Sr. Director:
Un país periférico es la Argentina, similar al grueso de los países de la tierra. Indica el diccionario, que la palabra periferia, se refiere a lo que está fuera de la circunferencia, o también podríamos decir fuera “del centro”. Nosotras/os decimos a la orilla, a la banquina; lugar donde van a parar lo desechable, lo descartable, lo que ya ha perdido su valor, lo que ya no sirve. O sea, debemos leer, que hay alguien, o algo, que tienen el poder suficiente para definir quiénes deben ocupar el centro y quienes la orilla. La definición no es muy difícil de constatar: los que estarán en el centro serán los “dueños del circo”, “los mandamás”, los que tienen el “poder que emana del capital”, y merced a ello pueden comprar, vender, reprimir, castigar o eliminar a quienes se planteen disputar su lugar. Juegan con las cartas de la baraja marcadas, lo que les permite siempre ganar. Ellos, en el trono, los súbditos (subdesarrollados, periféricos) tienen que acatar, de rodillas y en actitud suplicante. Éstos no deben tener ni independencia económica, ni justicia social ni soberanía política.
Tomando la fecha presente; junio de 2022, luego de sucesivos gobiernos democráticos o golpistas, seguimos sin conseguir ninguno de estos tres principios. Los impedimentos, o los tibios intentos ensayados fueron varios, pero el principal es la falta de convicción de quienes nos gobiernan, haciendo alusión o escudándose en que hay que tener poder de convicción para lograr un entendimiento con los dueños de la “manija”, y lograr un acuerdo con quienes detentan el centro.
Sólo la ignorancia y la ingenuidad puede justificar, a medias, de por qué no se avanza en la dirección enunciada, ignorancia que impide ver un poco más allá de la punta de la nariz, para la comprensión de que los intereses del centro y la periferia son antagónicos, y que ello impedirá, ayer, hoy, mañana y siempre, que ese acuerdo sea imposible.
Y mientras, nosotros, como pueblo trabajador, ¿qué hacemos? Tenemos que afilar las uñas y fortalecer los dientes para enfrentar al monstruo opresor, para despejar los obstáculos y barreras que se interponen. Nosotros como pueblo trabajador que integramos la periferia tenemos el desafío de dar el golpe en el clavo, tener la humildad de aceptar que si estamos dispersos, como ahora, no tenemos fuerza que valga para romper las casamatas, las trincheras, las fortalezas blindadas de quienes se apoderaron del centro.
En fin, si no logramos la unidad en la acción, en la lucha, quedaremos nomás como caballo de carrera, pura parada, y los propósitos planteados con esas consignas, quedarán ahí quietitos, herrumbrándose por los tiempos.
No hay argumento válido que justifique que continuemos cifrando expectativas en quienes nos gobiernan, tanto los de ayer, como los de hoy. Para convencernos de ello, no se requiere plantearse un gran dilema, sólo es preciso mirar, aunque sea de soslayo, a nuestro alrededor: la persona que en su momento estaba al frente de la bancada de senadores opositores al gobierno de Macri, ante una oferta de éste se pasó muy campante a su equipo. ¿Es eso es una excepción?, no, de ninguna manera: el personaje obró así porque esa es su formación política, es la escuela que ha tenido, como la mayoría de su equipo, sosteniendo un acuerdo de clase.
Dan cuenta los medios de prensa que se está llegando a un alarmante e inadmisible porcentaje, cercano a la mitad de la población, en estado de pobreza. Y otro notable porcentaje en la indigencia. Con estupor y alarma, constatamos que los gobiernos no tienen planes para salir de esa hondonada, lanzan al boleo proyectos que nunca constituirán crear puestos de trabajo permanente; como no sea echar mano a medidas conocidas (como es dar algunos artículos alimenticios, o unos pesos para calmar el dolor). La consigna de justicia social a la que se apostaba no va más allá de ser otro verso, que, como un purgante, debemos tragar.
Debemos tomar impulso, respirar con profundidad, empapémonos de confianza. Es preciso llegar al pueblo trabajador con información y esclarecimiento, sosteniendo que es una certeza, que es absolutamente posible avanzar en la construcción de una sociedad más justa y humana, y que tal empresa, depende de nosotros como pueblo. Estamos flojos en ello, apuremos el paso.
Cantamos consignas de gran contenido, como Nunca Más, Memoria Verdad y Justicia, pero estamos dejando de lado que, si bien ya fueron sentenciados varios carnívoros, ello no implica que quienes ocupan el centro hayan sido derrotados, sólo están agazapados esperando el momento adecuado para volver a golpearnos.
Taurino Atencio