Sr. Director:
Desde hace algunos años observamos que la extrema derecha se impone cada vez con mayor frecuencia en el mundo. Trump en EE.UU., Bolsonaro en Brasil, Milei en nuestro país, son algunos ejemplos más cercanos. Todos los nombrados tienen en común no aceptar jamás la derrota, argumentando que hubo o que puede llegar a haber fraude (se suelen cubrir antes de algún acto eleccionario con encuestas en mano) no tolerar demasiado la oposición y demostrar poco interés por el “prójimo”. Este fenómeno evidentemente ha venido repitiéndose en virtud de que la democracia no ha logrado transformar el poder y continúa siendo presa de las corporaciones, sin aportar soluciones a la gran masa de votantes que periódicamente asisten a las urnas eligiendo propuestas en apariencia progresistas.
Ahora bien, existe una diferencia sustancial entre la concepción ideológica en relación al rol del “Estado” de unas derechas y otras. Mientras que la que encarna Donald Trump aboga por un fuerte desarrollo industrial, un modelo estatal consolidado y proteccionista, e impulsa la relocalizacion de la empresas que en los 80 y 90 se radicaron en países asiáticos con el objetivo de evadir obligaciones laborales y abaratar costos, amén de apoyar el desarrollo tecnológico (iniciando incluso una guerra comercial en contra de China), la derecha vernácula nacional, hoy encarada por el padre de Conan, se enfoca alrededor de un proyecto de país primarizado que apuesta a la exportación de comodities, sin desarrollo industrial y con una fuerte concepción financiera, al mejor estilo Martínez de Hoz (los memoriosos recordaran la famosa tablita). Siempre ha sido asá con el “conservadurismo” local, incluso desde el mismo momento de la independencia, cuando el objetivo estaba centrado en exportar cueros y carne vacuna primero y granos después, desconectada del resto de las provincias y enfocándose en los réditos generados a través del puerto de Buenos Aires.
Es por esta razón que el nuevo Gobierno respondiendo a los mismos intereses de 200 años atrás (como lo hiciera el mencionado Martínez de Hoz, Menem, De la Rua y Macri), aplica una vez más un programa económico desregulador y de entrega de recursos del Estado principalmente a capitales transnacionales, ya que los “grandes grupos económicos” continúan sosteniendo el mismo proyecto agroexportador y financiero que siempre ha acompañado nuestra historia nacional, a excepción de algún que otro intervalo lúcido. Resulta imposible en estas condiciones lograr un desarrollo genuino. Se condena de esta forma al país a ver reducidas sus exportaciones a valores fijados por el mercado internacional, con periódicas crisis de restricción externa de divisas y endeudamiento cíclico, causas fundamentales de la inflación entre otros “persistentes males nacionales”.
Sebastián Lanza Castelli