Por el origen familiar de muchos, por la admiración a su historia o por su desarrollo económico y social siempre ha sido una referencia para nuestro país, aunque las relaciones no han sido siempre buenas y su actitud imperialista llevó a algunos de sus países a intentar invadirnos, someternos o aprovecharse de nuestras propias debilidades. Pero en estos últimos años, sus problemas económicos, sociales y políticos, parecen estar llevándola a una decadencia progresiva y sin fin previsible.
No son pocos, desde dentro y fuera de Europa que señalan no solo su decadencia sino su cada vez más visible intrascendencia en la geopolítica mundial multipolar.
Sus problemas no se limitan a esa intrascendencia creciente, sino a factores objetivos que muestran un freno a su desarrollo económico, con cada vez mayores problemas sociales, decrecimiento demográfico, xenofobia, ideológicos entre sus 27 miembros y desacuerdo con las medidas adoptadas por la Comisión Europea respecto de diversos temas como la reacción a la pandemia, el conflicto con Rusia y el sometimiento al liderazgo de EEUU en la OTAN o el acuerdo con el Mercosur.
En Italia, Austria, Eslovaquia, Hungría y Países Bajos (ex Holanda) ya gobiernan partidos de derecha que hacen sentir su desacuerdo en algunos de estos temas.
En los meses pasados y próximos, algunos países que la lideran como Francia y Alemania han estado o están a las puertas de elecciones que pudieran encaminarse a resultados que podrían romper la unidad lideraban la alianza de centro derecha y socialistas que renovaron el mandato de Úrsula Von der Leyen hace pocos meses.
Más allá de estas diferencias típicas en procesos de decadencia, la pregunta más importante se refiere a las causas de esa disidencia que se atribuye a las propias contradicciones.
Muchas cosas han pasado desde que Europa prosperaba. Desde fines del siglo pasado el ataque a Yugoeslavia y en especial Serbia (1995 y 1999) de la OTAN sin autorización del Consejo de Seguridad de la ONU, produjeron la división de los países balcánicos que lideraba Serbia a quien se acusaba de violación de derechos humanos de otras etnias –croatas, kosovares, montenegrinos, etc.- y enormes migraciones a los países de la UE.
Entre 2010 y 2012, las “primaveras árabes” –Túnez, Argelia, Libia, Egipto, Yemen, Siria, Jordania, Omán y Bahréin- impulsadas desde redes sociales que algunos atribuyen a países occidentales incluidos los europeos produjeron caídas de gobiernos en Túnez, Argelia, Omán, Bahréin y Yemen, guerras civiles que aún continúan en Libia y Siria, y ajusticiamiento de sus líderes como Kadafi en Libia y Moubarak en Egipto.
Eso produjo en los años siguientes una ola migratoria a Europa desde esos países y de África subsahariana que hasta ese momento eran contenidos fuera de las fronteras europeas.
A fines de 2013 el Euromaidán, destituyó a Víktor Yanukóvich el presidente ucraniano pro ruso y anti UE electo en 2010, que derivó en la elección de Porochenko (2014) y luego de Volodimir Zelensky (2019) que prohibieron partidos políticos, cerraron medios de difusión, prohibieron la enseñanza del ruso en las escuelas, separaron la iglesia ucraniana de la ortodoxa rusa y comenzaron una guerra con las milicias separatistas del Donbás, produciendo según fuentes confiables 15.000 muertos hasta la invasión rusa.
En 2013, como consecuencia del Euromaidán, Rusia se anexó Crimea luego de unas elecciones que muchos no reconocen, en donde según los rusos fue apoyada por el 93% de la población mayoritariamente de ese origen.
La firma entre Ucrania, Rusia y las Repúblicas separatistas de los Protocolos de Minsk (2015), con el aval de Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) preveía autonomía del Donbás bajo soberanía ucraniana. Nada de eso fue cumplido ya que continuaron las agresiones mutuas. Ángela Merkel quien habría sido espiada por EEUU entre 2002 y 2013, admitió que fue “para ganar tiempo para armar a Ucrania”.
El acercamiento de la OTAN a las fronteras rusas y el intento de incorporar a Ucrania, derivaron en la invasión (operación militar especial según Rusia) a ese territorio (2022) y el inicio de una guerra que continúa, en lo económico con sanciones, militar, etc.
Las sanciones, han derivado en un aumento sustancial de los costos energéticos para casi todos los países europeos, especialmente luego del atentado al gasoducto Nordstream II, atribuido a EEUU quien por ello aumentó sustancialmente sus ventas de GLP (gas licuado de petróleo) a Europa con precios muy superiores a los de Rusia.
El aumento del costo de la energía, los costos del apoyo a Ucrania, el aumento de la inversión armamentística y el déficit resultante han detenido el crecimiento alemán -la “locomotora europea- y puesto en crisis toda la economía, con sus consecuencias políticas en el bloque y cada uno de los países.
Simultáneamente, la “inflaction Act” de EEUU (2022) promueve y subsidia a empresas que se instalen allí, incluidas las europeas que así están analizando o ejecutando cierres o traslados de su producción europea.
El acompañamiento de la UE a las políticas de sanciones de EEUU a China que se anuncia aumentarán con Trump, quien es el principal cliente de sus exportaciones, proveedor de sus importaciones e inversor externo, está complicando aún más la situación económica que deriva en una debilidad de sus economías, moneda y aumento de su endeudamiento.
El acuerdo Mercosur-UE firmado recientemente firmado por Von der Leyen con la oposición de Francia, Polonia, etc. es otra fuente de conflicto interno, que de todas maneras necesita la aprobación del Parlamento Europeo y la mayoría de los parlamentos de los 27 países miembros, por lo que sus efectos positivos están en duda o serán a largo plazo.
En el último mes, la anulación y desconocimiento de las elecciones en Rumania “porque hubo influencia de Rusia” y el desconocimiento de las elecciones en Georgia que dio el triunfo a un partido pro ruso, constituyen decisiones cualitativamente contradictorias con su historia respecto del “sostenimiento de las democracias”, mientras Zelensky ha interrumpido el transporte de gas para varios países de la UE, sin que haya recibido reproche alguno de la UE.
Demasiados “tiros en el pie” durante largo tiempo, que no auguran un futuro venturoso para “la vieja Europa”.