Nadie pretende que el Poder Judicial esté integrado por robots desprejuiciados, sin ideologías y que apliquen la ley con igualdad total sean quienes sean los imputados, y más allá de la clase social y económica a la que pertenezcan. Pero en esta justicia de los hombres, a veces algunas asimetrías entre casos similares pegan duro sobre esa vieja aspiración de «ley pareja para todos».
El caso del gatillo fácil de Blas Correas marcó sin dudas un mojón en cuanto a la violencia institucional en Córdoba y además reveló la desaprensión de algunos policías para matar a ciudadanos (en vez de protegerlos) y las maniobras de encubrimiento que como una vieja costumbre arraigada en la fuerza de seguridad se sucedieron para intentar culpar a las víctimas y simular un tiroteo que jamás existió.
Por estos días, en la Cámara Novena del Crimen se lleva adelante un juicio que terminaría mañana, y que tiene como acusado al policía Lucas Carranza, quien el 19 de septiembre de 2015 y a corta distancia mató de un disparo en la cabeza a Rodrigo Sánchez de 17 años. El menor había robado una cartera de un auto junto a Leonardo Sanabria, ya condenado por este delito. Estos jóvenes no portaban armas y sólo llevaban una bujía con la que rompieron una ventanilla de un auto. En ese contexto, Carranza (que estaba drogado y no vestía uniforme) disparó desde atrás y mató a Sánchez, en una maniobra absolutamente alejada de los protocolos, e incluso más temeraria que la de los dos policías que dispararon contra el auto en el que viajaba Blas Correas.
Sin embargo, y mientras el caso Blas caló hondo en la sociedad y en los medios y la investigación fue diligente y el juicio con jurados populares ejemplar, el caso Rodrigo permaneció aletargado y el victimario siguió portando su arma que le retiraron recién cuando cometió un robo años más tarde. Ahora, veremos qué ocurre con el veredicto pero Carranza no será condenado a prisión perpetua y tal vez reciba una pena leve. Es como si matar a un joven de Villa Páez ladrón fuera un atenuante para un policía asesino. Si así fuera, entonces y según sean las víctimas y sus condiciones, a los acusados les puede ir peor o mejor.