Pollo con cannabis
El éxito televisivo de Master Chef tiene el gancho de mostrar una variedad de comidas que, para mucha gente, son novedosas y que posiblemente jamás puedan probar en sus vidas. En realidad, la gastronomía florece en las diferentes culturas con recetas ocurrentes, increíbles y muchas veces, muy exquisitas.
En nuestro país, durante los últimos años cayó fuertemente el consumo de carne vacuna, pero aumentó la ingesta de pollos, desde las alitas hasta la pechuga, pasando por supuesto por las salvadoras milangas”.
Hace algunos días, la Cámara Tercera del Crimen condenó a Jonathan Alexis Daddetta, por intentar ingresar 13 gramos de marihuana a la cárcel de Bouwer para el recluso Cristian Zapata. Por tratarse de una tentativa, la pena fue de un año y seis meses de prisión, más $ 10.000 de multa.
Claro que lo particular de este caso es el modo en el que el condenado intentó cometer el delito: históricamente, las drogas fueron metidas en las prisiones en ropas, partes íntimas de los cuerpos y efectos personales; pero Daddetta lo intentó con un método novedoso: perforó los huesos de dieciséis presas de pollo y en esos huequitos escondió la picaduda de marihuana en bolsitas muy pequeñas, puso la comida en un tupper y simuló entregar un «paquete de alimentos» para su amigo. Desafortunadamente para él, la requisa fue exhaustiva y le descubrieron el escondrijo.
Sin embargo, y mirándolo con visión futurista, en estos tiempos tan dinámicos, tal vez Daddetta haya sido un precursor. El pollo es riquísimo con papas, puré, ensaladas y con un montón de colaciones. Claro que lo nuevo, «made in Córdoba», podría ser el pollo a la cannabis.
Sueños de libertad
Desde siempre las cárceles fueron depósitos de delincuentes, preferentemente pobres, con poca formación y protagonistas de vidas erráticas en las que el destino se juega día a día. A esto se suma que estar privado de la libertad es fundamentalmente espantoso. Cárceles sobrepobladas, crueles códigos tumberos” internos, y el muy lejano mundo de los libres”, en el que la sociedad muchas veces ni siquiera valora la alegría de saborear un mate tirado sobre el pasto de algún parque.
Cada vez que en los Tribunales se lee un veredicto, se dice que servirá para que el condenado logré una reinserción social”, que pocas veces se alcanza con liberados que, por distintas circunstancias, vuelven a elegir el delito y terminan siendo reincidentes.
En este contexto, comienza en estos días una interesante experiencia piloto, con una treintena de condenados alojados en la prisión de Montecristo. La desarrollista Edisur capacitará a reclusos próximos a salir, y de buena conducta, sobre el sistema steelplex” de construcción en seco, con la esperanza de que puedan aprender esta modalidad, que les podría ofrecer una chance inmejorable de conseguir un trabajo digno en esta empresa, o en alguna contratista, una vez recuperada la libertad.
La propuesta es muy loable, sobre todo en tiempos difíciles en el mercado laboral, cuando lo es mucho más arduo para quienes cargan con el imborrable rotulo de delincuente.
Es verdad que varias veces el encierro se institucionaliza, pero en la gran mayoría de los casos los condenados no dejan de mirar las ventanillas de los calabozos, como buscando el afuera” con una mirada impotente y repleta de tristeza. No pasa un solo día en el que no quieran salir. Poder aprender un oficio es la posibilidad de ser otros”, de alimentar los sueños de libertad.