La última insistencia del Gobierno con fideicomisos de trigo y maíz podría rebasar y agotar la prudencia, la paciencia, “los brazos y los hombros” del hombre de campo.
Ante los recurrentes maltratos e ingratitudes estatales para con el agricultor, es hora de rescatar y resaltar su valía, no sólo por su esforzado arraigo productivo y poblamiento rural secular, sino por su singular laboreo sin límites, por sus aportes substanciales a la balanza de pagos, pero, fundamentalmente, como productores centrales de riqueza real, como fuentes de trabajo y artífices del desarrollo e infraestructura en el interior del interior.
Son múltiples los factores que tipifican y ponen de relieve dicha “valía”, tanto de índole económica como de gravitación social y ética entre aquellos que más la caracterizan.
En el aspecto económico, identifican al productor agropecuario, básicamente las siguientes notas prevalentes:
- Los hombres de campo “fabrican vida”
Vida celular y microbiana de la tierra, vida vegetal de los cultivos, vida animal del ganado y finalmente, vida humana de agricultores, colaboradores y consumidores, vidas que se sostienen unas a otras.
- El trabajo en el campo es bien distinto de cualquier otro. Por ello, desde el gobierno nacional no deben continuar ignorando, discriminando negativamente o subestimando la participación que el agricultor tuvo y tiene en el sostenimiento de la sociedad.
- Todo destrato oficial impulsando y sosteniendo –directa e indirectamente- un reparto desigual y agobiantemente inequitativo de la carga tributaria, debería cesar y revertirse de inmediato dado que los rendimientos del sector agrícola se forman más lenta y riesgosamente (sequías, incendios, inundaciones, plagas, precios internacionales, etc.) que en los otros sectores de la economía, las finanzas y los servicios.
- Complementariamente, desde el campo se impulsan empresas cooperativas, asociativismos e integraciones tanto como fueran posibles, viables y verosímiles.
En el campo, el principal capital que hace fructificar el agricultor es la tierra. Un cabal agricultor propietario o arrendatario de la tierra que cultiva, brega por mejorarla continua y sustentablemente.
Respecto a los aspectos sociales, las peculiaridades del hombre de campo, son:
- La vigencia desde sus abuelos o bisabuelos del emprendimiento familiar;
- Social, política y antropológicamente, a la estabilidad de la economía agrícola siempre se corresponde y le acompaña una estabilidad en su vida en cuanto hombre de campo y sus circunstancias.
- La agricultura es vivero de hombres de coraje, de creación e innovación, de reconversión y transformación.
Las características éticas y fraternas distintivas del hombre de campo, son notorias.
El auténtico agricultor no es apto ni para la masificación, ni para el proletariado. El hombre de campo es especialmente libre, no obstante, y a pesar de que una y otra vez se le quiera manipular o atropellar con caprichosas e inequitativas restricciones estatales de índole tributaria, arancelaria, o la presente estratagema con el trigo y el maíz.
Finalmente, entonces es hora de cancelar toda externalidad estatal negativa en relación con el campo, dado que un genuino y duradero desarrollo rural, no es otra cosa si no el logro gradual y paulatino de la tierra, de la empresa agrícola y de la agricultura cooperativa, puesto al servicio no solamente de los hombres de campo y sus familias, sino de la sociedad toda, en una cuidada biodiversidad.