Cuando los recursos judiciales apelativos son usados para dilatar, estirar y embarullar un proceso, entonces los imputados y sus defensores terminan saliéndose con la suya, y ni hablar si además cuentan con la complicidad de magistrados perezosos o que resuelven de manera increíble a favor de estas estrategias totalmente opuestas con la búsqueda de la verdad.
A mediados del año 2019, el ex juez federal Bustos Fierro imputó a 19 sospechosos de emitir facturas truchas, comprar ilegalmente dólares, apropiarse de claves fiscales de terceros y, también, por lavado de dinero. Esta causa tuvo mucha resonancia mediática porque uno de los involucrados es el conocido economista Nadín Argañaraz, aunque el principal implicado es Matías Lafuente Sivilotti.
Sin embargo, en el 2021 y luego de dictar los procesamientos, Bustos Fierro sorprendió con una resolución que no era nueva en su juzgado, y declaró la nulidad probatoria de los informes de la Afip por considerar que se había violado el secreto fiscal. Cuando el fiscal Senestrari casó, la Cámara Federal insólitamente respaldó a Bustos Fierro con los votos favorables de los camaristas Avalos y Montesi. En cambio, la jueza Navarro votó en disidencia y puso en evidencia la obviedad de la maniobra.
A finales del año pasado, la Cámara Federal de Casación Penal, integrada en su sala IV por Carbajo y los paleteros Borinsky y Hornos, por unanimidad puso las cosas en orden y confirmó que no se violó ningún secreto fiscal y que la investigación se debía retomar. Ahora, los defensores irán a la machucada Corte Suprema y, si todo sigue así, tal vez, antes del año 3000 esta causa pueda llegar a juicio. O sea, a tres años y medio de iniciadas las investigaciones, todavía falta un fallo de la Corte sobre la validez de una prueba clave y habrá que ver luego las demoras por las futuras casaciones cuando la causa sea elevada a juicio, siempre y cuando no surja alguna nueva sorpresa. La pérdida de tiempo precioso es el objetivo buscado y, en definitiva, ese es el juego: embarrar todo lo que puedan aunque al final pierdan. Como dice el inolvidable bolero ranchero “El Rey”, que estas agachadas se sigan permitiendo en la Justicia argentina dan ganas de «llorar y llorar».