones vitivinícolas: 25 de Mayo, Gobernador Duval y Casa de Piedra. Incluso en Santa Cruz hay algunos viñedos experimentales en la zona de Caleta Olivia. La única provincia austral que no cuenta con esta actividad es Tierra del Fuego. Y hasta Buenos Aires cuenta con una gran superficie dedicada al cultivo de la vid, principalmente en Campaña, Junín, Coronel Pringles, Tandil, Barcarce, y también en Chapadmalal (en General Pueyrredón), a 6 km del mar, donde se producen vinos más frescos y delicados, de gran complejidad aromática, como el Pinot Noir, un varietal que se encuentra en plena evolución.
Así las cosas, la región del país que, por las razones antes apuntadas no ha logrado aún desarrollar esta actividad es el Noreste, a excepción de Entre Ríos, que registra algunos antecedentes, ya que Justo José de Urquiza promovió tempranamente la plantación de viñedos en 1863, el sur de la provincia de Santa Fe y las inmediaciones de la ciudad de Roque Sáenz Peña, en el Chaco, donde la vitivinicultura es muy reciente y se encuentra en estado embrionario.
Este breve recorrido por la geografía argentina nos permite advertir que hoy son muy pocas las provincias en las que la vitivinicultura es prácticamente nula. Y una de ellas es, precisamente, la provincia de Corrientes. Esto es algo que los libertarios deberían conocer, máxime si se trata de la presentación de su futuro plan de gobierno para Corrientes.
Y éste no fue el único desliz cometido por los partidarios de Milei. Así, en el último punto del diagrama de propuestas aseguran que, de llegar al gobierno en aquella provincia, propiciarán la creación de “una fiscalía de delitos ambientales”, además de una agencia de contralor independiente para “el desarrollo de la actividad petrolífera y minera”. Al respecto, es menester aclarar que ya existe una Fiscalía Ambiental que funciona en la órbita de la Justicia correntina, con sede en la ciudad de Mercedes. Y no luce muy original pretender crear organismos o entidades que ya han sido creadas con anterioridad. Por otra parte, no se llega a comprender qué sentido tiene instituir una agencia de contralor para la actividad petrolífera y minera, cuando no hay estudios ni exploración petrolífera alguna en Corrientes, y menos aún en minería.
En rigor, el documento es una copia literal de la plataforma electoral presentada en Córdoba. Ello explica (aunque no justifica) los equívocos cometidos en el caso correntino. El colmo del grotesco se alcanza en el propio título de la plataforma en cuestión, puesto que los responsables de su redacción omitieron reemplazar la denominación de la provincia, entonces, donde debería decir “Corrientes”, se lee directamente “Córdoba”. Y ya se sabe que Córdoba no es Corrientes, ni Corrientes es Córdoba, aunque Milei y los suyos lo ignoren.
En definitiva, lo de Corrientes no es más que una nueva mancha (que se suma al escándalo por la supuesta venta de candidaturas y el reparto de cargos a cambio de favores sexuales, entre otros desmanejos que fueran denunciados por ex-integrantes o militantes del espacio libertario) en el ropaje de aquel que irrumpió sorpresivamente en la política “para despertar a los leones” y ahora, a medida que se acercan las Paso, parece rugir con menos fuerza.