Por Agustín Liotta
“¿Qué es el infinito?” es una de las preguntas, casi de carácter existencial, que la humanidad se hace desde hace tiempo. Y aunque aún no se obtiene respuesta alguna, buscarla puede ser divertido. Al menos así lo entiende el ilustrador Pablo Bernasconi.
Por estos días, y hasta el 26 de agosto, Pablo expone en Córdoba “El infinito”, una muestra que invita a explorar ese concepto desde el arte, la ciencia, la literatura y la filosofía. Durante tres años, Bernasconi se dedicó a darle forma a premisas propias sobre el tema y que logró plasmar en una serie de esculturas que llama como “artefactos metafóricos”; en definitiva: “Son interpretaciones de la realidad a través del arte”.
Ahora bien, el origen de todo esto es la curiosidad y la expansión del saber que aprendió de sus padres. Hijo de una madre que se dedicó a la química y un padre ingeniero, Pablo sostiene que su trabajo (que se puede visitar en el Centro Cultural de la Universidad Nacional de Córdoba) “más que una idea es un síntoma”. “Es una especie de hábito que tengo y viene de una cuestión de linaje familiar. La ciencia siempre estuvo metida en mi pensamiento y en las cosas que observo; sobre todo el pensamiento científico, la forma que tienen los científicos de llevar adelante sus ideas, experimentos y nociones de las que todavía no se conocen”.
Pablo conversó con HOY DÍA CÓRDOBA luego de la inauguración de la muestra en la ciudad, cuando se tomó unos días de descanso en cercanías al Lago Los Molinos. Desde la tranquilidad de los escenarios naturales cordobeses reflexionó: “Los científicos tratan de generar experimentos para comprobar las cosas que todavía no tienen pruebas y tratan de demostrarlas”. La afirmación es una prueba más del hambre de expandir el conocimiento que tiene. ¿Acaso los experimentos científicos no son los artefactos metafóricos que él mismo creó? La tranquilidad de las sierras pareciera ser el condimento ideal para nutrir esa ambición de sabiduría.
“El infinito” parte de un libro que escribió Bernasconi de poesía ilustrada y escrita que intenta indagar los límites del infinito -“o los no límites del infinito”- a través de las metáforas. Y ahora continuó esa investigación porque era una curiosidad muy latente que comenzó a vincularla con otras áreas.
La curiosidad de Pablo es realmente contagiosa, y nos lleva a querer saber más ¿del infinito?, ¿de su muestra?, ¿de otros trabajos de él? Por lo pronto seguimos en la misma línea y le preguntamos: ¿hay algo de arte en la ciencia o algo de ciencia en el arte?
“Son recíprocas. Cuando la ciencia tiene algún obstáculo se dedica a la filosofía, une la matemática y la filosofía de una forma artística, por ejemplo. Incluso hay descubrimientos artísticos dieron paso a descubrimientos científicos”.
La curiosidad es infinita y nos lleva a otro tema: ¿Qué hay de político en tu arte?
“Todo arte es político. Todo artista asume un compromiso en algún punto y por más que lo esquive, siempre estamos situados en un lugar y no en otro. Uno no puede ser neutro en todos los puntos y más siendo un artista. No hablamos de militancia pero el artista tienen una mirada que a veces refleja momentos del mundo, de las coyunturas, de los contextos y eso lo vuelve políticamente no neutral. En mi caso es claramente así”.
En “El infinito” esto es clave: la mirada política de su muestra mantiene una estrecha vinculación con la divulgación de la ciencia. “Me interesa muchísimo que la mayor cantidad de gente tenga este saber, tenga esta mirada, tenga esta expansión del conocimiento para justamente esquivar la rigidez del pensamiento. Hay que asomarse al infinito para empezar a ver la envergadura de los descubrimientos que la humanidad logró hasta ahora y democratizar eso para mí es un acto político necesario”.
La curiosidad de Pablo permite volar, divagar, imaginar. Pero de a poco la conversación se vuelve un poco más terrenal. Aunque pensándolo bien, siempre tuvimos los pies sobre la tierra. ¿Y cómo vivis el presente de la Argentina?
“Es muy tumultos; yo estoy muy preocupado. Hay una agresión a la cultura bastante obvia. La desfinanciación es una agresión inmediata a la cultura. La educación y la cultura van de la mano y todo eso nos habla de un futuro también. Estamos mirando un futuro en donde esa desfinanciación hará mucho daño a la niñez y a los jóvenes que próximamente nos van a secundar y que van a hacerse cargo de esto. Hay aristas que uno no puede negar que son premeditadas y otras aristas que son simplemente una cuestión de ni siquiera pensar en eso. Eso es más preocupante aún”.
Seguimos pensando…
Dicen que lo que abunda no daña y que el conocimiento no ocupa lugar; y Pablo da lugar para entrar en ese mundo en el que el pensar es un acto que requiere tranquilidad y una cuestión activa. Y como venimos hablando del presente del país, entonces continuamos indagando. En estos tiempos en que pareciera que lo único que importa es el dinero, preguntamos: ¿el arte puede ayudar a combatir ciertas lógicas dañinas del mercado?
“Soy reacio a la palabra combatir. Creo que el arte, si bien a veces se dispone en un papel de lucha, me parece que la palabra combatir ya supone un enfrentamiento. El arte no enfrenta, el arte refleja y eso es todo. Si de verdad existe algún punto en el que el arte supone un enfrentamiento o se hace más certero ese enfrentamiento, creo que tiene más que ver con los que se sienten enfrentados. Eso pasó muchas veces, por ejemplo en la Segunda Guerra Mundial o en la dictadura. En esos momentos, el arte necesitó, y de hecho fue un crecimiento enorme para los artistas, volverse más sutil para sobrevivir. Si bien eso me parece una aventura que fue trágica, a la vez fue una evolución de nuestros artistas y hoy es agradecido. Y repito que el enfrentamiento, está de quienes se sienten enfrentados, que en general no son los artistas. Los artistas solamente dicen algo.
Para finalizar… ¿Ese decir alcanza para lograr algo?
“Claro, muchísimo. Las huellas circulan por una coyuntura. Los reflejos que nosotros los artistas llevemos adelante se van a ver más adelante. Son las personas las que dejarán un legado. Cuando yo miro hacia atrás y escucho Serú Girán, entiendo que esa huella es también una noción muy fidedigna del momento que se atravesaba. Mucho más que los diarios, por ejemplo. Cuando uno lee los diarios, no sabe lo que estaba pasando exactamente, porque esquivaban algunas cosas y mentían sobre otras. El arte no”.