Ventana abierta
Cuando el viernes pasado se escuchó el veredicto por la Tragedia de la Circunvalación en la Cámara Novena del Crimen, la sobreviviente Fernanda Guardia y los familiares de los fallecidos Sol Viñolo y Agustín Burgos, se fundieron en abrazos repletos de dolor y alivio. La lucha que un año antes habían comenzado con sus corazones rotos al final tenía su recompensa. Por primera vez en la historia, un siniestro (o crimen vial, como lo llaman algunos), era castigado como un homicidio simple con dolo eventual y a 9 años de prisión.
Ahora bien, la pregunta que inmediatamente se instaló es: ¿qué resolverá el Superior Tribunal de Justicia de Córdoba cuando la sentencia sea apelada? Ocurre que, hasta ahora, el TSJ nunca convalidó ninguna casación por dolo eventual. Dicho de otro modo, siempre confirmó las condenas por homicidio culposo. Sin embargo, esta vez, el clamor social, la presión mediática y posiblemente política se suman como un combo imposible de eludir. Más allá de las cuestiones doctrinarias y académicas, y de la ausencia de una legislación clara y específica para esta epidemia que se cobra cientos y miles de víctimas -mayormente jóvenes- todos los años en nuestra Argentina, daría la impresión que el hartazgo finalmente detonó en una condena que difícilmente sea revertida. ¿Hasta cuándo conductores alcoholizados o drogados saldrán a las rutas y calles a correr carreras y matar gente desprevenida?
Mientras se esperan otras resoluciones del Alto Cuerpo, como la condena condicional a quien chocó y mató al niño Mateo Aguirre en Santa Rosa de Río Primero, las sensaciones parecieran haber cambiado con el fallo bisagra de la condena a Alan Amoedo. Por lo pronto, en la Cámaras Penales, el dolo eventual ya tiene una ventana abierta.
A quemarropa
La próxima semana comenzará otro juicio a otro policía acusado de otro gatillo fácil. Hechos tristemente reiterados, como también los intentos de ocultamiento y encubrimiento por parte de efectivos «solidarios» de la misma fuerza. El crimen que ocurrió en el amanecer del 4 de julio de 2020 en Villa El Libertador estuvo protagonizado por el policía Lucas Gonzalo Navarro, acompañado por Sebastián Juárez, ambos de la división motociclistas.
La víctima fue José Antonio Avila, de 35 años y conocido como “Beco” por sus amigos y conocidos. Era vendedor ambulante, padre de dos hijos y vivía con ellos y su pareja en Santa Ana. Aquel fatídico día, Beco partió temprano a La Villa a buscar a su hermano para desayunar y salir a vender. Pero algo ocurrió en el camino, tal vez los acusados lo hayan confundido, pero iniciaron una persecución y Ávila, como pudo, ingresó a una vivienda posiblemente asustado, buscando protección. Fue en ese instante cuando Navarro cruzó su brazo con la pistola 9 mm y le disparó en el abdomen para dejarlo luego tirado en el patio, donde finalmente falleció. O sea, Navarro no sólo lo mató sino que, junto a Juárez, acusado de encubrimiento agravado, ni siquiera llamaron a una ambulancia ni dieron aviso a sus superiores sobre lo ocurrido.
En la Cámara Tercera del Crimen, con jurados populares, Navarro y Juárez serán juzgados desde el próximo lunes y la imputación más severa es para Navarro, quien podría ser condenado a prisión perpetua. La defensa tratará de imponer el homicidio culposo, aduciendo que lo ocurrido fue un disparo accidental. En cambio, el fiscal Marcelo Hidalgo impulsará la versión de la intencionalidad: Navarro mató a Beco Ávila intencionalmente… le disparó a quemarropa.