La frase de Claude Bernard (1813-1878) fue repetida muchas veces. Hoy en medio del desconcierto popular –no sólo de los más jóvenes- recupera más que nunca su vigencia. Por ello es más importante hacer buenas preguntas, que nos permitan analizar el contenido de ese todo indiferenciado que sólo nos permite tomar posiciones en base a percepciones y emociones.
Todos los estudios cualitativos llegan a importantes conclusiones respecto de los consensos que los argentinos tenemos en relación a lo que queremos de nuestro país.
Entre ellos podemos mencionar los siguientes:
Queremos un país con justicia social y mayor igualdad
Queremos un país en el que el trabajo y el estudio permitan ascender social y económicamente
Queremos que los gobiernos estén presentes en la regulación y prestación de servicios públicos, de salud y educación.
Queremos que la soberanía, en particular sobre Malvinas, sea defendida sin concesiones.
Queremos que las esferas de lo privado “que de ningún modo ofendan al orden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero”, se mantenga fuera del alcance de los magistrados, como reza la Constitución Nacional (Artículo 19).
Queremos sentirnos seguros en todos lados.
No queremos gobiernos que nos prometan cosas que no pueden cumplir.
No queremos gobernantes que nos digan que “estamos equivocados” y no nos digan cómo van a cumplir lo que prometen.
Seguramente hay muchas más, pero éstas pueden ser suficientes como para que vayamos aumentando el entendimiento y la valoración de lo que encontramos en los candidatos.
La justicia social e igualdad implica mejorar las remuneraciones –salarios y jubilaciones- y ayudas sociales, disminuyendo los beneficios a los que más tienen y obtienen.
Que el trabajo y el estudio permitan ascender económica y socialmente implica convertir los planes sociales en trabajo registrado y que se pueda estudiar con apoyo del Estado.
Regular y prestar servicios públicos, de salud y educación implica sostener eficazmente algunos servicios estatales sin cortes de servicio, largas colas o esperas, evitar los abusos de los prestadores privados y la despreocupación de los funcionarios públicos; o facilitando la conectividad y el acceso a tecnologías de telecomunicaciones, informáticas, etc.
La soberanía un viejo concepto que ha adquirido nuevos significados: implica no sólo no renunciar al reclamo por Malvinas, ni conceder derechos a la autodeterminación de los isleños insertos allí por el Reino Unido, sino también sostener un equilibrio entre los imperios o bloques económicos y geopolíticos en pugna.
La libertad individual que no afecte a terceros implica no descalificar por ningún motivo personal –de pensamiento, sexual, religioso- y que los candidatos muestren lo que hicieron, hacen y quieren hacer, sin minimizar nuestra capacidad de análisis.
Eso se vincula con lo que “no queremos”, o sea, promesas incumplibles o sin explicaciones sobre cómo lo van a hacer.
En la seguridad, la percepción respecto a que algunos gobernantes “no nos cuidan”; la policía no actúa o es cómplice, el Poder Judicial libera a delincuentes a pesar de los reiterados delitos, demoran demasiado en condenarlos y no aplican la ley por igual; implica sistemas que permitan identificar rápidamente a los delincuentes, sean detenidos y juzgados más rápidamente, con participación de ciudadanos en algunos casos.
Para lo cual se pueden aplicar sistemas de vigilancia pasiva (cámaras), controlar las policías, aumentar la cantidad de jueces y fiscales y los recursos con que cuentan –para investigar casos donde pueden estar involucrados miembros de la fuerza policial-, utilizar juicios orales que acortan los plazos del proceso y con jurados populares.
El candidato Massa tiene el inconveniente que es parte de un gobierno decepcionante, pero también la ventaja de poder tomar medidas que muestre lo que está haciendo desde su gestión y lo que plantea para “su” gobierno futuro, si son temas que superan sus actuales competencias.
Los otros dos presidenciables deben explicar cómo harán lo que prometen –sin caer en las recomendaciones de asesores políticos que les piden no explicar nada, y menos los detalles- algo que no parecen estar haciendo sin grandes contradicciones con sus propios cuadros técnicos, o postergándolos “para dentro de dos años, su próximo mandato, o los próximos 35 años”.
Ha llegado la hora de entender, sabiendo lo que buscamos. Sólo es necesario preguntar, sabiendo que las explicaciones que no entendemos son sarasa: palabras, palabras, palabras.