Por Mercedes Grimaldi
Se sentó casi al frente de Mauricio Macri en la larga mesa (no pandémica) del hotel Quorum, al lado de uno de los pocos de peso que le quedan: el senador Ernesto Martínez. Ambos eran los únicos vestidos formales, con saco, pero la camisa celeste de marca italiana de Luis Juez no tenía nada que envidiarle a la costosa indumentaria que suele portar el ex Presidente.
Los ánimos estaban un poco tensos, por los dichos de Macri en favor de Juan Schiaretti y en contra de los candidatos que tuvo su alianza en Córdoba en las últimas elecciones.
Luis Juez arrancó con sus ocurrencias y sus chistes cordobeses, pero el visitante casi ni sonrió. Dicen los que conocen esa relación que el líder del PRO hace rato que no festeja los chistecitos de Juez, que alguna vez, en el pasado, supo cautivarlo con sus salidas.
En realidad, Macri escuchó más de lo que habló, en una mesa que reproducía el estigma machista de la política: tres mujeres, que pudieron participar poco, entre 15 hombres.
No tenía mucho más por decir. Ya había ungido a Gustavo Santos como su candidato, y les había dicho a todos los demás (y por los altavoces de los medios amigos) que hagan campaña pegándole fuerte y duro a Alberto y a Cristina Fernández, pero sin meterse con su socio, el Gringo” Schiaretti.
Luis Juez fingió ser el más ofendido por esa instrucción de su jefe político. Pero a Mauricio Macri pareció importarle poco y nada, y lo dejó traslucir en más de una oportunidad en la breve reunión. Y es que las acciones del diputado nacional cordobés vienen en picada hace rato.
Empezaron a caer cuando desobedeció a Macri en 2019, cuando se bajó de primer candidato a senador nacional para postularse como intendente de Córdoba, opción desastrosa, ya que terminó saliendo cuarto.
Siguieron a la baja cuando lo premiaron con un destino diplomático en América Latina (para el que no necesitaba aprender a hablar ningún idioma extranjero), como titular de la Embajada Argentina en Ecuador, y protagonizó un escándalo en Quito con sus desafortunadas declaraciones sobre la higiene de los habitantes de aquel país hermano, y hubo de renunciar y volver a la Argentina. Comentan, en el entorno de Mauricio Macri, que le escucharon decir que él había visto fracasar a funcionarios en muchos cargos, pero fracasos estrepitosos en la tarea de Embajador son contados con los dedos de la mano. Juez ostenta ese poco preciado privilegio.
También fue decreciendo en capital político y en seguidores en su Frente Cívico a nivel local. Del entorno que lo rodeaba, que llegó a ser numéricamente importante alguna vez, se han ido retirando de a uno, incluso aquellos que siguen siendo empleados de planta del Senado sin pisar la ciudad de Buenos Aires, gracias a aquellas designaciones masivas a partir de la buena relación que supo tener el entonces senador Juez con el otrora vicepresidente Amado Boudou.
Por lo demás, también perdió otros hábitos. Ya no es un cordobés de barrio de clase media no muy acomodada: dejó, en un prudente silencio, hace unos meses su casa de Barrio Providencia, y se instaló en un nuevo y caro country de la zona Norte de la ciudad.
Eso sí: los medios porteños lo siguen llamando. Es noticia porque le dice pelotudo” al gobernador bonaerense Axel Kicillof, y hasta cinco veces en una entrevista, mientras le pide al presidente Alberto Fernández que baje los decibeles y convoque al diálogo.
Pero su voz se pierde en los coros disfónicos de la grieta.
Una estrategia que parece haber cumplido su cuarto de hora. Por eso, ni Mauricio Macri ni sus socios locales de Juntos por el Cambio se asustan con su amenaza de ruptura para 2021, si no le dan la candidatura a senador; o la amenaza alternativa de romper en 2023, si no puede volver a ser candidato a gobernador.
Parece ser que en la mudanza de Barrio Providencia a La Magdalena perdió algo más que su apego al barrio.
Hoy, su futuro político parece se muestra a los siempre partidos opositores que de la nada crea el propio oficialismo provincial, con la idea de que la real oposición pierda caudal de votos.
Y se lo contamos acá, porque va a ser difícil que lo lea en otro lado.