Es muy común escuchar sobre la influencia de los medios en la política. Nadie puede negar que eso ocurra, sobretodo en la construcción de las agendas –eso que se muestra, o no, en la opinión publicada- y en los últimos tiempos a través de las llamadas ‘fake news’ (noticias falsas) que se reproducen sin la más mínima comprobación o inclusive a pesar de ellas. Ahora, ¿cuánto influyen los medios en imponer un candidato, invisibilizarlo o destruirlo? Las evidencias de las experiencias comparadas dejan algunas dudas.
Las capacidades de los medios de influir en la vida pública y política de un país tienen varias formas de medirse. La capacidad de invisibilizar temas o sus protagonistas, de producir daño, de hacer conocer temas y personas, de lograr imágenes positivas de los candidatos y, finalmente, hacer que ganen.
Los medios masivos y las redes vinculadas a estos han constituido un sistema que tiende a ser una comunicación de 360°, que incluye la producción del contenido y la noticia, que se inician en medios gráficos y se replican en medios televisivos y radiales, luego se expanden a otros medios asociados y por último se viralizan en las plataformas.
Eso ocurre tanto en occidente con base en Estados Unidos y Europa, como en oriente con base en China, cuyas plataformas de internet son mutuamente excluyentes en los centros de ambas, mientras que en la periferia suelen existir “medios alternativos” que buscan infiltrar sus propias ideas.
Occidente lidera casi en todos lados la batalla cultural y los medios productores de contenidos –entretenimiento y noticias- a partir de los grandes medios asociados, controlados por grandes inversores, ya sea directamente o a través de empresas locales y gobiernos afines.
Nuestro país no es ajeno a eso y dada la enorme concentración –superior a casi todos los países- producida tras décadas de favores políticos de todos los gobiernos y consolidada tras la derogación por DNU que hizo el ex presidente Mauricio Macri de las normas antimonopolio de Servicios de Comunicación Audiovisual (SCA).
La norma había sido sancionada a partir de la ruptura en 2008 del kirchnerismo y el grupo Clarín, tras lo cual sus capacidades de influir han alcanzado su máximo nivel, aunque no es absoluta.
Pese a su capacidad de imponer temas de agenda, el tiempo logra filtrar contenidos de debate en algunos votantes independientes que se ocupan de buscar en redes sociales, así, noticias como la distribución de la riqueza o los privilegios del Poder Judicial, logran visibilizarse más allá de la voluntad de los grupos concentrados de medios.
No obstante, algunos temas clave permanecen fuera de las agendas públicas, al menos por ahora. Es el caso de las consecuencias del endeudamiento suicida y la fuga de divisas del gobierno anterior donde la censura del “ah… pero Macri”, parece obturarlo.
Ha sido claro que su capacidad de daño es importante cuando se trata de invisibilizar un candidato poco conocido, así como de hacerlo conocido en poco tiempo, pero conocido no implica ser valorado. Aun así, el ejemplo de Axel Kicillof con sus giras en un Fiat 147 por la Provincia de Buenos Aires en la campaña de 2019 desafió esa influencia, pero pudo haber sido la excepción que confirma la regla.
Sobre todo porque algunos personajes frecuentemente convocados por los medios más influyentes, como Carolina Losada, Martín Tetaz, Javier Milei o Nicolás Dujovne, son ejemplos de esa capacidad. No obstante, que logren imágenes positivas más allá de las de corto plazo dependerá de sus propias capacidades o discapacidades, sobretodo porque su irrupción pone en alerta otros liderazgos o simples competidores que los comienzan a desgastar.
Finalmente, la capacidad de hacer que ganen esos candidatos está en debate desde que las elecciones de 2011, cuando se impuso CFK con el 54%, y luego en 2019 con Alberto Fernández con el 48%, ambos contra los deseos de los medios concentrados y sus vaticinios.
Allí es importante hacer un análisis comparado de casos recientes en otros países, en donde los medios concentrados tienen gran influencia.
Las últimas elecciones en América Latina fueron favorables a candidatos que no eran los favoritos de los medios. AMLO en México, el mismo Fernández en Argentina, Castillo en Perú, Arce en Bolivia, Boric en Chile y Petro en Colombia son casos concretos. Solo Lasso en Ecuador, contra Arauz que representaba al proscripto Rafael Correa es la excepción.
En Brasil, luego de ser perseguido y proscripto, Lula Da Silva se convirtió en el preferido de la Red O Globo, no obstante lo cual, o quizás por eso mismo, Bolsonaro logró un resultado sorprendente en la primera vuelta, muy lejos de los pronósticos, aparentemente amparado en una enorme campaña en redes que gambetea los medios dominantes.
Esto decir, la capacidad de los medios concentrados de imponer candidatos está puesta en duda, tanto por sus idas y vueltas respecto de los candidatos –como en el caso de Lula- como por las redes que proliferan en tiempos electorales.
La resolución de la segunda vuelta en Brasil influirá mucho en nuestro país, sobre todo por los descarrilamientos de Milei y las propuestas noventosas de Macri en su libro ¿Para qué?, que han puesto en duda el apoyo del Círculo Rojo y los medios que dominan.
Por todo ello sería un error del Frente de Todos -previo a resolver sus internas y lograr controlar la inflación- confiar en que el apoyo le permitirá ganar con los medios concentrados que controlan, gambeteando las redes. Aunque es claro que Juntos por el Cambio no tiene ni de cerca la conducción monolítica de Bolsonaro, ni el apoyo de militares e iglesias pentecostales que tiene el brasileño y que lo habilita a hacer campañas sucias por redes.