Increíblemente, la carrera por la presidencia ya se ha largado. El 14 de noviembre, a pocos minutos de haber sido electo diputado con un 17% de los votos porteños, Javier Milei blanqueó que su objetivo era ir por la Casa Rosada. Y a partir de ese día inició la construcción de su perfil presidencial, manteniendo una altísima exposición en redes y medios de comunicación (participa en promedio de tres programas de TV por día).
Milei hizo su propia metamorfosis al calor del brote libertario que surgió durante la pandemia, en rechazo a la cuarentena; y en sólo dos años dejó de ser el divulgador del liberalismo en programas televisivos, para convertirse en la voz que pretende interpelar los liderazgos políticos tradicionales con una visión maniquea de la política. De manera vertiginosa, construyó un personaje a la medida del momento que transita el país, apostando por el misticismo y proyectando una figura mesiánica. Por eso, cree que vino a “despertar a los leones” y su grito de guerra preferido es “viva la libertad, carajo”.
En el aspecto estético, dejó de lado su clásica campera de cuero negro, típica de un rockstar, y ahora suele aparecer en público de impecable saco y corbata. Fue Karina, su hermana y más estrecha colaboradora, quien le recomendó además abandonar las rayas en su vestimenta formal. A partir de entonces, viste trajes en distintas gamas de grises. También luce el pelo más corto, al haber escuchado el consejo de su asesora de imagen Lilia Lemoine, la “cosplayer” que trabaja incansablemente para que el economista tenga un “look” presidenciable.
Está claro que la división ideológica (y no la superación de la grieta) es lo que guiará a Milei hacia el 2023. “La casta no puede ser parte de la solución, porque es parte del problema”, repite una y otra vez. Como si fuera un “outsider” (en rigor no lo es, porque desde hace años mantiene fuertes vínculos con los sectores corporativos, entre ellos, con la Corporación América, de Eduardo Eurnekian), apuesta a correr el eje de la grieta entre Cristina Fernández y Mauricio Macri. “La grieta no es entre el kirchnerismo y Juntos por el Cambio, sino entre los parásitos y los que producen”, es decir, entre “ellos y nosotros”, sostiene un radicalizado Milei.
A su vez, siente que ya ha ganado la batalla cultural y que marca agenda, en especial, cuando escucha que CFK, Elisa Carrió o María Eugenia Vidal hablan de la “casta”; o se plantea la dolarización de la economía, como lo hizo recientemente el diputado radical Alejandro Caccase en su proyecto de ley. Ya no le interesa ocultar su buena sintonía con Patricia Bullrich e incluso con el ex presidente Mauricio Macri, con quien conversa habitualmente vía zoom, aunque descarta una alianza con el fundador del PRO mientras éste continúe en JxC. Detesta a la izquierda, define a la UCR como la “internacional socialista”, lo llama a Martín Lousteau “Míster 125”, y se considera en las “antípodas ideológicas” de Horacio Rodríguez Larreta, a quien ha insultado en público en reiteradas ocasiones.
Su crecimiento constante en las encuestas (en abril, según D’Alessio-IROL/Berenztein, el 42% de los consultados dijo que el economista es “positivo” para el país, con niveles de conocimiento que superan el 80%) y la rápida nacionalización de su figura, están empezando a inquietar a sus adversarios políticos, que intuyen que en las próximas elecciones podría haber un cambio de ciclo histórico. De hecho, los analistas afirman que Milei capta adhesiones en los dos espacios mayoritarios, pero más en JxC, en donde preocupa el efecto arrastre de los votantes más duros del PRO.
En ambos sectores (que aún no han definido candidaturas) temen que, ante un eventual escenario de fragmentación política, Milei termine capitalizando el descontento social y lidere una opción electoral competitiva, de tinte autoritaria. Los ejemplos sobran y están al alcance de la mano, desde los casos de Trump en EE.UU. y Bolsonaro en Brasil, hasta la irrupción de Le Pen en Francia y Vox en España, con quienes el referente de La Libertad Avanza tiene una estrecha relación.
Para confirmar aquellos temores, ha manifestado en los últimos días que su candidatura “no es testimonial” y que si llega a la segunda vuelta será “el próximo presidente argentino”.
Su proyecto presidencial
Con un discurso rupturista y un estilo provocativo (incluso agresivo), Milei emergió rápidamente en el ecosistema político argentino, y cada día acumula mayor crédito social, despertando antagonismos y amenazando con reconfigurar el mapa de alianzas en Argentina. Decidido a competir por la Casa Rosada en 2023, el líder libertario ya recorre el país y acelera la construcción de su proyecto presidencial, mientras surfea la ola del hartazgo social, que crece al ritmo de la crisis económica y la actual escalada inflacionaria.
Enfocado en ese objetivo, dice haber conformado un “gabinete en las sombras”, que contaría supuestamente con cuatro ministerios, auque no dejó trascender aún el nombre de sus integrantes. En lo que representa un hecho inédito en la historia política vernácula, Milei simula que esas virtuales carteras están en funciones y toman decisiones en tiempo real.
Además, inspirándose en el modelo americano está armando un “consejo de notables”, integrado por analistas políticos y expertos en Economía, con quienes intensificó su diálogo en los últimos meses. Se sabe que Milei mantiene contacto en privado con el ex ministro Domingo Cavallo, el padre de la “convertibilidad”, a quien el libertario admira al punto de considerarlo como el mejor ministro de la historia argentina. Y en algún tiempo sostuvo una comunicación más o menos fluida con Ricardo López Murphy, ex ministro de Fernando de la Rúa y actual diputado nacional por JxC. Del otro lado de la grieta, tuvo vínculos con Guillermo Nielsen (ex titular de YPF) y dice mantener una relación cordial con Sergio Massa.
Concentrado como está en las cuestiones más técnicas de su plan, delegó la “rosca” y el armado político en un grupo de leales. La figura más influyente de ese entorno es su hermana Karina, a quién él llama “El Jefe”. Su tarea excede con creces el manejo de la agenda, ya que ella es la que define la estrategia política a seguir. En el armando nacional, Karina trabaja en tándem con Carlos Kikuchi, que hace de enlace entre Milei y el Partido Demócrata. Entre los colaboradores también se encuentra su asesora de imagen, Lemoine, fotógrafa y maquilladora, y el cineasta Santiago Oría, que se encarga de las puestas en escena. En tanto, los legisladores porteños Ramiro Marra y Eugenio Casielles, dirigentes que provienen del lavagnismo, integran el ala política del grupo libertario.
Su primera incursión política en el interior fue en La Rioja, invitado por Martín Menem, sobrino del ex presidente y único candidato que Milei decidió apoyar en las legislativas del 2021. Precisamente aquel está aceitando los contactos dentro del peronismo, para tejer una estructura a nivel nacional. Y en Santa Fe avanza un posible acuerdo con Amalia Granata a través de Alvaro Zicarelli, el secretario de la diputada, que asesora a Milei en asuntos de política exterior. Como se sabe, ambos legisladores militaron en contra de la despenalización del aborto y rechazan las leyes de paridad salarial y cupos de género.
En abril viajó a Mendoza, donde logró reunir a más de 12.000 personas en un acto político realizado en la plaza O’Higgins. Allí articula con el Partido Demócrata y tiene diálogo con José María Videla, un ex aliado del massismo que hoy integra el frente oficialista en la provincia cuyana. Y se especula con una eventual alianza con los Bussi en Tucumán. De hecho, Milei fue asesor del fallecido represor Antonio Bussi y mantiene un estrecho contacto con Ricardo Bussi, el líder de Fuerza Republicana.
Curiosamente, el líder libertario intenta construir una nueva fuerza política, que se diferencie claramente de lo que denomina como “casta”, amalgamando a referentes de los sectores más rancios y conservadores de la vieja política argentina. Hay en este diseño una contradicción evidente que será muy difícil disimular de cara al futuro.
En caso de llegar a la Presidencia, Milei ya avisó que no piensa moderarse ni abrazar el tono conciliador. Por el contrario, insiste que en sus primeros 100 días de gobierno irá a fondo, eliminando el Banco Central y dolarizando la economía, con una profunda reforma del sistema financiero. Por ahora, no aclara cómo lo hará, sólo amenaza con llevar adelante esa y otras reformas (como la tributaria y la laboral). A su vez, dice que aplicará un fuerte recorte del gasto público, arrasando con los “privilegios de la política”, sin afectar a los planes sociales, pues entiende que sus beneficiarios “son víctimas de la casta”.
El financiamiento económico de su proyecto político es un verdadero misterio. Los libertarios no presentaron en tiempo y forma su informe de financiamiento tras las PASO y las legislativas del año pasado, aseguran que los viajes de Milei y su “troupe” son solventados en parte por sus anfitriones, y que para la campaña sólo utilizaron fondos estatales. Pero no hay mayores precisiones. Lo cierto es que la campaña que están lanzando es muy costosa y no están claras las fuentes de su financiamiento. Para colmo, Milei se permite el lujo de sortear todos los meses su dieta como diputado nacional.
Es decir, los mismos vicios y trampas de siempre (o muy parecidos), envueltos ahora en un ropaje aparentemente novedoso. La ciudadanía debería advertirlo, antes que sea demasiado tarde.
Abogado y docente universitario