La historiadora y docente Julia Rosemberg analiza en su libro «Eva y las mujeres: Historia de una irreverencia», publicado en 2019, en coincidencia con el centenario del nacimiento de Eva Perón, el papel que la líder popular alcanzó tras su unión a Juan Domingo Perón y que le permitió convertirse no solo en un personaje clave de la historia argentina con eco mundial, sino también en alguien que con su legado permite ahora múltiples interpretaciones relacionadas con el feminismo contemporáneo.
En 2011 Rosemberg publicó «Conversaciones del Bicentenario. Historia y política en los años kirchneristas» junto a Matías Farías y, al mismo tiempo, trabajó en el archivo Prisma, que conserva el patrimonio de RTA y hace cuatro años es columnista en la FM Futurock.
– Julia, no existen demasiados análisis históricos serios y elaborados a propósito de Evita, más allá de los oportunistas. ¿Hubo algún referente que tuviste en cuenta a la hora de enfrentar el tema desde este ángulo hasta ahora inédito?
– No hay muchos estudios rigurosos sobre la vida de Evita, los que ha habido siempre fueron interpretaciones, figuras míticas, ya sea a favor o en contra del peronismo. Lo cierto es que con documentación y con fuentes ha habido pocos escritos que se hayan acercado a su vida. Los dos que yo tuve más en cuenta son, por un lado, la biografía de Marisa Navarro, que me parece interesantísima, la que más documenta cada cosa que dice. Y por otro, la de Carolina Barry, que tiene su tesis -publicada como libro, «Evita Capitana»-, que es una gran investigación sobre el Partido Peronista Femenino.
– Para cierto sector social, que haya sido cantante y actriz no era bien visto.
– Para cierta parte de la sociedad pacata, conservadora y tradicional de las décadas del 30 y 40, aquellas mujeres que se dedicaban a ser actriz o cantante eran consideradas mujeres de «malos hábitos» por llamarlo de alguna manera. No creo que su carrera tenga que ver con la ampliación de los derechos del colectivo. Creo que está relacionada con un deseo personal que aparece claramente a partir del 43 y el 44, cuando siendo una figura ya destacada en la radiofonía, inicia un incipiente sindicato de los trabajadores del radioteatro y del que ella es su titular. Aparece en Eva una preocupación por los derechos del colectivo de trabajadores que le toca representar.
– Si bien la actitud de Evita frente a un mundo patriarcal fue no menos que difícil, su reivindicación del rol de la mujer en la vida política la enfrentó a un límite al tener que renunciar a su candidatura como vicepresidenta.
– La candidatura a la vicepresidencia es algo que ella buscó. El acto del 22 de agosto de 1951 es quizá la última pieza de esa búsqueda, pero Marisa Navarro lo dice de una manera bien interesante: que si Eva hubiese sido hombre no hay dudas de que esa vicepresidencia le hubiese correspondido. Efectivamente la no posibilidad de ser la candidata debe tener una lectura en clave de género. Siempre se ha dicho que estaba enferma o que las fuerzas armadas se oponían… Hay que pensarlo en el clima de época en el que le tocó actuar. No hay país republicano en occidente que en ese entonces haya tenido la posibilidad de pensar en una mujer vicepresidente, fue un límite que las estructuras más conservadoras de aquellos tiempos le ponían al avance de la mujer en la política.
– En el mundo contemporáneo es imposible pensar en la aparición de una nueva figura con las características de Evita.
– Las figuras históricas también tiene mucho que ver con el tiempo histórico en el que les toca interactuar; en el caso de Eva, en las décadas de los 40 y los 50, cuando ella vivió la política con un fervor sin precedentes.
– ¿Cuál es la discusión que debe abrir la historia hoy sobre Eva? ¿Qué es lo que nos interpela ella, desde su legado?
– Es importante entender por qué durante tanto tiempo su papel como dirigente política, no como sujeto político, se mantuvo marginado. Durante mucho tiempo se la mostró como «abanderada de los humildes», como aquella que te entregaba sidra y pan dulce en las navidades, la que tenía vínculos con los sindicatos, la que era la compañera de Perón. Ahora estamos poniendo de relieve a la Evita que condujo y armó un partido político de miles y miles de mujeres, con más de 3.600 unidades básicas por todo el país. Ella jugó un papel fundamental en la incorporación de la mujer a la política de nuestro país y sin embargo eso había quedado marginado, soslayado.
– Más allá de sus reivindicaciones sociales, ¿cuáles fueron los tres puntos fundamentales para considerarla parte de una avanzada en materia de género y de clase?
– Eva Perón tuvo un papel clave en lo que tiene que ver con los derechos políticos de las mujeres. La sanción de la ley 13.010 en 1947 equipara derechos políticos de hombres y mujeres, no solamente respecto del voto sino también sobre la posibilidad de que las mujeres sean representantes políticas. Evita tuvo un papel importante en la sanción de esa ley, mediante campañas, discursos por cadena nacional, armó cuadros con diferentes organizaciones para que sean ellas las que tomen esta herramienta en sus manos, fundamentalmente las mujeres trabajadoras. A Eva le interesaba siempre interpelar a este sector social. La creación, un año y medio después, en 1949, del Partido Peronista Femenino, la herramienta política a partir de la cual Evita y el primer peronismo generan que esos derechos que se garantizaron en una ley no queden meramente en ese texto. El PPF va a incorporar de manera masiva a las mujeres por primera vez a la política y al partido, ellas colaboran en la capacitación de otras mujeres para que aprendan a votar, a conocer cómo es el empadronamiento y todo el proceso de sufragio. En ese sentido, la creación de este partido -único en la historia de nuestro país- es también un punto esencial. Esas mujeres que nunca ni ellas, ni sus madres o sus abuelas habían participado en política, pasan a ser cuadros políticos. Un cambio abrupto y trascendental.
Y las elecciones de 1951 son las primeras en las que las mujeres pueden ser representantes políticas. Los dos partidos que por su cantidad de votos pueden incorporar legisladores son la Unión Cívica Radical y el partido Peronista, pero la UCR decidió no llevar mujeres en sus listas. Entre el Congreso Nacional y las legislaturas provinciales más de 100 mujeres entran por primera vez como representantes políticas del peronismo, un número altísimo para la época. Para que te des una idea, en Chile se sancionó una ley similar a la nuestra, más o menos al mismo tiempo, y la primera vez que votaron las chilenas entró una sola legisladora. En ese momento, Argentina es una anomalía absoluta en el mundo y también lo va a ser después en la historia de nuestro país, porque en el 55, cuando llega el golpe de Estado, casi el 30% del Congreso Nacional está compuesto por mujeres. Ese número se irá reduciendo muchísimo, a casi la mínima expresión, hasta finales de los años 90, gracias a la ley de cupo. Efectivamente, a mitad del siglo XX, sin necesidad de ninguna ley de cupo, solo por el gran impulso que Evita y el mismo peronismo le dan, se inicia el ingreso de la mujer a la política.