El Tribunal Oral Federal 2 de Córdoba continuó juzgando ayer a tres ex integrantes del Destacamento de Inteligencia 141 del Ejército por crímenes de lesa humanidad cometidos en 1979 durante la última dictadura cívico-militar, entre ellos Ernesto «Nabo» Barreiro, y solicitó la inspección de una quinta que habría sido utiliza como centro de detención y tortura.
Los represores, condenados por causas anteriores y en prisión domiciliaria, presenciaron la audiencia en la que dos testigos y víctimas de la dictadura dieron su testimonio, a través de un sistema digital, desde sus hogares.
Los acusados Barreiro, Carlos Enrique Villanueva y Carlos Alberto Díaz, afrontan cargos por «privación ilegítima de la libertad agravada», «imposición de tormentos agravados» e «imposición de tormentos agravados seguidos de muerte».
Las víctimas fueron José Jaime Blas García Vieyra, Nilveo Teobaldo Domingo Cavigliasso (fallecido) y Rubén Amadeo ‘Pocho’ Palazzesi, quien murió luego de reiteradas sesiones de tortura y fue carbonizado en el interior de un auto, simulando un falso intento de fuga.
Barreiro, alias «Nabo», tiene otras condenas por crímenes cometidos en la dictadura y fue uno de los que desató el movimiento de militares rebeldes «carapintadas» en la Semana Santa de 1987, durante el Gobierno de Raúl Alfonsín, cuando el 14 de abril de ese año se negó a declarar ante la Justicia de Córdoba por delitos de lesa humanidad.
Esta jornada fue el turno de la testimonial ofrecida por García Vieyra, en calidad de testigo y víctima de la dictadura, haciendo en su relato un detalle pormenorizado del momento el que fue detenido un domingo de agosto de 1979 junto a Palazezzi, en un barrio de Córdoba.
Antes de comenzar su relato, la víctima, arquitecto jubilado de 78 años, al ver por la pantalla a los acusados, dijo: «Me detuve recién a mirar la cara de estos individuos, que nunca los conocí, me tuvieron secuestrado, quisiera por lo menos saber por qué».
García Vieyra contó que cuando los agarraron, junto a Palazezzi, les cruzaron dos autos «un Peugeot y un Taunus», y uno de los represores la primera palabra que dijo fue «al fin te vemos y te agarramos pochito», haciendo referencia a Palazezzi.
Luego hizo un raconto de sus primeros 10 días de detención, en la que resaltó que lo tenían siempre esposado y con la cabeza encapuchada, a la vez que contó que por las noches «compartía la comida con las ratas», recordando que pernoctaba en un sótano, que presume podría ser en la Quinta de Guiñazú, un barrio en la zona noreste de Córdoba, también conocida como la quinta de los Viotti.
Además, García Vieyra contó que a él lo golpeaban, pero que nunca lo picanearon como sí lo hacían con Palazezzi, de quien escuchaba sus lamentos, aparentemente estando en alguna habitación contigua.
«Me tenían colgado de un techo con un gancho y en punta de pie, producto de eso me quedó este hombro salido. Me tenían solo encerrado en un sótano donde había ratas, y compartía la comida con las ratas, tenía que correrlas porque me venían a disputar la comida, fue la situación durante varios días, eso era de noche, de día me colgaban», reiteró.
Siguió el testimonio de Silvio Octavio Viotti, farmacéutico de 61 años e hijo del propietario de la quinta donde se habrían perpetrado las torturas, y en su relato contó cómo en diciembre de 1977 en un allanamiento al lugar los militares se apropiaron de la propiedad.
En ese operativo, además, fueron detenidos clandestinamente Juan Mogilner y María Gavaldá, quienes compartían la quinta con los Viotti, Viotti hijo, quien declaró hoy y en ese entonces tenía 16 años, y Silvio Viotti padre.
«Mi papá era el titular legal de la sociedad, pero eran socios en el emprendimiento con la pareja bonaerense Mogilner-Gavaldá», en referencia a la quinta en la que cultivaban plantas de durazno.
También fue secuestrado, junto a Viotti hijo, Francisco Vijande, quien está aún desaparecido. Luego Viotti brindó precisiones sobre cómo los militares intimaron a su padre para que firmara la cesión de la escritura de la quinta, a cambio de devolverle la libertad.
Tras los testimonios, la querella solicitó que se pueda realizar una inspección ocular en la Quinta de Guiñazú, lugar que García Vieyra había contado que nunca quiso visitar tras los atroces hechos, ya que le traerían malos recuerdos.
Aunque con el pedido de la querella, a la que el tribunal aprobó y la defensa aceptó, García Vieyra admitió que irá. Y lo hará junto a Viotti, quien conoce mejor el lugar, en una fecha a convenir.
El juicio continuará el próximo martes con testimonios de otros testigos, que citará el tribunal de enjuiciamiento que está integrado por los camaristas Julián Falcucci, María Noel Costa y José Fabián Asís.
Los fiscales Carlos Gonella y Facundo Trotta tienen a su cargo la acusación, en tanto los imputados están representados por los defensores oficiales Rodrigo Altamira y Natalia Bazán.