La identificación de alrededor de 600 personas, víctimas de la desaparición forzada durante la última dictadura cívico militar, será uno de los principales desafíos de la nueva conducción del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), a cargo de la flamante directora ejecutiva del organismo, Natalia Federman.
La abogada especializada en derechos humanos -que asumió en sus funciones a inicios de febrero- adelantó que durante el mes de marzo el EAAF realizará una nueva «campaña para concientizar a la población y lograr que se acerquen a dar muestras de sangre aquellos que tengan dudas sobre lo sucedido con sus familiares», en referencia a los crímenes de lesa humanidad.
En su sede ubicada en el predio de la ex ESMA, el EAAF tiene en resguardo los restos de esas 600 personas que fueron enterrados como NN durante la última dictadura. Los restos que fueron hallados en fosas comunes e individuales de cementerios de la provincia de Buenos Aires no pudieron aún ser identificados por la falta de perfiles genéticos para cotejar el ADN.
Federman cuenta con 20 años de trabajo en la investigación y lucha contra la impunidad de los delitos cometidos durante la última dictadura militar argentina, tanto desde organizaciones de la sociedad civil como desde diferentes ámbitos estatales. Además, investigó el sistema de identificación, la gestión administrativa de las personas muertas sin identificación y su impacto en la desaparición de personas en la Argentina.
Inició su carrera en el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), participó en las principales iniciativas de desclasificación de información sobre violaciones a los derechos humanos en Argentina, incluida la llevada adelante desde la Unidad Fiscal de Investigación dedicada al atentado contra la AMIA; y se desempeñó como Directora Nacional de Derechos Humanos del Ministerio de Seguridad.
– ¿Cuáles son los principales desafíos que tendrá su gestión?
– Federman: El más urgente es lograr la identificación de distintas personas, víctimas de desaparición forzada durante la última dictadura cívico militar, sobre las cuales todavía no tenemos datos de su identidad. No las hemos podido identificar, son alrededor de 600 personas que fueron exhumadas en diferentes situaciones y contextos y a las que todavía no pudimos atribuirle una identidad. Por eso estamos trabajando en nuevas estrategias de acercamiento a quienes aún no tomaron contacto con el equipo, con el fin de que den una muestra de sangre, una gotita solo es necesaria, que permita el entrecruzamiento genético. En este sentido, tenemos pensado lanzar el mes próximo, una campaña de difusión sobre el proceso de identificación para que las familias se acerquen.
– ¿En qué consiste el proceso de identificación?
– Consiste en que hijos, hermanos y familiares de víctimas de desapariciones forzadas se acerquen a dejar una muestra de sangre. Previamente se les realiza una entrevista para tener información sobre el familiar buscado, y eso se entrecruza con los datos que tiene el equipo. Hay acuerdos del EAAF con diversos hospitales y servicios de hemoterapia y los interesados en saber si hay algún familiar que fue exhumado pueden contactarse, para comenzar el proceso llamando al 08003453236. Por otra parte, las muestras que reúne el equipo tienen como única finalidad la de identificar a las víctimas de desaparición forzadas.
Asimismo también estamos trabajando en la identificación de las víctimas del Pozo de Vargas, la fosa común de Tucumán donde la dictadura tiró centenares de cuerpos de desaparecidos. Algunos los tenemos identificados, pero otros no. El primer cuerpo que logró identificarse fue el del ex legislador Guillermo Vargas Aignasse, secuestrado en 1976, en diciembre de 2011. El más reciente fue el de Ana María Rodríguez Belmonte, una estudiante de 19 años que fue secuestrada en Salta en 1976. Aún restan unos 30 que no coincidieron con ninguna muestra alojada en el banco de datos del EAAF.
– ¿En qué instancia se encuentra el proyecto humanitario en las islas Malvinas para la identificación de soldados?
– Vamos a continuar con la identificación del Proyecto Humanitario Malvinas, donde hay siete personas que aún no han sido identificadas. El proyecto se llevó adelante por un acuerdo entre Argentina, el Reino Unido y la Cruz Roja Internacional.
– ¿Cuáles son esas nuevas tecnologías con las que están trabajando?
– Desde el 2016, el EAAF empezó a explorar el uso de nuevas tecnologías que permitieran la identificación de sitios de interés forense en grandes extensiones. En el año 2020 se presentó un proyecto para el uso de aviones LiDAR, que implicó la utilización de tecnología láser montada en un avión con el fin de lograr una maqueta 3D de la superficie del suelo y de esa manera poder identificar alteraciones. Es una tecnología que requiere mucha investigación previa para evaluar el terreno y, luego, un trabajo de exploración sobre los puntos de interés. Se trata de una herramienta novedosa, que está en etapa de testeo aún y, por eso, hay que ser cautos en cuanto a los resultados esperados. Permite recorrer grandes extensiones de tierra para establecer si hubo o no movimientos o puntos de interés que puedan establecer si hubo entrerramientos clandestinos.
– ¿Cómo continuará el trabajo en este período pospandemia?
– La pandemia, como a todos, nos modificó las rutinas de trabajo, pero fue una oportunidad también donde se realizaron otras acciones como la de asesorar al Gobierno, en particular al ministerio de Salud, y diseñar protocolos que permitieran una muerte digna y el derecho al duelo de los familiares. En un primer momento, por ejemplo, no se permitían los entierros, no se sabía los riesgos de contagio, luego con el tiempo se fue trabajando sobre todas esas cuestiones y fuimos avanzando.
– ¿Cómo continuará el trabajo a nivel internacional?
– Seguiremos con los trabajos que tenemos desplegados a lo largo de las cuatro direcciones regionales cuyo objetivo es el potenciar el trabajo global. Entre ellas están la regional Eurasia y Oriente medio, Centro y Norteamérica, África y Asia Central y del Sudeste. El EAAF tiene un trabajo muy fuerte en lo que es México y Centro y Norteamérica en general, como el Proyecto Frontera, que tiene como objetivo identificar a personas migrantes desaparecidas en su ruta migratoria desde Guatemala Honduras, El Salvador y Nicaragua que van hacia Estados Unidos. Ese proyecto está coordinado desde la regional Centro y Norteamérica.